Títere procedente de Lieja, manipulado únicamente por una tringle fijada en la parte superior de la cabeza, que apareció sobre 1860. En Lieja, se practicó la ignorancia o desprecio hacia el títere durante mucho tiempo. La primera mención al héroe popular está fechada en 1885 y, en 1887, un escritor consagró al “ya inmortal Tchantches, tipejo y buen muchacho, prudente y sutil, de soluciones rápidas y con muchos recursos”, nacido de padre desconocido. Un titiritero inspirado – ¿cuál? – acentuó el carácter de uno de sus personajes populares con el nombre muy utilizado de Tchantchès (deformación dialectal del nombre Françwès: François). El éxito fue contagioso, el nombre se hizo genérico y fue adoptado por todos sus compañeros que solo tenían nombres como Cananète, Gnouf-gnouf, Trènoupet… Fundador y libertador, Tchantches se conforma mal con un traje “uniforme”. Cada titiritero le da una voz y relieve propios, permitiéndose improvisar en un lenguaje (valón-francés) sazonado con sal gorda – ¡a veces con todo el salero! – y que contrasta con la lengua de los mayores. Según los teatros, actúa como figurante o tiene un papel más importante, pero nunca el principal. Intemporal, va junto a Carlomagno, Tristán o Genoveva de Brabante y también le podemos encontrar en el portal de Belén que se opone a los invasores modernos. De buen corazón, pero tozudo, de una amistad eterna pero pendenciero, adepto de un arrebato “envenenado”, es un gran bebedor de peket (ginebra). Su mujer Nanèsse (Agnès), también bebedora de peket, es desabrida y cotilla. Tcahntches sufre a veces, pero con buen humor. Si aplastado, se endereza con un brinco que descubre la esencia popular del valón bromista y sentimental. Los escritores siguieron a los titiriteros. Introducido en la literatura, Tchantches se convirtió en algo más que un títere, un tipo “que fijaba la conciencia de comunidad: es el rostro en el que se reconoce todo un pueblo que ríe, un mito moderno resultado de un modesto actor de madera” (Maurice Piron). Goza de un reconocimiento que le ha dado el honor de tener dos monumentos en el centro de Lieja. El viejo Tchantches, que entró en el teatro Al Botroûle en 1964 con un gorro de tejido flexible, de ahí su nombre de Bonète (Bonnet, gorro en francés), opina: “soy vuestro infinito contemporáneo”.