¿Qué relación, diferencias y oposiciones se pueden establecer entre los títeres, la mímica, el baile y el arte dramático? La noción de «tercer teatro» intenta responder a esta cuestión. Debemos el término a Eugenio Barba, fundador del Odin Theatret de Dinamarca, que organizó un coloquio sobre la investigación teatral en 1976 por encargo de la Unesco y del Instituto Internacional del Teatro. En realidad, podemos preguntarnos, al igual que lo hace Jean-Loup Temporal (en la revista Unima-France, nº 61, septiembre de 1978), a partir de cuándo podemos considerar que nos encontramos ante un espectáculo de títeres, sobre todo si es un cuerpo humano el que anima el títere en lugar de una mano. O qué relaciones se pueden establecer entre una comedia de máscaras como Les Peines de cœur d’une chatte anglaise (Las penas de amor de una gata inglesa) y el arte del títere o, incluso, entre la commedia dell’arte, el teatro y los títeres, entre los espectáculos del Bread and Puppet Theater y los «cabezudos» de los carnavales. Los pequeños títeres y las grandes figuras de Marcel Violette para Louise Michel, de la compañía Houdart, ¿son títeres? ¿Viven el personaje o no hacen más que representarlo para fijar en ellos el verbo visualmente?

«Tras descartar el teatro institucional, vector de valores culturales pasados o presentes, todavía fecundos, y también el teatro denominado «de vanguardia» y el experimental, en busca de valores distintos de los de la tradición, apareció el «tercer teatro». (Ferdinando Taviani, «Le monde du tiers théâtre» (El mundo del tercer teatro), Le Courrier de l’Unesco, enero de 1978). Aquí se propone un teatro diferente que no es la confrontación de teatros vernáculos. El «tercer teatro» mezcla técnicas teatrales contemporáneas y tradiciones ancestrales. De la voluntad de estos encuentros nace la apertura entre culturas. Muchos titiriteros han comprendido bien el grandísimo interés que despierta un «ensamblaje» de medios de expresión y de técnicas tomadas prestadas de otras artes del espectáculo, con la condición, en cualquier caso, de que esta interpenetración engendre una dramaturgia específica que evite que se convierta en un «batiburrillo». Cuando el títere, la danza, el canto, la música instrumental tradicional, el disfraz, el desfile, el teatro callejero, el mimodrama, la acrobacia y el circo se unen y se entrelazan, se crea un nuevo modo de expresión teatral. Pero, más allá del intercambio entre técnicas, escenografías e intenciones estéticas, el teatro manifiesta su presencia al mundo y se convierte en un tejido social vivo. La división secular entre actores y espectadores tiende así a desaparecer. «El teatro fue concebido como taller de creación o laboratorio de la vida. Ya no es solamente una expresión escogida de signos culturales, sino un modo de vida y de comunicación entre los hombres…» (Ferdinando Taviani).