Las artes del títere tradicional en Kazajstán presentan variedades regionales de una misma naturaleza común, ya que sus habitantes,  antes de la época soviética, eran en su mayoría nómadas y los patrones migratorios no favorecían el desarrollo de las ciudades. Los mayores recuerdan que en su infancia se realizaban representaciones sencillas con títeres e instrumentos musicales; por ejemplo: “Había gente tocando el dombra (laúd de dos cuerdas) y en su extremo colocaban el títere hecho de paja. Y mientras ellos tocaban, el títere bailaba. Era divertido para los niños. Entonces el teatro de sombras alcanzó una gran popularidad ya que no había electricidad y el único entretenimiento era mostrar diferentes animales en la pared.” Otra tradición kazaja relacionada con los títeres es el Orteke, que actualmente se está recuperando gracias a artistas, estudiosos, al gobierno y el público, como parte de la búsqueda de una identidad nacional por parte del pueblo kazajo.

Originariamente inventado por un artista tribal del suroeste de Kazajstán, el Orteke estaba prácticamente olvidado; únicamente sobrevivía porque unos cuantos maestros artesanos y titiriteros conservaron la tradición y la transmitieron a las generaciones posteriores. Hoy en día el Orteke ha encontrado un público nuevo. El festival de títeres de 2010, que fue financiado por el Gobierno, tuvo lugar en la capital del país, Almaty, y se dedicó al Orteke, un títere tradicional de madera en forma de cabra montesa, al que los titiriteros hacen bailar. Artistas de Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Turkmenistán y  Uzbekistán asistieron al festival. Algunos de los artistas de Orteke eran muy jóvenes, incluso había niños de cinco años.

Los Orteke son figuras talladas colocadas sobre soportes y manipuladas por un titiritero a través de finas varillas e hilos fijados a las partes de madera del títere. A la vez que manipula el títere, el titiritero toca el dombra, instrumento tradicional de las tribus kazajas. La cabra baila sobre un soporte tambor, creando un ritmo de percusión que acompaña la música de cuerda del dombra. El títere con forma de cabra también se usa en países cercanos. (Véase Teke, una tradición de títeres propia de Irán.)

El profesor de la Universidad Pedagógica Nacional de Kazajstán, además de titiritero, Jolaushi Turdikulob, considera al Orteke como una tradición muy antigua, conservada por los pueblos tribales. Además de numerosas descripciones de estos títeres, existen poemas sobre la cabra montesa que “la gente utilizaba para cantar y esa es la razón por la que se ha preservado este arte”. En la actualidad el Orteke forma parte importante del patrimonio popular de la región y de su identidad nacional, que se está expandiendo a otros países de Asia Central, con tradición de títeres de madera.

Como complemento al festival de Orteke de 2010, se celebró una conferencia sobre el arte del títere tradicional en Eurasia, con la finalidad de debatir soluciones para preservar y desarrollar las tradiciones de Orteke para las generaciones futuras de los países de Asia Central. La conferencia reunió a expertos, etnógrafos, historiadores del arte e historiadores de varios países de la zona.

Durante la época soviética (1920-1991), fueron creadas compañías de títeres en la capital y en otras zonas urbanas. En octubre de 1935, se puso en marcha el consejo de Comisarios del Pueblo y en 1938 un grupo de profesores de un orfanato de Alma-Ata (actualmente Almaty) fundó el Teatro de la República, una compañía de títeres para niños. Estaba compuesta por dos secciones, una actuaba en kazajo, y la otra en ruso. Los actores del teatro clásico de Alma-Ata participaron en las primeras obras, lo que ayudó a modelar su repertorio hasta el principio de la década de 1940. Además de obras infantiles, éste incluía adaptaciones como las basadas en la epopeya georgiana del siglo XII El caballero en la piel de tigre, de Shota Rustaveli, o la Historia de una ciudad, de Mikhail Saltykov-Shchedrin (1870); así como otras adaptaciones de clásicos de la zona de influencia de la cultura rusa.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la compañía representó en hospitales y fábricas de armas, por entontes trasladadas a Kazajstán, y obtuvo un gran éxito con obras de marcado carácter antinazi (Cómo Hitler vendió su alma al diablo, Cómo un soldado nazi luchó contra un cerdito).

A medida que Kazajstán se consolidaba como parte de la Unión Soviética, el arte de los títeres se desarrolló en las ciudades de Shymkent, Petropavlovsk, Jezkazghan, Kostanay y Aktyubinsk. Tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, los teatros estatales siguieron en activo, y fueron acompañados por compañías privadas como el Teatro de Títeres Sésamo, fundado en 1997 por Kairat Bayanov. La mayoría de la población habla ruso, pero los espectáculos se representan en ambas lenguas.

El Teatro del Estado de Almaty es la compañía más numerosa, compuesta por treinta miembros. Entre sus obras más recientes están O Mertvoi Tsarevne (Sobre el difunto Tarevna) y O Tsare Saltane (Sobre el Zar Saltan), dos cuentos de hadas adaptados de Pushkin, así como Volshebnaya lamp Alladina (Aladino y la lámpara maravillosa). Se han producido obras nuevas y edificantes como por ejemplo la Legenda o Rodine (La leyenda de la patria), de N. Orzalin. La compañía ha cosechado premios a nivel nacional e internacional y ha realizado giras por Rusia, Irán y China.

En 2002, se celebró el primer festival de teatro de títeres en Almaty. El Carnaval Internacional de Títeres de Almaty en 2011 albergó a cientos de artistas procedentes de veintiún países.

Bibliografía