Escritor belga francófono con cuya obra dramática se fundó el teatro simbolista. Consiguió trasladar este movimiento simbolista al teatro gracias a La Princesse Maleine (La princesa Malena, 1889), compuesta en verso y más tarde en prosa: “Cuando escribí La Princesse Maleine, me dije: voy a intentar escribir una obra a imitación de Shakespeare para un teatro de títeres.” Aunque Maeterlinck pudo ver en Gante los títeres populares, charlatanes y alegres del spelleke (pequeño juego), soñaba con dedicar sus dramas a otros en los que el actor sería “sustituido por una sombra, un reflejo, proyecciones (…) o por un ser con todas las apariencias de la vida pero sin ella”. Le siguieron en 1890 L’Intruse (El intruso) y Les Aveugles (Los ciegos), dos obras incluidas en el programa del Théâtre d’Art (Teatro del Arte) dirigido por Paul Fort, en 1891 y 1892, y, más tarde, Les Sept Princesses (Las siete princesas, 1891) creada para títeres por deseo del autor por Paul Ranson (1892), Pelléas et Mélisande (1892), más tarde Alladine et Palomides, Intérieur (Interior), y La Mort de Tintagiles (La muerte de Titangiles, 1894) también conocidas como “tres pequeños dramas para títeres”. Maeterlinck pensó también en figuras de cera para sus obras en las que “todo lo que cuenta ocurre en el interior”, en una atmósfera inquieta y penetrante, habitada por almas en claroscuro, en la que el drama desaparece para dar paso a un cuadro en el que “los castillos soñados son los únicos habitables”. Sedujo a músicos como Claude Debussy (Pelléas et Mélisande) y Paul Dukas (Ariane et Barbe-bleue Ariane y Barba-azul) y a renovadores de la escena como Stanislavski y Meyerhold (Soeur Béatrice Hermana Beatriz y L’Oiseau bleu El pájaro azul). Entre nuestros contemporáneos, con sus “títeres agitados por el destino” según la expresión de Artaud, solicita creadores de nuevas formas como Émilie Valantin que, en 1978, con su Théâtre du Fust, realizó una puesta en escena con títeres memorable de Ariane et Barbe-Bleue, o Denis Marleau que hizo de Aveugles una “fantasmagoría tecnológica” con la ayuda de máscaras y retroproyecciones (2002).  “En un teatro que sea un teatro y en el que se representen obras etc., nosotros tan solo creemos, después de M. Maeterlinck, en el aplauso del silencio” (Jarry).