La República Dominicana se encuentra en América Central, y limita al Norte con el Océano Atlántico, al Este por el Canal de la Mona, que la separa de Puerto Rico, en el Sur con el Mar Caribe y al Oeste con la República de Haití .

Los inicios del teatro en las Antillas se remontan al siglo XVI, como en el resto del continente, formando parte de las festividades religiosas de la época. Según Otto Olivera, “En el principio era simplemente baile, invenciones y juegos que se celebraban en los días festivos de la iglesia o de los terratenientes; pero muy pronto, en el mismo siglo, se convirtieron en un juego dramático con actores.” El primer espectáculo de teatro en Santo Domingo, la capital de la República Dominicana, se llevó a cabo en 1588, durante las celebraciones de Corpus Christi.; un Cristóbal Llenera (nacido en Santo Domingo, donde murió en 1627) hizo una pequeña representación.

Narradores y poetas dominicanos tuvieron su lugar en la historia del teatro local, poniendo en escena obras de teatro originales entre 1772 y 1917. Entre estos estaban los narradores José Núñez de Cáceres (1772-1846), F. Dávila Fernández de Castro (1804-1879) y Manuel del Jesús Peña y Reinoso (1834-1915). Las piezas escritas por estos “poetas-narradores”, escribe Carmen Bravo Villasante, “están salpicadas de burlescas ocurrencias cotidianas de campesinos locales y personajes cómicos del teatro español. Esta poesía … es en forma de teatro dialogado.

También había teatro, circo y títeres en Santo Domingo. A pesar de que los documentos en los archivos oficiales son escasos, siempre hubo influencias extranjeras, y una actividad local continua, aunque con altibajos.

Hay que esperar hasta mediados del siglo XX para encontrar  rastros de espectáculos de títeres en la República Dominicana. La aportación de Carmen Natalia (1817-1976), que adaptó los cuentos de Charles Perrault, fue importante. La bella durmiente y Cenicienta fueron representadas en junio de 1950 en el teatro Olimpia bajo la dirección de Maricusa Ormes y por los estudiantes de la Academia de Arte Dramático Maruja de Farbes. En febrero de 1951 en La Nación se publicó una reseña de un espectáculo de guiñol en Santo Domingo que tuvo lugar en la Escuela Nacional de Bellas Artes con la representación de La hada encantada. La dirección corrió a cargo de Jesús Lizan y los títeres habían sido fabricados por los alumnos de dicha escuela.

Entre las décadas de 1960 y 1980, la inestabilidad política y social paralizó la actividad artística en el país y hubo que esperar hasta los últimos años de la década de 1970 para presenciar la resurrección del arte del títere gracias al teatro Gayumba, fundado en 1976 por Manuel Chapuseaux; al Teatro Chispa (1980), dirigido por Ángel Mejía; y al teatro de títeres Cúcara Mácara, de Basilio Novoa. Este movimiento se extendió con Papalote, teatro para niños dirigido por Víctor Checo y Aidita Selman (1984), con el taller Pisá Colá de Alexis Santana (1984) y con Carcajada, con la dirección de Pedro Jiménez Valenzuela (1989). En la década de 1990, se establecieron otras compañías: Ti Ti Ti (actuaciones para niños) de Jorge Pineda (1990), el Teatro del Sol de Elvira Taveras (1990), el teatro Sonrisitas de Dulce Elvira de los Santos (1991), la compañía Caquito (1991), el teatro Capuchín de Jochi Brito (1992) o incluso Tipití, animado y dirigido por Xiomara Rodrigo.

Bibliografía

  • Bravo Villasante Carmen, Historia y antología de la literatura infantil iberoamericana, v. II, Madrid, Editorial Doncel, 1966.
  • Olivera, Otto. Breve Historia de la literatura antillana. Mexico: Ediciones De Andrea (Manuales Studium), 1957.
  • Rodríguez, Marco Antonio. “Teatro Infantil de Santo Domingo (República Dominicana): una criatura caribeña de ensueños universales”. En Teatro de Muñecos de Hispanoamérica. Bilbao: Centro de Documentación de Títeres, 1995.
  • Teatro de muñecos de Hispanoamérica, Bilbao, Centro de Documentación de Títeres de Bilbao, 1990 (reimp. 1995 y 2000).