El teatro de títeres es un terreno sin explorar en Madagascar, pero no cabe duda de su existencia. Jean Victor Rajosoa escribió en 1988 que “…el arte del títere no es nuevo en el país, ya existía y tenía su propia forma en la cultura tradicional de los malgaches”. Vista durante mucho tiempo como una forma de expresión artística importada por los europeos, el arte de los títeres en la gran isla de hecho posee raíces autóctonas demostradas por diversos testimonios. En ciertas leyendas malgaches el títere tiene un lugar honorífico, como en la leyenda del anciano profeta Rabemanana que sabía crear y animar objetos para ponerlos a su servicio. En el museo Gadagne de Lyon, se puede observar una pareja de títeres betsileo que representan a un leñador Bara y a su mujer, reconocibles por su peinado en forma de bola. En Budapest, el Néprajzi Múseum conserva cuatro títeres malgaches, adquiridos en 1900 en la Exposición Universal de París. Son de madera y de trapo, adornados con cuero, botones y perlas, tres de ellos están peinados a la moda imerina y el cuarto a la moda betsimasaraka.
Juegos de niños
Guy Cagniant en 1965-1966, durante una gira pedagógica, atestigua que los niños de la selva malgache (poblada por las etnias Betsimisaraka, Tanala y Zafimaniry) conocían bien la existencia de los títeres de tipo marotte. Algunas son simples, hechos con dos trozos de bambú, la cabeza a veces modelada en arcilla, y un manojo de rafia como prenda de vestir para las mujeres. Otras más elaboradas, con la cabeza de madera esculpida de forma tradicional (estilo próximo al de la escultura zafimaniry), se visten con telas recuperadas de ropas viejas. Los personajes están muy tipificados, y los europeos son fácilmente identificables por su casco colonial o su quepis. Asimismo, algunos investigadores consideran el antiguo juego de “tamaboho” (“kindriandriana” en lengua imerina) un teatro de títeres en ciernes. Este entretenimiento estaba destinado a enseñar modales a los niños. En su origen, este juego estaba formado por semillas redondas que representaban a las mujeres (vavy) y varas de madera para representar a los hombres (lahy). Más tarde, estos elementos se reemplazaron por bolas y bastoncillos de vidrio pintado. El lugar escénico y la decoración se trazaban en el suelo a la imagen de un pueblo tradicional. Se podía jugar en solitario o en grupo. Cada niño, animando uno de sus tomaboho, lo hacía hablar y actuar según los códigos de cortesía en vigor. Según Louis Mollet “nada era más placentero para los ancianos, adosados a la pared para calentarse al sol, que escuchar a los pequeños repetir expresiones y hacer buen uso de las fórmulas apropiadas”. El mundo infantil también cuenta con otros juguetes asimilados a los títeres como los pájaros esculpidos, animados por un balancín, que picotean, mueven la cabeza, las alas o la cola. Los juguetes articulados de forma humana, como las muñecas, son tratadas como personas reales (las cargan, las acunan, las peinan, etc.) pero están reservadas a las niñas, ya que según un antiguo refrán, los niños que realicen este tipo de juegos están condenados a morir jóvenes.
Cuasi-títeres
En el mundo sagrado, muy desarrollado en Madagascar, la ceremonia del “regreso del cadáver” es también considerado un “espectáculo”: se saca al muerto de su tumba, se le cambia de sudario, se le hace bailar en medio del séquito al son de tambores y flautas de bambú. Aunque la animación de reliquias no es integralmente asimilable a la de los títeres stricto sensu, es similar: la técnica para dar movimiento y aliento a un cuerpo inerte (muñeco, estatua, cadáver, objeto) forma la base del arte del teatro de títeres. Aunque los malgaches son conocidos por su destreza manual y su sentido artístico, según Raymond Décary (1951), los muñecos tradicionales llamados kiolona son más bien poco habituales. Existen, sin embargo, numerosas figurillas, de creación reciente, que representan los orígenes étnicos, las funciones y los oficios del pueblo malgache. Estas estatuillas instaladas en grupo nos recuerdan a una especie de belén. Al describir la casa del escultor Édouard Rajoana en 1997, Jean-Loup Pivin observa: “en la primera planta, una especie de grada alrededor del lecho conyugal para poder realizar espectáculos de títeres para los niños, o espectáculos a secas.” Esta presencia de un lugar reservado al “guiñol” da fe del sitio que ocupa este en el universo teatral malgache.
Bibliografía
- Darkowska-Nidzgorski, Olenka y Denis Nidzgorski, Marionnettes et masques au cœur du théâtre africain [Títeres y máscaras en el corazón del teatro africano], Saint-Maur: Sépia, 1998.
- Décary, Raymond. Mœurs et coutumes malgaches [Usos y costumbres malgaches]. Paris: Payot, 1951.
- Férey, Catherine, and Simone Blazy. Marionnettes. Collections du musée Gadagne, Lyon [Títeres. Colecciones del Museo Gadagne, Lyon]. Lyon: Le Tout-Lyon, Emcc, 2000.
- Fouchet, Max-Pol. Les Peuples nus [Los pueblos desnudos]. Paris: Buchet-Chastel, 1981.
- Mollet, Louis. “Politesse malgache et jeux d’enfants” [Cortesía malgache y juegos infantiles]. Revue de Madagascar. No. 35, 1966.
- Pivin, Jean-Loup. “Édouard Rajoana, sculpteure: la maison dans un jardin de nuage” [Édouard Rajoana, escultura : la casa en un jardín de nubes]. Revue noire. No. 26, 1997.
- Viloteau, Nicole. Les Sorciers de la pleine lune [Los brujos de la luna llena]. Paris: J’ai lu, 1991.