Personaje del teatro de títeres italiano. “Mascara” de origen piamontés, que terminó convertida en milanesa.

Gerolamo ha pasado por más de tres siglos de la historia de los títeres. Nació en un pequeño pueblo en la región de Asti en 1630 y más tarde se instaló en uno de los más prestigiosos teatros de Milán que lleva su nombre: el teatro Gerolamo.

Gioanin Osej creó el personaje en 1630, en Caglianetto de Asti, con el nombre de Gironi (diminutivo de Gerolamo). Este personaje reapareció en la compañía de los titiriteros ambulantes turinenses Giovan Battista Sales y Gioacchino Bellone, convirtiéndose en el protagonista de sus espectáculos. Los Sales-Bellone tuvieron que marcharse de Génova, donde se habían instalado, porque su Gerolamo, satírico, jugando con la homonimia, se burlaba de las autoridades, hasta el punto que irritó el dux de Génova, Gerolamo Durazzo. De vuelta a Turín fueron culpables de lesa majestad con la comedia Artabano I ossia il Tiranno del mondo con Gerolamo suo confidente e re per combinazione (“Artabán I, o el Tirán del mundo con Gerolamo su confidente y rey por casualidad”). Esta vez, la alusión era más directa e implicaba personajes más importantes: Napoleón I y su hermano Jérôme Bonaparte, que acababa de ser coronado rey de Westfalia (1807). Condenados de nuevo al exilio, Sales y Bellone decidieron abandonar a su criatura y crearon un nuevo personaje, destinado también a un largo éxito: Gianduja.

Gerolamo se convirtió, entonces, en el personaje favorito del titiritero veneciano Luciano Zane (1815-1903), que trabajó durante muchos años en Milán y Génova. Fue en Génova, en el Teatro delle Vigne, en 1844.1845, donde le vio Charles Dickens y se entusiasmó hasta el punto de asistir con asiduidad, de incognito, a sus espectáculos, entre los cuales le gustaba mucho Sant’Elena (“Santa Elena”). Zane, que no conocía la identidad del famoso escritor, dio en su presencia un Girolamo interprete di un milordo inglese (Giralomo interprete de un milord inglés), sátira anti-inglesa que, no solo no incomodó a Dickens, sino que le dio ocasión para dar a conocer públicamente sus sentimientos hostiles frente a la política de su país.

Théophile Gautier, en su Voyage en Italie (Viaje a Italia), conoció en Domodossola la compañía de Luciano Zane, que escenifico expresamente para él Girolamo califfo per ventiquattr’ore o i vivi finti morti (Girolamo califa durante veinticuatro horas, o los vivos que fingen estar muertos), inspirada en las Mil y unas noches. Gautier vio a Gerolamo como “sensual… adulador, astuto si hace falta, pero también un poco tonto y grosero”. Fueron exactamente las características del Gerolamo de Giuseppe Fiando, cuyo teatro se estableció con el nombre de Teatro delle Marionette en Milán en 1806: gran bebedor, gran comedor, en el fondo honesto, capaz de impagables despistes como cuando dice que ha perdido su asno y está sentado sobre él.

En manos de Fiando, Gerolamo se convirtió en una marioneta de hilos. Llevaba una larga casaca con brandeburgos rojos, unos pantalones marrones y medias rojas; su cara cubierta de nudos llevaba una peluca oscura con una coleta rizada. El teatro que obtuvo Fiando en 1865 en Piazza Beccaria tomó el nombre definitivo de Teatro Gerolamo.

Entre 1818 y 1821, la novelista irlandesa Sydney Morgan asistió a los espectáculos de Fiando mientras que aquél trabajaba todavía en el teatro de la Piazza del Duomo. En su libro Italy by Lady Morgan, explica que le atrae la idea de la posibilidad de ver un teatro que escapa a la censura austriaca. Si bien juzgó “estúpidas” las bromas de Gerolamo, destinadas a halagar la vanidad del pueblo, apreció las escenas y los mecanismos complicados del espectáculo Zemira Azor.

Otro viajero, Antoine Claude Pasquin, llamado M. Valéry, bibliotecario de Louis-Philippe, analizó el carácter de Gerolamo, y le describió como “mitad Sancho y mitad Sosie…, indignante, vago, goloso”. Gerolamo, con sus proezas dudosas, provocaba la risa y los espectadores se identificaban con él. M. Valéry asistió al espectáculo Alceste o la discesa di Ercole all’inferno (Alcestes o la bajada de Hércules al infierno). En su libro De Paris à Naples (De París a Nápoles), el historiador y crítico de arte Auguste Jal cuenta haber visto en Milán, durante su viaje a Italia en 1834, el drama Il principe Eugenio di Savoia all’assedio di Tamisvar ( El Principe Eugenio de Savoie en la sede de Tamisvar), en el que Gerolamo, “el gran actor, el famoso Gerolamo, está en el centro de la acción…y se sirve de su dialecto para hacer reír a carcajadas a los milaneses”.

Fiando, como anteriormente Luciano Zane en Génova, introdujo ballets en las obras protagonizadas por Gerolamo. Estos bailes, admirados por los espectadores más exigentes, iban a convertirse en un elemento constante del teatro de títeres de los finales del siglo XIX.

Tras la muerte de Giuseppe Fiando, en 1868, la actividad del Teatro Gerolamo continuó con su nieto Angelo, hasta 1882. Después, varias compañías pasaron por este teatro conservando siempre a Gerolamo como protagonista: héroe, a menudo, de proezas patrióticas (Garibaldi al Casino dei Quattro Venti e alla Porta San Pancrazio di Roma ovvero l’assedio dei Francesi alla nostra capitale nel 1849 con Gerolamo sergente della guardia, etc.). Entre las compañías que actuaron en el Teatro Gerolamo, señalemos las de Luciano y Rinaldo Zane, así como la de Antonio Colla, hijo de Giuseppe.

La herencia cultural de Antonio Colla fue recogida por su nieto Carlo quien, con el nombre de de Compagnia Carlo Colla e Figli, continuó su actividad en el Teatro Gerolamo hasta el 1957.  El prestigioso nombre de Gerolamo no ha desaparecido ya que el Piccolo Teatro de Milán creó en 1958, en su sede renovada, un nuevo Teatro Gerolamo, destinado a espectáculos vanguardistas.

Bibliografía

  • Dickens, Charles. Pictures From Italy. Leipzig, 1876.
  • Gautier, Théophile. Voyage en Italie. Paris, 1876.
  • McCormick, John; Alfonso Cipolla y Alessandro Napoli. The Italian Puppet Theater – A History. Jefferson (NC): McFarland & Co., 2010.
  • Sanguinetti, Lemberto. Il Teatro Gerolamo. Milano, 1967.
  • Yorick (Pietro Coccoluto Ferrigni). La storia dei burattini. Florence: Bemporad, 1884.