Títere de guante tradicional en Catalunya, divulgado internacionalmente a partir de 1932 gracias a los artículos publicados por el maestro Harry Vernon Tozer en el anuario Puppetry Yearbook. Tanto su construcción como su manipulación presentan notables diferencias con respecto al Guignol lionés. Cabeza, hombros y pecho forman una sola pieza, esculpida generalmente en madera de tilo. Debido a que las tallas se encargaban a escultores de efigies religiosas, sus rasgos faciales son más humanos (o bien menos grotescos) que los que caracterizan a los demás títeres de guante europeos. Al cuerpo de madera se sujeta un canesú (ànima) sobre el cual se colocan los vestidos, consiguiéndose así una caída muy natural de estos tanto en las figuras femeninas como en las masculinas. La pieza de madera presenta tres orificios en los que el titiritero introduce los tres dedos centrales de la mano, mientras que el pulgar y el meñique, encajados en sendos casquillos cónicos (didales) fijados  a las mangas del canesú, se reservan para accionar los brazos. Las manos del títere se pueden incluso intercambiar durante el espectáculo por otras manos que empuñen espadas, garrotes, cestos u otros objetos (mà de puny). Todo ello, unido a una dimensión corporal sensiblemente mayor a la del guignol, contribuye a que sea más pesado y de más difícil manipulación que este, pero el putxinel·li le supera en cambio por gestualidad, presencia escénica y capacidad expresiva.

Entre los titiriteros que lo han usado cabe destacar a Isidre Busquets, Fredericu de Figueres, Joan Palou (activos en el siglo XIX), Juli Pi (1851-1920) y, ya en el siglo XX, a Antoni Faidella (1891-1970), la dinastía Anglès (Anglès Pallejà, Anglès Vilaplana y Anglès Guzmán) y la dinastía Vergés (Vergés Prats, Vergés Cadena, Vergés Martínez). Su uso ha ido decayendo paulatinamente, y en los inicios del siglo XXI sólo lo utilizan las compañías Putxinel·lis Vergés y Pa Sucat (esta última desarrolla además una positiva labor de divulgación del putxinel·li entre los escolares).