Técnica de manipulación de figuras de papel. El teatro de papel parece que nació a comienzos del siglo XIX en Inglaterra. Se caracteriza por haber sido un juego de sociedad hasta 1940 y haberse convertido a finales del siglo XX en una técnica adoptada por cada vez más artistas, surgidos o no del mundo del títere. A pesar de que cada país presenta su tradición con sus particularidades, el origen del teatro de papel es común: la pasión por el teatro que recorrió toda Europa a lo largo del siglo XIX. En todas partes se publicaron textos de obras e imprimieron a millares retratos de actores y actrices célebres que se pegaban en las paredes. Sin embargo, no existe ningún documento sobre los comienzos de este teatro. Se puede suponer que un buen día alguien tuvo la idea de publicar, no la efigie de un solo actor, sino de los actores principales de una obra sobre un mismo folio para dar así a luz a las “planchas de recuerdo” de un espectáculo. Se puede también suponer que un aficionado decidiera recortar una de estas páginas, dando así vida a sus personajes como si fueran muñecos de papel que había que vestir.

Una moda del siglo XIX

El único documento tangible de que se dispone es la edición de una fachada de teatro para montar, realizada por I. K. Green en 1812, en Londres. Se puede considerar que el teatro de papel nació en esta fecha. Estaba formado por varios elementos indispensables para representar un espectáculo: una fachada, a menudo inspirada en teatros existentes, decorados y bastidores, personajes en distintas posiciones para permitirles evolucionar a lo largo de la representación y un texto, a menudo un mal resumen del original. Posteriormente, estas hojas fueron coloreadas por el impresor con diferentes técnicas en función de los países – pintura a mano, plantilla de estarcir, litografía – o por el propio comprador. En casa, el dueño de estas hojas las pegaba sobre cartón, después las recortaba, las montaba y así podía entonces presentar su espectáculo a su familia o amigos. El tamaño de estos teatros, que raramente sobrepasaba los 50 o 60 centímetros, permitía inventar una escenografía ideal para los salones. En Inglaterra, los espectáculos de teatro de papel fueron durante mucho tiempo copias, en miniatura, de éxitos de la escena londinense, como mostrara Georges Speaight en su obra de referencia sobre el tema (Juvenile Drama, Drama juvenil, 1946). Los editores ingleses eran muy numerosos: los principales eran Green (entre 1811 y 1860), Jameson (1811-1827), William West (1811 y 1854), Park (1818-1880), Hodgson (1822-1830), Skelt (1835-1872), Webb (1847-1890), Redington (1850-1876) y Benjamin Pollock (1876-1937). El número de planchas para una misma pieza podía ser muy importante: una veintena para los decorados y los bastidores, y otras tantas para los personajes. El precio era muy bajo (un penny el folio en blanco y negro, dos pence por el folio coloreado a mano) y la producción fue abundante. Georges Speaight censó unos trescientos ejemplares publicados en esta época. En 1884, Robert Louis Stevenson, el autor de La Isla del tesoro, escribió un artículo que atrajo la atención de museos e investigadores sobre esta técnica. Esto permite hoy en día tener datos muy precisos de la edición inglesa. Georges Speaight fue, durante todo el siglo XX, la memoria viva de este arte al actuar, escribir, dar conferencias y al despertar en el seno de muchos artistas las ganas de interesarse por estos micro-teatros. En Threads of time (Hilos de tiempo, 1998) Peter Brook escribió: «Una tarde, fui llevado a una librería de Oxford Street donde había un teatro para niños del siglo XIX. La representación que se mostraba en el interior de este modelo reducido fue mi primera experiencia teatral. Sigue siendo hasta la fecha no sólo la más viva, sino la más real». En Austria, se encuentran teatros de papel desde finales de los años 1820, entre ellos algunos, muy grandes, de Trentsensky (primer editor en este país), que publicó cincuenta y dos ejemplares. En Alemania, los primeros teatros aparecieron de la mano de Jos Scholz, en Maguncia a partir de 1830, y fueron retomados por otros editores en toda Alemania, principalmente  Winckelmann & Söhne en Berlín (a partir de 1830), Gustav Kühn en Neuruppin (a partir de 1835), Schulz en Stuttgart (a partir de 1840), J.F. Schreiber en Esslingen (a partir de 1877) y Robrahn en Magdebourg (a partir de 1880). Se encontraban en estas publicaciones todos los elementos para fabricar un teatro, pero cada ejemplar no incluía más de una hoja por personaje, y en una sola posición, los decorados debían ser utilizados para varias obras, y todos los editores no publicaban textos para acompañarlos. El coleccionista Walter Röhler fue quien exhumó estos pequeños teatros en Alemania a lo largo del siglo XX. Curiosamente, Francia publicó varios teatros sin vincularlos a la vida teatral, teatros donde se debía inventar un espectáculo propio. Existían relativamente pocas planchas de personajes, ningún texto de obra y la investigación en este campo fue tardía. La producción es notable, esencialmente procedente de creadores del este de Francia: Wentzel en Wissembourg (a partir de 1833), Didion en Metz y sus sucesores en Nancy (a partir de 1840), Pellerin (a partir de 1840) y Pinot (a partir de 1866) en Épinal, Haguenthal en Pont-à-Mousson (a partir de 1870), pero también en Paris: Ulysse (a partir de 1830), Glémarec (a partir de 1845), Boucquin (a partir de 1862), o también Méricand (con la revista Mon théâtre, Mi teatro, 1904-1905). En Dinamarca, el desarrollo de los teatros de papel fue más tardío y fue esencialmente obra de dos editores, [Alfred Jacobsen] de 1880 a 1924 y Carl Aller a partir de 1914. Se publicaron como encartes en el Illustreret Familie Journal (Periódico ilustrado de la familia) y fueron especialmente populares. Otros países desarrollaron sus propios teatros de papel después de haber distribuido durante mucho tiempo producciones extranjeras. En Italia, Marca Stella (a partir de 1883) y Abbiati (a partir de 1922) en Milán o G.A.I. (a partir de 1914) en Bolonia, son los más representativos del género. España inventó su propio teatro a partir de 1870 y las búsquedas del arquitecto Mariano Bayón permitieron tener una visión de conjunto, completamente renovada de esta producción. En Barcelona, los editores eran Paluzie (de 1870 a 1939), Seix y Barral, el inventor de los decorados con transparencias (1915-1942), y Sirven (a partir de 1940). En Madrid, La Tijera (a partir de 1917), editó magníficos teatros y fue la casa más prolífica en materia de ejemplares españoles de recortables. En la República Checa, el teatro de papel se presentó de una manera diferente. Como reacción a la importación extranjera, los editores del país decidieron encargar sus producciones a artistas célebres, pero para teatros muy grandes cuyas fachadas y decorados eran de papel y donde los personajes eran pequeños títeres a tringle. La historia del teatro de papel es, por tanto, la de una producción editorial esencialmente europea (cabe destacar algunos teatros en Estados Unidos) que se destinaba a particulares. Este teatro nunca ha interesado a los profesionales y únicamente ha mantenido una relación indirecta con el arte del títere.

La renovación en el siglo XX

El teatro de papel reapareció a comienzos de los 1980 gracias a los artistas y no a los editores. Son ellos los que lo hicieron revivir, ya fuera utilizando teatros «históricos» o partiendo de cero, para crear espectáculos contemporáneos. Pocas compañías se consagran totalmente a esta técnica pero, a comienzos del siglo XXI, se pueden contar más de doscientas compañías, esta vez en el mundo entero, que producen espectáculos que utilizan el teatro de papel. Este nuevo entusiasmo se hace patente también a través de algunas manifestaciones específicamente consagradas a este género, el Festival de Preetz en Alemania (anual), los Encuentros internacionales de teatros de papel en Mourmelon-le-Grand en Francia (bianual) o el festival Toy Theatre de Nueva York, en Estados Unidos (periodicidad irregular). Editores de Alemania y Dinamarca reimprimen teatros del pasado y en Alemania aparece una revista muy bella que abarca tanto la tradición como la creación actual, Papiertheater.

(Véase también [Museo del teatro de papel de Hanau], [Papierthéâtre].)

Bibliografía

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  • Speaight, George, and Walter Röhler. Toy Theatre, Pollock’s Toy Theatres. London, 1980.
  • Stevenson, Robert Louis. “A Penny Plain, and Two Pence Coloured”. Magazine of Art. London, 1884.
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