Teatro de sombras de Tamil Nadu, al Sur de la India. Tolu significa cuero y bommalattam figurilla, muñeca o títere en la lengua tamil. En Tamil Nadu, el teatro de sombras tolu bommalattam es una expresión popular entre los miembros de una misma familia. La importancia del grupo varía entre tres y nueve personas. Las familias intérpretes del teatro de sombras viven en el centro y el Sur del estado. Pertenecen a la comunidad de los Mandikar, venidos de Maharashtra durante el siglo XVIII durante el reinado de los Maharathhi de Tanjavur. En seguida se manifestó un creciente interés en las regiones del Sur de Tamil Nadu y los dirigentes apoyaron el teatro de sombras.
Aunque viven en Tamil Nadu desde hace más de dos siglos, los titiriteros Mandikar se comunican entre ellos en la lengua marathi, pero actúan en tamil. Las inflexiones de la voz, en el significado de los sonidos queda como elemento esencial para los titiriteros-narradores. Los Mandikar dividen el territorio de actuación entre las familias. Algunas son fieles a sus regiones predilectas. El reparto se decide durante una reunión anual de los Mandikar. Abril y mayo son los mejores meses de representación, ya que están justo después de la cosecha.
La epopeya de Râmâyana, la historia de Nallathangal y el matrimonio del dios Murugan y la diosa Valli componen el repertorio de estos grupos nómadas. Según la capacidad económica de una ciudad, una familia puede actuar durante diez noches consecutivas. Antaño, el jefe de la ciudad hacía una especie de contrato con los actores y determinaba con ellos la selección de capítulos, el número de noches y la remuneración por parte de toda la comunidad de la ciudad. Hoy en día estas transacciones ya no se dan. La familia va a una ciudad, alquila una cabaña para los días de representación, vive allí durante el día y la utiliza como teatro a la noche.
Se cuelga una pantalla de algodón blanco de un metro de largo. Tras la pantalla, el actor principal se sienta en el suelo con su asistente masculino. Una bombilla eléctrica o un quinqué alumbra las figuras por un solo lado y proyecta su sombra por el otro, hacia los espectadores, que la ven en la pantalla. El cuero perforado de las figurillas permite al público reconocer a los personajes que se mueven en una mancha luminosa. Cada figurilla se sostiene contra la pantalla con varillas de bambú sujetas directamente en la superficie del cuero.
Los manipuladores fabrican ellos mismos sus figurillas de cuero. Las más antiguas estaban hechas con piel de gamo. Desde el decreto de 1970 que prohibió la caza de ciervos, las figurillas se hacen con piel de cabra o carnero. Tras haber comprado la piel, el manipulador la sumerge en una solución de cal. Hace que se seque al sol y después la deja madurar en un lugar cubierto durante varias semanas. A continuación, marca las líneas con un carbón de madera y procede a un complicado sistema de perforaciones en la piel. Estas corresponden a los ornamentos de los personajes que se copian de las figurillas antiguas o de las imágenes del calendario. El color es de poca importancia, ya que la piel es gruesa y opaca y los tintes no los ve el espectador. Normalmente hacen falta cinco años para crear un lote de cuarenta a cincuenta figurillas. Las figurillas viejas o estropeadas nunca se queman ni se tiran.
Durante la representación, el manipulador pone las figurillas a hablar con una voz de ventrílocuo. Los miembros de su familia le ayudan en la manipulación. La esposa del manipulador principal, o, a falta de ésta, otra mujer, se sienta delante de la pantalla, del lado de los espectadores y toca el armonio. Repite cada frase cantada del manipulador y reacciona a sus “golpes de efecto” como a sus bromas con gritos o comentarios. Su papel es de gran importancia pues en ella recae el efecto dramático. Alguien que toca el mridangam (tambor con dos pieles) lleva el ritmo del canto. El manipulador lleva, atada a su pie, una tablilla de madera que le sirve para enfatizar la violencia de los combates o la huída de los personajes. Su ayudante utiliza una especie de armónica, el pavra, para representar de manera sonora los demonios y los traidores. A veces, el manipulador principal ata a su pierna una tobillera de metal con campanillas, el krakker, con el objeto de aumentar la gracia de la danza de las figurillas.
En el Tamil Nadu contemporáneo, perdura la creencia de que un episodio de Râmâyana o de la historia de Nallathangal representado por el tolo bommalattam llevará lluvia y cosechas abundantes y protegerá a la sociedad de espíritus malignos. Sin embargo, incapaces de luchar contra la pobreza que los azota, numerosos grupos reemplazan la actuación de sombras por bailes femeninos y estos bailes, que ahora tienen un lugar importante en el cine, tienden a suplantar el teatro de sombras.