El arte del títere se ha practicado durante mucho tiempo en África. Por eso, ya a principios del siglo XIX, el inglés Hugh Clapperton (1829) describió el espectáculo de un sorprendente títere-boa al que asistió en Nigeria; el pintor y escritor Eugène Fromentin se cruzó, en el Sáhara, con dos viejos saltimbanquis, probablemente hausas, que subían desde Níger o Nigeria con sus mulas, en las que llevaban numerosos títeres e instrumentos musicales (1853); el francés Paul Soleillet describe un “guiñol” de tres personajes que se desplazaba en piragua sobre las aguas del Níger en 1878; y a finales del mismo siglo, la expedición sahariana francesa Foureau-Lamy presenció espectáculos de títeres en Iferouane y en Zinder (Niger). En la primera mitad del siglo XX, han testimoniado la existencia de títeres africanos Maurice Delafosse (1908), en Téhini (Costa de Marfil); el inglés Douglas Alexander (1910), en la región de Bornou, en Nigeria; la misión etnográfica y lingüística Dakar-Djibouti (1913-1933), en Mali; y también el inglés R. E. Ellison (1935), que publicó en la revista Nigerian Field.

Fragmentos de historia

Por lo tanto, el arte de los títeres es indígena en el continente; existía antes de la colonización europea. Sin embargo, sigue siendo prácticamente imposible redactar una historia del títere en África. En efecto, testimonios arqueológicos (títeres con rastros de articulaciones) y algunos textos atestiguan la existencia de títeres en el antiguo Egipto, en los que varios historiadores coinciden en localizar el “origen” de los títeres; mientras que el teatro de sombras habría venido de Asia en el siglo X por la ruta comercial marítima a través de Arabia. En todo caso, Egipto puede jactarse de tener, con Ibn Daniel (siglo XIII), las obras más antiguas de repertorio de sombras fuera de Asia. El teatro de Karagöz o Karakous (sombras) se extendió en el siglo XVIII por la costa norte de África, en los países bajo el dominio de los Otomanos (ver Túnez, Argel). Los “narradores con cajas de imágenes” y sus pequeños títeres de guante que se mencionan en Túnez, así como en algunos países de Oriente Próximo (ver Palestina), no tienen una “historia” bien documentada, al menos en idiomas europeos.

En el África negra, región de tradición oral, los títeres, considerados muy antiguos, no han dejado restos materiales o escritos anteriores al siglo XIX. Los testimonios más antiguos, sobre este tema, son europeos y, los estudios etnográficos recientes dejan muchas lagunas: no se tiene constancia de tradición de títeres en algunos países o regiones, lo que no quiere decir que no la tengan. La mayoría de los estudiosos coinciden en que la idea de que las representaciones con títeres son algo distinto de la rica tradición de uso de las máscaras, no refleja la visión indígena en la que estas dos artes están relacionadas.

Inevitablemente, en la misma época en que los europeos redactaban documentos sobre los títeres africanos, llevaron, con la colonización, los suyos propios. Sabemos de su presencia desde 1914, es el caso del Padre Moeyens, con títeres de hilos realizados con la contribución de escultores locales, representados entre 1935 y 1939 en  Mbandaka (actual República Democrática del Congo). En Lemfu, entre 1939 y 1945 fueron los Hermanos Phocas, con treinta títeres, de “piel” blanca o negra, cuyo repertorio estaba sacado de las tradiciones de los Kongo, En Katanga, lor títeres de guante de los belgas Josette y Marcel Cornelis trasladaron el personaje de Tintín con el nombre de Biloulou! En Senegal, los títeres del lionés Auguste Weiss tenían una vocación pedagógica (1937-1939).

En efecto, se podría tener una visión crítica del periodo colonial, durante el cual, una parte de las prácticas rituales que utilizaban títeres u objetos manipulados se perdieron o modificaron como consecuencia de los esfuerzos misioneros o de modernización. Sin embargo, los debates sobre estas cuestiones, sobre la nostalgia de las tradiciones o sobre la búsqueda de la “autenticidad”, se han convertido en hechos históricos en sí mismos. Queramos o no, los títeres africanos han entrado en la modernidad. Su aporte esencial, hoy en día, es sin duda haber transformado la noción misma de títere, debido a la riqueza de formas y funciones.

La forma de los títeres

¿Cómo definir el arte de los títeres en África? ¿Qué lo diferencia del arte de los títeres en Europa y otros lugares?

Podemos citar la definición de títere de Bil Baird (1965): “Una figura inanimada puesta en movimiento por el hombre ante un auditorio”. Aunque justa, esta descripción parece demasiado sucinta, no especifica el tipo de escultura, el estilo, la naturaleza de los materiales utilizados, los colores, ni la presencia o no de articulaciones, que son la señal tangible de la manipulación.

Teniendo en cuenta estas diversas lagunas, Esther A. Dagan (1990:38) propone una definición más exhaustiva del títere africano, que ella ve como “un objeto esculpido en materiales heterogéneos de tipo antropomórfico o zoomorfo, articulado o no articulado, manipulado por el hombre en un contexto teatral ritual o profano, con el fin de dar vida a la historia de un personaje con un diálogo trágico, lírico o satírico”.
El lugar escénico
El lugar escénico, el tradicional, difiere sensiblemente del escenario occidental. En África, los títeres tradicionales raramente actuaban en una sala, sus espectáculos tenían lugar al aire libre, generalmente en la plaza pública donde los actores y espectadores no estaban aislados ni su número era limitado. El espacio de actuación puede estar marcado por una línea trazada en el mismo suelo o, simplemente, delimitado por los espectadores dispuestos (según la forma del teatrillo o el tipo de títere) en círculo, en media luna, en línea recta o incluso en cortejo. En un contexto así, el telón occidental es muy raro. De hecho, vemos una mezcla entre los espacios (el del actor y el de los espectadores) y el tiempo (real e imaginario). En el teatro tradicional, la duración de la representación es flexible. El espectáculo nocturno es iluminado con antorchas u hogueras.

Una gran diversidad caracteriza a los títeres africanos: existen títeres de hilos, a tringle (de vara a la cabeza), de guante, de varillas, de tablilla, de mesa, de marottes, fantoches, figurillas animadas con los pies, figurillas accionadas con los dedos de los pies, títeres gigantes, títeres-sombrero y títeres de sombras. Examinaremos en primer lugar la morfología de los títeres y después su función.
Títeres y máscaras articuladas
Esther A. Dagan sugiere clasificarlos en dos grandes categorías: en primer lugar, los títeres y máscaras articuladas, es decir “objetos hechos con varias piezas de madera” y cuyas diferentes partes “están unidas con cuerdas, cordeles, clavos, tela, varillas, etc. de manera que permiten su movimiento”. Objetos que, a su vez, se dividen en tres subgrupos según el tipo de manipulación. Se distingue entre títeres manipulados con ayuda de una varilla de metal o de madera, títeres manipulados con cuerdas, cordeles o hilos de metal, desde abajo, pero también desde arriba tirando de los hilos que controlan las partes articuladas y, finalmente, títeres manipulados mediante el movimiento físico de su manipulador. En el primer subgrupo, la varilla que atraviesa el cuerpo de la figurilla es accionada desde arriba y puede estar unida a diversas partes del cuerpo como el mentón, el cuello, los brazos y la lengua. Pero en el caso de los títeres manipulados mediante el movimiento, que pueden estar hechos de varios trozos de madera o no, son los gestos del titiritero-bailarín los que dan vida directamente al objeto.
Títeres y máscaras no articuladas
Los títeres y máscaras no articuladas forman la segunda categoría. Parecen esculturas de aspecto antropomórfico o zoomorfo, talladas en una única pieza de madera. Se pueden encontrar marottes manipuladas desde abajo, títeres-sombrero (objetos que el manipulador lleva sobre la cabeza, formando parte de ella), títeres-casco (piezas esculpidas que recubren la cabeza del portador y se apoyan en la base de su cuello), títeres de hombro (grandes esculturas a veces muy pesadas, que se apoyan en los hombros del portador), títeres de tipo armadura o escudo (recubren el cuerpo entero del portador o se llevan a modo de escudo) y finalmente, títeres o máscaras de rostro (las lleva el bailarín-titiritero, escondido bajo un disfraz destinado a deformar su cuerpo).
Otros tipos
Quedan algunos “títeres” difíciles de clasificar que forman la tercera categoría. Se pueden clasificar algunos instrumentos musicales que tienen una forma humana o animal más o menos completa: arpas con cabeza y pecho de mujer, algunas veces vestidas, como en Centroáfrica o en Gabón, así como en la República Democrática del Congo; tambores con dos piernas y brazos y a veces rostro, como en Costa de Marfil, en la República del Congo, en Ghana, en Guinea o incluso en la República Democrática del Congo; pianos de pulgar (sanza) con la cabeza y los brazos levantados, que se sostiene sobre sus pies como en la República Democrática del Congo, trompas de madera antropomórficas, conocidas entre los bembe de la República del Congo con el nombre de ludi o de nsiba.

También se pueden añadir títeres bailarines acrobáticos, vistos por P. Amaury Talbot en el sur de Nigeria (1915). En este espectáculo, se tiende una cuerda entre dos grandes ceibas y se mantiene tensa con ayuda del esfuerzo de varios hombres. Entonces, con gran solemnidad, el títere trepa a un árbol, después baila hasta el otro por la cuerda, antes de volver a bajar al suelo.

Asimismo, merecen estar en esta categoría los títeres de guante de Nigeria, que no son esculpidos sino confeccionados con tela, descritos por R.E. Ellison (1935), o el gran títere de madera que representa al personaje de Mami Wata, la “Madre Agua” en pidgin, que se puede encontrar en los espectáculos de las fiestas Ekong en el sur de Nigeria, o incluso el farolillo esculpido por el artista Yaskey, con sus figuras animadas, que se lleva en cortejo durante las fiestas de la Linterna en Senegal y en Sierra Leona, durante la fiesta del día del Año o durante el ramadán. Escondidos bajo una plataforma, cinco hombres “accionan las imágenes de mascarada tirando de cuerdas. El artista se sirve de resortes y cañas para colgar los vestidos y unir los miembros de los personaje” (John W. Nunley, 1988).

Las funciones de los títeres

En las sociedades africanas los títeres están muy ligados a sus diversas funciones. Esta función y su relativa importancia en la sociedad están marcadas por los procesos históricos que han hecho pasar a estos objetos teatrales de la tradición a la modernidad. Podemos estudiarlos en tres campos: ritual, lúdico y educativo.
La función ritual
La función fundamental y más tradicional de los títeres africanos está ligada a los rituales. Es una función que da vida a todo el simbolismo de los objetos, ya que toca temas tan diversos como la adivinación, la iniciación, el sistema judicial, el culto a los ancestros, la magia o los ritos funerarios. Además de algunas asociaciones femeninas de adivinación que tienen actividades teatrales, hay adivinos que utilizan títeres y estatuillas animadas. Excéntricos, a menudo, en la elección de su indumentaria, estos “especialistas en cosas ocultas” están cubiertos de gris-gris (talismanes) y poseen un innegable instinto teatral. Saben crear ambiente, sobre todo “ese en el que ronda el misterio, inquietante, comunicativo”. En Burkina Faso, encontramos un sistema de adivinación que se ayuda de dos títeres que evolucionan en pareja, movidos por una cuerda atada a los dedos de los pies del adivino-titiritero (títeres de pies).

Otros títeres son usados para intervenir en interés de la justicia. En la República Democrática del Congo, los songye llevan de pueblo en pueblo una famosa figurilla itinerante, de vestiduras pobres y que lleva piel de serpiente y un collar gris-gris, para arreglar los problemas judiciales.

Todavía hay títeres iniciáticos, como los cinco fetiches que se animan con los pies en la República Democrática del Congo. Los nuevos circuncisos los acompañan con una canción burlona en la que se jactan de su coraje, ridiculizando el miedo de los que temen la circuncisión.

Algunos títeres iniciáticos están relacionados con el culto a los antepasados. Estas estatuillas rituales conmemorativas (a menudo peludas, vestidas, articuladas y parlantes) son difíciles de invertigar. El títere sagrado de los Fang de Camerún es una efigie antepasada instalada en un relicario que contiene restos humanos (cráneos y huesos), velando, inmóvil, por los vivos y los muertos. En el momento del rito, como sus semejantes, esta figurilla es transportada (se lleva como si fuese muy pesada) al santuario situado en medio de la selva. A continuación, los iniciados más antiguos la manipulan como si se tratase de un títere desde encima de una cortina o biombo.

Otras estatuillas animadas intervienen en los ritos funerarios y la magia completa este marco de títeres con funciones rituales. Muchos países como Camerún, el Congo, Ghana y Togo entre otros, tienen títeres funerarios. Los bassar de Togo tienen la figurilla unil: es una pequeña figurilla trenzada con algodón negro que reemplaza el cadáver de una mujer durante sus segundos funerales. En Gabón, los mitsogho hacen andar y hablar al difunto durante la ceremonia funeraria. Tras haber sido maquillado, el cadáver se pone en una cabaña de hojas de bananero. Por la tarde, se acoge al difunto con gritos de admiración y los bailarines hacen piruetas, caen, se levantan y giran como peonzas. En esta ocasión, se hace “andar” y “hablar” al muerto. El portador-manipulador, completamente oculto, se mueve con paso lento, acompañado de cánticos, de bravos, aplausos y ritmo de tambores. Al ser llamado por su nombre, el difunto responde por mediación de un iniciado que está de pie en un escondite.

El papel mágico del títere está relacionado con la medicina tradicional por un lado y con la brujería por otro. Los títeres terapéuticos a veces toman apariencias inquietantes que los confunden con las estatuillas maléficas de la brujería, sobre todo cuando llevan rastros de sacrificios como salpicaduras blancas, capas multicolores de pintura o costras de sangre seca. A veces sus manos sujetan accesorios en forma de cuchillo, lanzas en miniatura, armas o colas de animales peludos. Estas efigies curativas pueden llevar también conchas, huesos, trapos manchados, cráneos, cuernos, plumas y dientes entre otras cosas. Pero independientemente del método de fabricación, se utilizan sobre todo terapéuticamente.

En Mali existen, por ejemplo, figurillas destinadas a que el paciente las lleve encima. En Gabón, los curanderos mitsogho utilizan estatuillas llamadas bwiti para hacer sus diagnósticos. Estos curanderos tienen un poder místico que les permite entrar en contacto con los “títeres”. Así, son capaces de “ver” la enfermedad (“bwiti me muestra…”) o bien “escuchar” lo que está mal (“bwiti me dice que…”). Los africanos también conocen figurillas utilizadas por algunos curanderos para “curar a distancia” las víctimas de envenenamiento. Este tipo de práctica la observó en los años 70 en Zanzíbar un médico alemán: el curandero en trance blandía una figurilla a la que retorcía el cuello para matar así, por procuración, al veneno responsable de la enfermedad de su paciente.

Utilizados en brujería, los títeres traen desgracia, embrujos y muerte. Los Sénoufo de Costa de Marfil tienen el Kafiguélédio, una estatuilla de largos brazos articulados, utilizada por los hechiceros. Vestida con una tela cruda, con un tocado de plumas y púas de puercoespín, el Kafiguélédio, manipulado por el hechicero, apunta con su brazo en dirección a una persona, echándole así un maleficio.

Otro recurso de la magia no se relaciona con la medicina tradicional ni con la hechicería. Tiene que ver con el mundo de los titiriteros-magos en el sentido estricto de la palabra, los que añaden a sus espectáculos números de títeres y de magia llamada feriante. Los manipuladores hausa de Níger y de Nigeria, por ejemplo, conocen muchos trucos de magia: se traspasan la lengua y las mejillas con una larga varilla metálica, “hunden” un puñal en el corazón de un joven espectador, hacen malabares con varios cuchillos y objetos cortantes, se pasan llamas por el cuerpo sin quemarse, tragan cuernos de animales, etc. Los titiriteros-magos de Togo mastican cristales y cuchillas de afeitar con sus propios dientes. Los de Costa de Marfil y Ghana son excelentes contorsionistas.
La función lúdica
Hay una diferencia entre lo sagrado y lo profano en los títeres africanos. En el África negra, como apunta Félix Blaise Malutama Duma Ngo (1988), “los títeres conservan incluso hoy en día un aspecto sagrado” y a menudo juegan “un papel de intermediarios entre los dioses, los ancestros y los hombres, presa de las dificultades de la existencia”. Sin embargo, muchos títeres han servido para entretener al público, volviéndose así profanos, ya que la preocupación por la diversión ha sido el alma del teatro de títeres africano desde siempre. Por otro lado, esta es la razón de que durante los primeros contactos de los exploradores y administradores coloniales, a menudo atónitos, con los teatros de títeres en África, los describiesen y comparasen con las representaciones de Gignol en Francia o de Punch y Judy en Inglaterra.

Esta preocupación por la diversión condujo a los espectáculos populares a contar con un amplio abanico de personajes. Junto a los héroes de la tradición oral, hay otros que provienen de cotilleos y anécdotas, chistes, sátiras personales, o incluso conflictos familiares o caricaturas políticas. A veces los títeres reflejan en escena la tensión social, como por ejemplo las obras satíricas presentadas por los miembros de la asociación Ekong de los Anang de Nigeria. El repertorio está compuesto por numerosos ejemplos de espectáculos que representan la colonización, el progreso técnico, el comportamiento socio-familiar o la sexualidad. Las historias de amantes en las que la conquista termina con el acto sexual son muy populares. Estas escenas eran apreciadas tanto en Ruanda como en la República Democrática del Congo donde estas parejas eran manipuladas por los dedos de los pies de un titiritero que se tapa las piernas (ver pies títeres de).

Las obras, temas y personajes de títeres a menudo están inspirados en hechos históricos o experiencias sociales colectivas. Los conflictos internos o inter-étnicos, así como la experiencia colonial, han producido personajes como Tubabu Kun (cabeza de un blanco) en Mali, que representa el origen del administrador colonial. Entre los títeres que datan de esta época se encuentran los misioneros, funcionarios o militares. “Estos personajes caricaturizados y poco simpáticos sin duda provocan risas, pero eso no es tema fácil” (Olenka Darkowska-Nidzgorski y Denis Nidzgorski).

Los títeres raramente son halagüeños con el poder político. A menudo actúan en el campo de la oposición. Suráfrica, donde las actividades artísticas del titiritero Gary Friedman han participado en la lucha contra el apartheid, es un buen ejemplo. Este tipo de oposición se expresa a veces de una manera muy sutil, como en el caso del vestido que lleva un títere de Níger en la que se puede leer el lema “Por la justicia social”.

Hoy en día, los títeres africanos llegan al corazón mismo de la noción de arte popular. Además de su función lúdica, el teatro de títeres se ha convertido en una herramienta de cultura de masas solicitada frecuentemente. Sin embargo, en su forma popular, incluso profana, ha sufrido importantes transformaciones. Actualmente, por toda África, sin que los rituales cedan terreno, los teatros de títeres aspiran a un público más amplio y ponen énfasis en el contenido laico. Así encontramos compañías famosas, como Kwagh-Hir de Nigeria o el teatro Ki-Yi-Mboc de Costa de Marfil.

Algunos titiriteros hacen gala de un genio creador en espectáculos didácticos, como Danaye Kalaféï de Togo o los cómicos polivalentes de Mali, formados y dirigidos en sus orígenes por Philippe Dauchez (ver Nyogolon.)

Las tendencias modernas se han desarrollado con la llegada del cine y de la televisión a África. El repertorio se ha ampliado para incluir, entre otras, producciones audiovisuales destinadas a los niños. Desde los años 70, han aparecido en Suráfrica personajes nuevos gracias a la televisión: Haas Das, el conejo presentador de informativos (una creación de van Deventer) o Liewe Heksie (Querida Brujita), creado por Verna Vels.
La función educativa
La última de las tres funciones, la educación, caracteriza a los títeres africanos de hoy en día. Algunos todavía juegan un papel tradicional, como por ejemplo las estatuillas utilizadas en las ceremonias de iniciación. Pues estos títeres siempre están relacionados con los rituales y la tradición. Sin embargo, este tipo de acontecimientos sólo conciernen a colectivos restringidos y cada vez son más raros. La educación de masas, por otro lado, se hace para la televisión y otros medios modernos de comunicación. Sus temas vitales son el desarrollo y la sanidad pública.

En Centroáfrica, por ejemplo, en el marco de la acción de desarrollo comunitario, ha tenido lugar un taller central de confección de títeres destinado a proyectos de sensibilización en el medio rural: la vulgarización de nuevas técnicas de producción agrícola y protección del medio ambiente, la alfabetización y el apoyo escolar, la mejora de la artesanía o incluso el aprendizaje de la democracia.

Pero los títeres son sobre todo eficaces en el campo de la medicina y la sanidad pública. Pueden hacer llegar mensajes de temas tan variados como la planificación familiar, los anticonceptivos o las enfermedades de transmisión sexual.

En Togo, la compañía Cauris y calabazas, ubicada en Lomé, participa en la lucha contra el virus de Guinea y anima a las personas afectadas por la lepra a buscar tratamiento.

Con la epidemia de sida que asola el continente la prevención es esencial. El titiritero surafricano Gary Friedman ha creado los títeres “anti-sida” en el marco de la campaña Puppets Againt AIDS. Y no está solo. En Ghana, así como en Kenia y otros países, la Catholic Agency for Overseas Development (CAFOD), una organización no gubernamental británica, ha contado con el talento de los titiriteros locales en su Life saving theatre  (Teatro que salva vidas) para ayudar a los jóvenes a tomar conciencia sobre el peligro de las enfermedades de transmisión sexual, sobre todo el sida.

Así, el teatro de títeres de África es un arte popular muy vivo. Testigo de etapas históricas como la colonización, la independencia, diversas estrategias de desarrollo, hasta el movimiento de globalización actual, ha sabido aguantar fuera cual fuera el tipo de política vigente. También ha sabido adaptarse y no deja de reinventarse y renovar su repertorio y sus medios.

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