El país, colonizado por los belgas hasta 1962, se vio transformado por las acciones conjugadas del misionero, el mercader y el militar (las “tres M”). La colonización destruyó los cimientos, las manifestaciones y los signos distintivos de las creencias de Ruanda (los cultos a los muertos y a los héroes divinizados Ryangombe y Nyabingi), considerados paganos y anticuados. Los amuletos (impigi) y otros instrumentos de culto fueron condenados al fuego o a la clandestinidad, así como trozos enteros de la cultura que se apoyaban en ellos. Fueron reemplazados por objetos de devoción cristiana como los escapularios y otros rosarios, el arte decorativo que reproducía los grandes momentos de la vida cristiana (belenes de Navidad) o de la vida cotidiana. Sin embargo, a pesar de este paréntesis colonial y del genocidio de 1994, en el ámbito artístico ha sobrevivido un sincretismo hecho de aportaciones internas y de intercambios, especialmente con los Grandes Lagos de África.

Los espantajos articulados

El imaginario de Ruanda ha sido siempre fértil, especialmente en los campos de los objetos animados y de los títeres. De este modo, ha creado una serie de espantajos con fines disuasivos. Algunos son seres de ficción, como por ejemplo Akavumburamashyiga, un pequeño animal que se supone que se deja en las cenizas calientes de la casa para que el niño deje de llorar por las noches. La idea del títere en las fábulas y los cuentos se originó en las bromas del héroe malicioso (tramposo) Bakame (la liebre). En el dominio real, el espantajo utilizado para asustar a los pájaros de los campos (de mijo o de frijoles), dependiendo de la región, se llamaba de forma diferente dependiendo de la calidad de su vigilancia: ikidahumbya (“no cierra nunca el ojo”), kadahwema (“no se cansa” de hacer círculos en el aire) e incluso kadahumeka (“no recupera el aliento” como los humanos). Más sofisticados unos que otros, algunos articulados, estos espantajos amenazan a los intrusos con sus armas y sus muecas faciales (a menudo hecho de plátaneros). Los cascabeles que se pueden agitar desde lejos con una cuerda, se añaden a su atuendo; al mismo tiempo, se imitan los ladridos de perro.

El juguete títere

En las manos de los niños, el juguete títere tiene más bien fines lúdicos y pedagógicos. Con  barro, arcilla o ramas, los niños fabrican figurillas con efigies de pastores, cazadores, vacas o perros, que animan para reproducir escenas de la vida del pueblo, adaptando el idioma a cada circunstancia. La cosecha estival de sorgo siempre ha ofrecido oportunidades a los niños para crear, a partir de tallos secos y de tiras cortadas, objetos diversos convertidos actualmente en imitaciones de chismes de la civilización moderna: gafas, bicicletas, coches, aviones con hélices de papel, vaqueros… Encontramos los mismos objetos tanto en madera como en muñecos de tela que representan animales, personajes… Encontramos los mismos objetos tanto en madera como en muñecos de tela que representan bebés, cachorros, gatitos, conejos. Los jóvenes competidores organizan carreras para ciclistas articulados casi tan verdaderos como la naturaleza.

El títere

Sin embargo, el títere no es exclusivo de la juventud. Las estatuillas iniciáticas circulan sobre todo en las zonas fronterizas con la República Democrática del Congo y Uganda. Los magos, brujos y otros maestros de las ciencias ocultas los utilizan en sus rituales para someter a sus admiradores. Los títeres siguen entreteniendo a la gente en las colinas al margen de las fiestas o los mercados. En Gisenyi, en el Noroeste del país, los titiriteros famosos de la década de 1950 tenían como costumbre presentarse en  las zonas frecuentadas tras la misa del domingo. Estos hombres venían de lejos, y según los recuerdos de M.P Bastin, su pequeño tamaño sugería su origen pigmeo. Ante la audiencia estupefacta, soltaban una letanía de palabras codificadas mientras animaban con sus los pies un par de títeres que a veces participaban en simulaciones sexuales tan escandalosas que los adultos incluso mantenían alejados a los niños (ver Ritos y Pies, títeres de). Hoy en día, el títere de calle se implanta en los barrios populares de la capital, Kigali, especialmente en Nyamirambo. Para mejorar su día a día, los adolescentes ingeniosos los usan para contar las “noticias frescas” y los cotilleos bajo la atenta mirada de los transeúntes dispuestos a pagar por una historia insólita relacionada con su vecindario.

Bibliografía

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  • Darkowska-Nidzgorski, Olenka y Denis Nidzgorski, Marionnettes et masques au cœur du théâtre africain [Títeres y máscaras en el corazón del teatro africano], Saint-Maur: Sépia, 1998.
  • Houdeau, Serge. Panorama de la littérature rwandaise. bilan-bibliographie, choix de textes en français [Panorama de la literatura ruandesa. Balance bibliográfico, selección de textos en francés]. Butare, Rwanda, 1979.
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  • Munyarugerero, François-Xavier. La Littérature rwandaise. Bilan, problèmes et perspectives [La literatura ruandesa. Balance, problemas y perspectivas]. Ruhengeri: Université nationale du Rwanda, 1982.
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