Las primeras representaciones con títeres en Portugal son difíciles de fechar. Sin embargo, podemos suponer que, como en el resto de Europa, además del uso de éstas por la Iglesia para difundir la fe (cuya prohibición no llegó hasta el concilio de Trento 1545-1563[/lier]), los grupos de juglares los utilizaban en sus espectáculos.

Del siglo XVI al XIX

En el siglo XVI, encontramos la palabra bonifrate (“buen hermano”) para designar a los títeres en la comedia Ulyssipo de Jorge Ferreira de Vasconcelos y en el Auto de D. Luís e dos Turcos, de un autor anónimo. Por otro lado, el monje Gaspar Cruz relata en el Tratado das cousas da China (1569), que los chinos daban representaciones con bonifrates para ganar dinero y que los extranjeros las llevaron a Portugal. Se puede deducir que los títeres estaban presentes en Portugal, probablemente aparte de las iglesias, antes de 1569. Finalmente, Francisco Pyrard de Laval, en su libro de viajes por las Indias orientales portuguesas (de 1601 a 1611), afirma haber visto en la noche de Navidad, representaciones con bonifrates sobre los misterios de la Natividad, en las iglesias, casas particulares y en las calles. Esto refuerza a hipótesis de que los portugueses trajeron los títeres de sus viajes por Asia.

En el siglo XVIII, los títeres se hicieron muy populares. Su mayor representante es António José da Silva, o Judeu (1705-1739), muerto prematuramente en un auto de fe. Sus óperas joco-serias para títeres se pueden considerar como el embrión de las óperas bufas, tanto por su repertorio como por sus características musicales y literarias. Constituyen uno de los conjuntos de textos más originales y bellos para títeres de la historia del teatro europeo.

Se pueden ver presépios (“belenes”, ver Nacimiento) y otros espectáculos protagonizados por figurillas o bonifrates, en varios sitios en Lisboa, como el Pátio da Mouraria y sobre todo en el teatro de Bairro Alto, con varios escenarios como el de la Casa dos Bonecos, donde se representaron las óperas del “Judío”. También hay trazas documentales de espectáculos de bonifrates que se desarrollaron desde 1732 en el teatro privado del conde de Soure. El éxito de estos espectáculos suscitó la envidia de la gran ópera que obtuvo el rey Juan V, en 1738 y después en 1743, que los espectáculos que pusieran en escena títeres en Lisboa, fueron sometidos, como las propias representaciones de ópera, a pagar impuestos.

Juan V autorizó los espectáculos de títeres en su palacio de Lisboa, en la capilla, con espectáculos de carácter religioso, especialmente los nacimientos. Bajo el reinado de la reina María I, en el palacio real de Queluz, también se representaron dos o tres veces los títeres de Pierre Delaval. Los títeres reencontraron el teatro del Bairro Alto en el siglo XIX junto con el Theatro Pinturesco y Mechanico (1813). En el nombre de su director, Roberto Xabier de Mattos, puede que tenga su origen en la palabra robertos, utilizada a partir de ésta época para designar a los títeres de guante.

Más tarde, en el Teatro Bijou y en Recreios, un actor, José Rodrigues Chaves (1852-1919), presentó espectáculos de ventriloquía, autómatas, danzas de esqueletos y títeres, los Androides.

Compañías ambulantes

Sin embargo, un nombre esencial en la historia de los títeres de Portugal es Henrique Delgado (1938-1971). Estuvo ligado a la producción de espectáculos con Henrique Trindade, en el Teatro Robertoscope y más tarde en el Teatro Lilipute, para los que construyó títeres y decorados y dirigió obras para niños. El conocimiento que tenemos de la historia de los títeres, de los títiriteros y de sus tradiciones se debe a su preciado trabajo. Hasta entonces, debido al carácter popular de éste arte, dicho conocimiento se transmitía oralmente, de padres a hijos y su historia era ignorada por la mayor parte de los historiadores de teatro.

Hasta finales de los años 60, grandes compañías itinerantes recorrían el país de Norte a Sur, de feria en feria, con enormes pabellones desmontables, donde presentaban espectáculos de títeres de guante y de hilos, con sus decorados, grandes efectos escénicos y a veces orquestas privadas. El repertorio estaba compuesto por comedias populares o relacionadas con la tradición medieval, como El Marqués de Pombal y los jesuitas, La Rosa y los tres amantes, El Milagro de Santa Isabel o Los Milagros de San Antonio.

Henrique Delgado recogió mucha información sobre dos empresarios de espectáculos de títeres: Joaquim Pinto (1899?-1968) y Manuel Rosado (nacido hacia 1910). Joaquim Pinto, llamado “O Faustino de Setúbal”, era considerado uno de los mejores directores de teatro de títeres; se hizo famoso en todo el país y en España. Era el heredero de una familia de titiriteros; su padre, Faustino Duarte, era un famoso titiritero, director de una barraca curiosamente bautizada como Pavilhão Guignol. Poseía una importante colección, heredada de titiriteros que fueron sus maestros y amigos. También conocía todo el repertorio tradicional de los títeres de feria. Desafortunadamente, desapareció antes de haber transmitido sus conocimientos y de haber asegurado la conservación de sus títeres.

Manuel Rosado, “O Moca de Almeirim”, “Moca do Pego” o “Pégacho”, poseía un teatro ambulante, el Pavilhão Mexicano, aún en activo a finales de los años 70. Algunos de sus títeres se conservan actualmente en el Museo del Títere de Lisboa. Excelente manipulador, tanto de títeres de guante como de títeres de hilos, fue invitado a unirse a la compañía italiana, el Teatro dei Piccoli, de Podrecca.

Los robertos son títeres de guante tradicionales, cuya presencia era frecuente en las ferias, los peregrinajes, las calles y las playas. António Dias (fallecido en 1986) es uno de los principales artistas que utilizaron estos títeres. Era un titiritero ambulante que viajó por todo el país con su pequeña barraca. Comenzó en el teatro del Maestro Faustino, donde aprendió este arte y donde creó sus propios robertos. El cineasta Ernesto de Sousa se inspiró en su vida en D. Roberto (1962). António Dias, que con su teatro Dom Roberto fue una especie de inspiración para las jóvenes generaciones, ha transmitido su repertorio y su testimonio a João Paulo Seara Cardoso.

Hay que mencionar también a Domingos Moura (1921-19?), titiritero del Norte de Portugal y a Augusto Sérgio, poseedor de una curiosa barraca triangular. Su Dom Roberto llevaba, de manera singular, una barba negra y se vestía como un árabe.

Unas veces controlados por la Iglesia, otras por el Estado, todos estos titiriteros fueron víctimas de una feroz censura, pues eran considerados impertinentes y peligrosos para el poder y perseguidos por la policía.

Una de las compañías más conocidas de hoy en día, ya que su historia ha sido objeto de investigaciones, es la de los bonecos  de Santo Aleixo, que se remonta al menos a finales del siglo XVIII. Cada invierno, esta compañía compuesta en su mayoría por jornaleros, recorría la región del alto Alentejo, en una carreta impulsada por una mula, presentando a un público popular espectáculos que a veces duraban hasta el alba. Sin embargo, no era la única familia de titiriteros de la región de Alentejo. Existían otros grupos, como el de António Sandes, cuyos títeres se conservan en la feligresía de Orada.

Teatros artísticos

En el siglo XX, paralelamente a los titiriteros ambulantes aparecieron los primeros teatros de títeres de carácter artístico y literario. El primer proyecto de éste género fue el Teatro de Mestre Gil, creado por el poeta Augusto de Santa Rita (1888-1956), que abrió en Lisboa el 26 de marzo de 1943, dando a conocer el trabajo del artista plástico Júlio de Sousa (1906-1966), uno de los autores de títeres. Otro artista importante que creó títeres para el Teatro de Mestre Gil fue Lena Perestrelo. Más tarde, fue una de las fundadoras del grupo Teatro de Bonifrates y creó títeres para emisiones de televisión para niños que tuvieron un gran éxito; como Dói-Dói, en los años 60. En Oporto, en 1958, Maria Helena Alves Costa (1912-1977) y el arquitecto Mário Bonito crearon el Teatro Mais Pequeño do Mundo, teatro pionero en asociar los títeres y la terapia, que actuaba mucho en escuelas y hospitales. El Teatro Branca-Flor, creado por la escritora Lília da Fonseca (1906-1991) en 1962, representó durante más de veinte años un repertorio consagrado esencialmente a los niños. Es el representante de la Unima en Portugal y actúa por todo el país y participa en festivales internacionales.

A la Revolución de los Claveles (1974) le sucedió un periodo de renacimiento artístico en el que los títeres no fueron extraños. De entre varias iniciativas destaca el trabajo de Marionetas de São Lourenço que recorría el país y creó el Museo del títere en 1987, actualmente administrado por el ayuntamiento de Lisboa que se mudó a un antiguo convento en 2001.

Además de las numerosas reuniones regionales, existen tres grandes festivales internacionales en Portugal: la Bienale Internacional de Marionetas de Évora (BIME), iniciativa del CENDREV en Évora, el Festival Internacional de Marionetas do Porto (FIMP), bajo la dirección de Isabel Alves Costa en Oporto y el Festival Internacional de Marionetas e Formas Animadas (FIMFA Lx) producido por A Tarumba en Lisboa.

Entre las compañías portuguesas que florecieron a principios del 2000, se distinguen entre otras el Teatro de Marionetas do Porto, Marionetas de Lisboa, A Tarumba, Teatro de Ferro, Delfim Miranda, Francisco Esteves, S.A. Marionetas, Mestre Filipe, José Carlos Alegria, Francisco Mota, Trulé, José Carlos Barros, Isabel Alves Costa y Alexandre Passos.

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