El títere en Burkina Faso posee tradicionalmente varias funciones, especialmente la adivinación, el ritual y la diversión.
Burkina Faso (antiguo Alto Volta) es un país con una fuerte tradición en el uso de las máscaras con la cual aparecen relacionados los títeres. Dominada por el pueblo Mossi desde alrededor del siglo XVI, se compone de muchos grupos étnicos, cada uno de los cuales pueden tener sus propias prácticas y su propio estilo. Fue un protectorado francés desde 1896 hasta 1958, tomando su nombre actual en 1984. La población es musulmana, cristiana y animista, pero con una mayoría que practica una mezcla de animismo con otra de las religiones.
Los títeres en Burkina Faso pueden funcionar como parte de los rituales de adivinación y de entretenimiento. También se puede, por supuesto, vincular la riqueza de las mascaradas con los títeres, especialmente teniendo en cuenta la cantidad de imágenes de gran tamaño: representaciones de aves, antílopes, monos, peces y figuras de serpientes; artistas en zancos para caminar; o estructuras que pueden convertir el cuerpo humano en una especie de abstracción. Consideremos, por ejemplo, la cola de 3 metros de largo que surge desde la parte superior de un tocado de serpiente usado por un bailarín vestido de rafia del pueblo bwa. O las amplias “alas” de una máscara de mariposa bwa con su llamativo diseño de círculos concéntricos de color blanco, negro y rojo. Estas máscaras, que están muy extendidas, a menudo podrían considerarse como títeres. Pero estas máscaras, que se utiliza en la iniciación, adivinación, control jurídicosocial, celebraciones del festival, y los rituales funerarios no serán tratadas aquí. Sólo se hablará de las usadas para la adivinación donde el objeto se considera a veces como el “motor”, además de las manipuladas para el entretenimiento contemporáneo o las figuras educativas donde el manipulador utiliza títeres para lograr sus propósitos.
Títeres adivinatorios y rutuales
Se tiene constancia de la existencia de títeres adivinatorios en el seno de los Lobi, los Tegessie, los Birifor, los Bobo, los Bobo Fing y los Mossi. Durante las sesiones de algunos adivinos, se animaban estatuillas de madera por parejas. En 1931, Henri Labouret proporcionó una descripción detallada a partir de una consulta observada a Tonia Kambire, un adivino de Bokona. La escena se desarrolla en un espacio delimitado por las piernas separadas del vidente, sentado en el suelo. Los títeres evolucionan en el interior de un cuadrilátero de color dibujado sobre la arena con hematite (marrón-rojizo) y caolín (blanco), dividido en cuatro sectores. El adivino coloca, en el centro, un recipiente con forma de botella hecha con cuero de buey, que contiene caracolas marcadas y una campanilla de hierro. Los títeres, unidos con un hilo atado en bucle, son pequeños: miden 8 centímetros. Están desnudos, ornados únicamente con algunas caracolas. Cada uno está fijado sobre un círculo (una especie de rueda inmóvil) y pueden desplazarse con soltura incluso por un suelo irregular. El titiritero coloca sus figuras cerca de las líneas transversales, sujetando el hilo entre los pulgares de sus pies (ver pies, manipulación), en medio del cuadrilátero. A continuación hace sonar la campanilla y evoca los nombres de sus ancestros, de dioses, animales totémicos, de lugares sagrados. Tras este encantamiento, interpela a sus dos figurillas, un hombre, Sié, y la otra una mujer, Yeli. El adivino les habla como si estuviesen vivos, les amonesta, les pide que obedezcan y no discutan, que no rían, que no se diviertan y que lleven a cabo su trabajo. Después, tira al suelo dos caracolas invocando a su padre y le pregunta si no saldrá nada malo para él en esa consulta. El objetivo es obtener respuestas a algunas preguntas; el adivino se dirige a sus muñecos para pedirles ayuda. Éstos avanzan sobre la cuerda, saludan, se inclinan, saltan y caen. El adivino interpreta cada uno de sus movimientos.
Esta representación parece una variante adivinatoria de los títeres para pies, masculino y femenino, que se encuentran en muchas partes de África, que por lo general se considera como puro entretenimiento o juego para niños.
Este es sólo uno de muchos ejemplos concretos y diversos de títeres como figuras para la adivinación.
Las figurillas de cuero de los Bobo-Fing se destinan también a la adivinación y el espectáculo. Están manipuladas por el “que dice las cosas sagradas” en el interior de su choza y forman parte del proceso adivinatorio y de confirmación de veredictos conocido con el nombre de zo. Estas figuras oráculo de la fortuna son desplazadas manualmente por el maestro de la sesión como si fueran las fichas de un ajedrez.
También existen figurillas con el “don de la palabra”. Pertenecen a los brujos (a menudo ventrílocuos) que les hacen hablar. Poseen una boca articulada y se expresan durante las consultas con un timbre agudo y en una lengua concreta (a veces extranjera) que necesita traducción por parte del adivino. Dos de estos fetiches, que representan una abuela y su nieta, se conservan en el pueblo de Koho a pocos kilómetros de Ouahabou. Pertenecieron al ya fallecido Lamien Siéméyéré.
Para los Bolon, los muñecos teatrales intervienen en situaciones que son a la vez sagradas y profanas. Preceden a las máscaras en las salidas diurnas. Un títere bolon se compone de un armazón, escondido bajo un traje rojo, con largos brazos y una máscara en miniatura con seis cuernos, esculpido en madera. El titiritero acciona la figura recostado sobre una cama llevada en alto y disimulada tras una tela. Dirige los brazos del personaje hacia el cielo y los mantiene en esa posición, dominando así las cabezas de los espectadores.
Títeres, muerte y funeral
Los títeres, como las máscaras, pueden aparecer en las celebraciones fúnebres. En Bobo-Dioulasso, en 1957, se sacaron en el funeral de un anciano muy venerado de la familia Kulibali cuatro teatrinos de títeres. Estos pequeños teatros móviles se parecían a los de Mali: una caja rectangular cubierta de tela con una cabeza de animal de madera fijada por delante y con algunas figurillas que salen por las aberturas que hay en la espalda de este “animal”. A esta ceremonia fúnebre realzada por títeres acudió una impresionante multitud.
En el seno de los Mossi, se podía asistir, todavía en los años 1940-1950, a prácticas mágicas destinadas a descubrir a los responsables de la muerte de una persona (comedores de almas), ya que, para los africanos, la muerte nunca es un fenómeno natural. De entre estos procesos, basados en la animación de objetos “sobrenaturales”, se puede describir la ceremonia fúnebre de un cadáver “titerizado”. Para ser manipulado, era preparado como un “paquete mortuorio” y fijado sobre una camilla. Confeccionado de un modo particular, podía estar hecho de dos maneras: el singo y el séongo. El singo está compuesto por una bola de tierra, sangre de sacrificio, ropa del muerto, un mechón de su pelo y trozos de sus uñas y es transportado por dos hombres. El séongo es transportado por cuatro hombres y llevaba, además, un lagarto vivo, una campanilla y un gorro lleno de grillos. Tanto uno como otro se animaban tras una señal del maestro de ceremonias. Con un profundo silencio, el singo o el séongo entraba en trance, saltaba, se balanceaba, enloquecía y se lanzaba hacia la multitud para nombrar al presunto culpable. Los portadores decían ser guiados por una fuerza irresistible que emanaba del objeto mortuorio. Esta energía misteriosa, que sale de una cosa sin vida, es reivindicada por muchos manipuladores de objetos, titiriteros o magos.
Los Lobi tienen una práctica similar llamada “el interrogatorio del cadáver”, en la que los oficiantes reaccionan bajo el impulso que les da el difunto. Según sus testimonios, cada uno de sus gestos se guía por la voluntad del muerto y se sienten empujados físicamente.
El teatro de títeres tradicional
Figuras adivinatorias y representaciones con cadáveres pueden posiblemente salirse del ámbito de las definiciones occidentales de los títeres. Pero además de la multitudinaria presencia de las máscaras, también encontramos teatro de títeres en Burkina Faso. Los Lobi, conocidos como un pueblo sin máscaras, están, sin embargo, familiarizados con los títeres. Sus esculturas antropomorfas acaban generalmente en un mango afilado que permite adivinar su función de títere. También existen bustos humanos realizados en madera esculpida con orificios visibles, con un sistema de articulación (uno de ellos se conserva en la antigua colección del Museo nacional de artes africanas y oceánicas en París). Un títere original con forma de perro articulado forma parte de la colección Guenneguez. La representación de este animal recuerda que los Lobi consumen carne canina.
Los títeres destinados a la diversión están ampliamente documentados en la región de Gaoua. En 1902, Maurice Delafosse asistió en Téhini a alegres espectáculos de títeres de pies, manipulados por un viejo narrador africano. “Es la danza eterna del amor transportada al teatro de Guiñol” escribió a propósito de su repertorio y constatando que sus entretenidos juegos amorosos atraían a un gran público.
Un nuevo teatro
Un teatro no tradicional, de inspiración occidental, nació en las ciudades y parece representar el futuro del títere en Burkina Faso. El Théâtre de la Fraternité (Teatro de la Fraternidad), vinculado desde 1975 a la Escuela Municipal de Uagadugú, y separado de ésta en 1979, está dirigido por el Profesor Jean-Pierre Guigané (1947-2011); el cual jugó un papel preponderante en la difusión de esta forma moderna de teatro, así como en la organización de la organización del Festival International de Théâtre et de Marionnettes (FITMO), en Ouagadougou desde 1992. Este teatro también es importante para la formación de titiriteros con la colaboración de maestros europeos y para la elaboración de proyectos culturales. El teatro Yoyo, conocido en el extranjero, propone un repertorio inspirado en la literatura oral africana pero con títeres de carácter universal.
Uno de los ejemplos más impactantes de estos últimos años es el de la compañía franco-burkinabé Les Grandes Personnes d’Afrique Gigantes de África. Formada en 1998 y bajo la batuta de Christophe Évette, especializado en gigantes en Francia, la compañía se describe como una “pequeña empresa de títeres gigantes”, en la que éstos tienen tres o cuatro metros de altura. La compañía ha participado en festivales y en carnavales de todo tipo. Ya, durante el verano de 1997, participó en la Carnavalada de la Copa del mundo de fútbol en París. En 2000, los desfiles de “Boromo” y “Oury” atravesaron el país y, en febrero de 2003, participaron en grandes espectáculos urbanos en Bobo-Dioulasso y en Ouagadougou. El grupo hizo desde el año 2003 repetidos viajes a España, Francia y varios países de África y tiene un variado repertorio. Participó en 2012 en la Cabalgata de los Reyes Magos de Madrid. Su espectáculo Río (2003), con más de doscientas personas que participan como manipuladores fue descrito como “un desfile extraordinario poblado por animales gigantes, hombres con cabezas de pescado, el agua puede sombrillas, las nubes y las medusas domesticado…”. Titiriteros profesionales más jóvenes, como Eric Zongo, que ahora trabaja en Francia, han surgido de este grupo y actúan a nivel internacional a medida que se desarrollan como titiriteros.
También se han llevado a cabo otras colaboraciones interculturales. Un ejemplo es la Compagnie Zouak, francesa, (dirigido por Alban Thierry) y la Association Niban con sede en Boromo, Burkina Faso. Las compañías adaptaron para teatro – con títeres, danza de máscaras y música – la novela, Crépuscule des Temps Anciens (El ocaso de los días pasados), del escritor de Burkina Faso Nazi Boni, una novela que explora la vida pre-colonial del pueblo Bwamu. Bajo el nombre de Compagnie Zouak-Niban, se representó en el Festival Mondial des Theatres des Marionnettes en Charleville-Mézières en 2011. Otra compañía, con sede en Ouagadougou, La Compagnie du Fil, que ha colaborado con Compagnie OpUS (de Niort en Francia) , participó activamente en la realización de talleres en diversas técnicas de títeres, incluyendo el teatro de sombras chino, con el apoyo de la Fundación Príncipe Claus y el Centro Cultural Francés.
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