En Occidente se conocen tres grandes tentaciones, la de San Antonio, la de Fausto y la de Don Juan, tres tipos llevados al mito: la lucha ascética de Antonio contra las seducciones del Maligno, el compromiso insaciable de Fausto en el camino de los conocimientos prohibidos y la búsqueda feroz del embustero Don Juan que se juega el amor y la muerte.
Santo de leyenda, Antonio fue el inventor real del monaquismo. Pasó casi toda su vida, la cual fue larga (ciento cinco años, 251-356), en la soledad de los desiertos de Egipto. En su retiro en Pispir fue invadido por visiones demoníacas relatadas en su Vie (Vida) por Atanasio de Alejandría (hacia el 360), difundidas en Occidente a través de la La Légende dorée (La leyenda dorada) de Jaques de Voragine (entre 1250 y 1280) y conocidas con el nombre de “tentaciones”. En la Edad Media, la orden hospitalaria de los Antoninos dejaba sueltos a sus cerdos, que llevaban una campanilla. De aquí nació la asociación, común desde el s. XIV, de Antonio con el cerdo en las representaciones del santo anacoreta. Es el “padre de los monjes”, el patrón de los mercaderes de cerdos y de los carniceros, de los tejedores de paños (de los sayales), protector del fuego de San Antonio (de los quemados) y de la peste, conservador de la especie porcina. También es el patrón de los sepultureros porque con noventa años enterró al ermitaño Pablo en el desierto – dos leones cavaron la tumba con sus patas. La piedad popular le confunde a menudo con San Antonio de Padua (1195-1231), invocado para encontrar los objetos perdidos.
La Tentación de San Antonio es una farsa sobre la moralidad y esto hace pensar que pudo servir de entremés de una obra de carácter serio. Pero no conocemos el modelo que debería ser la fuente de las múltiples versiones representadas por las numerosas compañías ambulantes o en los teatros sedentarios, que representaron La Tentación por toda Francia y Bélgica con sus títeres à tringle e hilos. Gaston Baty ofreció en 1939 una versión recopilada. La obra comienza con un consejo de los diablos. Plutón envía a sus tropas a tentar a Antonio que, gracias a sus oraciones, priva al infierno de su clientela. En Tebaida, Proserpina intenta seducir con sus encantos a Antonio, que resiste al propio Plutón. Todos los diablos se enfurecen, prenden fuego a la cola del cerdo, destruyen la ermita y arrastran a Antonio. Entonces aparece un ángel que reconstruye la capilla y convierte al dragón Plutón en una corona de flores. En apoteosis, Antonio sube a los cielos seguido del cerdo. El conjunto se acompaña de canciones compuestas con sonidos antiguos. Baty se preguntaba si los Airs du pot-pourri de la Tentation de saint Antoine (Aires del popurrí de la Tentación de San Antonio), de Michel Jean Sedaine, habían inspirado a los titiriteros. Pero la composición de Sedaine (1750) no incluye las escenas principales, como la quema de la cola del cerdo o la destrucción de la capilla, ambas acompañadas en el teatro por cantos que han influido en el toque folklórico de sus composiciones. Pero realmente son los títeres los que inspiraron a Sedaine. De cualquier modo, La tentación era ya un verdadero clásico a principios del s. XVIII. Fue retomada por el teatro de sombras a partir de 1791 y prolongada en las hojas de las estamperías de Metz, Épinal y Nancy. En el s. XIX, el tema era tan popular que la palabra tentación se empleaba a veces para referirse al títere. En 1888, Henri Rivière realizó unas magníficas sombras y decorados para la representación de La Tentación en el teatro del Chat noir. De modo general, la moda se apagó en la época de la guerra entre 1940-1945. Mientras tanto, en 1924, Ghelderode “reconstruyó” una breve Tentación que todavía se incluye en el repertorio de Toone. A partir de esquemas de antiguos titiriteros, Jaques Ancion reescribió una Tentación larga que, desde 1976, representa a Antonio, la tropa infernal y al fiel cerdo en el teatro Al Botroûle.
En cuanto al cerdo, cabe mencionar que no era raro utilizar un cochinillo vivo. De este modo, en la feria de Lieja hacia 1860 y en Gilly, Léopold Bouret que representaba su último espectáculo en la Baraque de saint Antoine, dijo: “Mi mujer y yo compramos de vez en cuando un cerdito. Lo lavamos varias veces a la semana y le damos exactamente la misma comida que comemos nosotros para que crezca más despacio. Su ración también incluía un litro de ginebra a la semana”.