Los investigadores han descubierto que algunas culturas amerindias hacían desempeñar (quizás incluso ahora) diversos papeles (social, religioso) a los títeres de dedo, de guante, de varilla, de hilo, habitados o compuestos de un objeto. Se sabe que los chamanes usaban máscaras y títeres para comunicarse con los espíritus, con el fin de cambiarlos o mantener la ilusión de sus propios poderes. Podemos ver estos títeres en varios museos estadounidenses, especialmente en la Heye Foundation Collection del Museo Nacional de los Indios Americanos (Washington D.C. y Nueva York), en el Museo Nacional de Antropología (México) y en el Museo Provincial de la Columbia Británica.

Los amerindios habitaron el continente americano al pasar por las tierras emergentes donde se encuentra actualmente el estrecho de Bering durante la última glaciación (la fecha es polémica: entre 12.000 y 40.000 años, según las tesis). Su población, estimada en 90 millones a mediados del siglo XVI, en la década de 1990 era de solo 2 y 26,3 millones en las partes Norte y Sur del continente, respectivamente. De las aproximadamente 2.000 lenguas que se hablaban al principio, más de la mitad han desaparecido y una proporción todavía mayor está en peligro.

Las fuentes documentales

Las primeras informaciones sobre los títeres mexicanos, mayas y toltecas datan del siglo XVI. En América del Norte, las ceremonias que recurren a los títeres todavía se realizan entre los hopi del Suroeste de los Estados Unidos; entre los kwakiutl de la costa Noroeste; y los inuit de las zonas árticas. También se han encontrado algunos rastros entre los zuñis y los navajos del Suroeste, y en algunas culturas amerindias de los llanos o los woodlands.

En el área de América del Sur, la información es escasa. En base a analogías con otras áreas culturales, especialmente de Mesoamérica, Andreo Rodolfo Sirolli estima que las cabezas de arcilla, arcaicas descubiertas en el Noroeste de Argentina, podrían haber pertenecido a títeres.

El Popol Vuh (Libro del Consejo), texto maya-quiché de mediados del siglo XVI, desarrolla una alegoría que describe a los seres humanos como los maniquíes de madera, poco inteligentes, “delante de los que los fabricaron, los procrearon y animaron”.

Bernal Díaz del Castillo, conquistador y compañero de Cortés y autor de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, ofrece las primeras descripciones de los títeres mexicanos. Bernardo de Sahagún (fallecido en 1590) informa sobre un espectáculo de un chamán en un mercado que hacía bailar una pequeña figura en la palma de su mano, con tal éxito que las personas se pisoteaban para verlo.

Algunos bajorrelieves representan a los hombres que probablemente manipulaban los títeres, especialmente el panel de Chinkultic (Chiapas, hacia 800 d. C.), donde un hombre, de pie, sostiene un títere colgado de su antebrazo. La presencia de “filacterias” sugiere, según Alejandro Jara-Villaseñor, que se trataba de un escenario de títeres o ventriloquia, como si el sacerdote hablara con el espectador. El mismo autor describe una serpiente de fuego del Códice Aubin, que parece estar hecha de plumas y papel, con una lengua móvil que podía sacarse y meterse.

Las excavaciones han descubierto muñecos de arcilla articulados de 5 a 50 centímetros de alto que datan de más del 300 d. C., y que pertenecen a las culturas maya, totonaca, de Teotihuacán, tlaxcalteca choluteca y mexica. Los miembros están articulados al cuerpo a través de fibra natural. Un ejemplar, atribuido a la cultura tonaca, tiene un agujero en la cabeza, tal vez para pasar un hilo o una varilla para poder manipularlo. Como solo se ha interpretado que estos muñecos eran títeres por la articulación de los miembros, no podemos descartar que solo fueran juguetes.

El Suroeste de los Estados Unidos

En el Suroeste de los Estados Unidos, los hopi, habitantes de los pueblos, todavía realizan ceremonias donde hombres enmascarados personifican a los kachinas o espíritus. Los hombres tallan muñecos que representan a los kachinas, y los mantienen en un lugar seguro debido a su valor beneficioso; solo los muestran a las mujeres, niños y a los jóvenes de corta edad.

Como los muñecos, algunos títeres hopi contienen la esencia de los kachinas; las Señoritas del maíz, por ejemplo están hechas a semejanza de S’alako, bailarina kachina. Los manipuladores, ocultos detrás de una pantalla, animan con hilos los muñecos que molen el maíz durante una ceremonia específica. En un momento dado, el manipulador pasa un cepillo para barrer la piedra de molino, pero de tal manera que parece que lo hace el muñeco. A las Señoritas del maíz se les da corazones artificiales, porque son seres dotados de vida y sentimientos. Antes de cualquier actuación, se renuevan los títeres, a los que se les da nuevos corazones.

Al igual que todos los agricultores tradicionales de los climas áridos, los hopi realizan rituales para atraer la lluvia; esta es la función de la ceremonia de la Serpiente de agua, descrita por primera vez en 1881: los manipuladores, escondidos detrás de una pantalla pintada y con agujeros, hacían surgir de ésta títeres de guante que representan las serpientes de agua a las que los kooyemsi (payasos Cabeza de Madera) se enfrentaban en combates cómicos. Otros bailarines kachina luchaban con una mano con un títere de serpiente en un brazo falso conectado al otro brazo para perfeccionar la ilusión.

Durante la ceremonia de la Serpiente de la jarra, los Cabeza de Madera vencían a las serpientes de agua que salían de recipientes: títeres de serpientes que los manipuladores ocultos animaban mediante hilos que pasaban por encima de las vigas.

Durante las ceremonias de la Serpiente de agua y la Señorita del maíz, títeres de pájaros, de hilo, daban saltos a lo largo de una pértiga en la parte superior de la pantalla. Su cabeza hacía el movimiento de picotear el maíz que los bailarines kachina les daban. Parece que los hopi aún realizan ceremonias de títeres en los kivas, sus espacios ceremoniales subterráneos.

Los zuñi, herederos de la misma cultura que los hopi, tallan muñecos kachina. Aunque sus brazos están articulados, no hay pruebas de que se hayan usado en espectáculos de títeres. Además, los documentos gráficos muestran shalakos (bailarines zuñis ocultos bajo una cubierta de tela y con máscaras al final de largas pértigas) que podemos clasificar entre los títeres habitados.

Entre los navajos, vecinos de los hopi y los zuñís, se describió una ceremonia en 1882, durante la cual una pluma bailaba de pie en una cesta. Con ayuda de hilos ocultos, un manipulador sincronizaba los movimientos de la pluma con los de una joven bailarina. Una danza similar se podía ver entre los hopis. La pluma animada podría considerarse como un títere-objeto.

El litoral del Noroeste

Los amerindios del Noroeste habitan en el litoral de la península de Alaska, en Puget Sound (Estado de Washington). Se les conoce sobre todo por su ceremonia “potlatch”, descrita ya en 1792. El potlatch validaba el rango del anfitrión y sus privilegios, incluidos el derecho a usar ciertas máscaras, realizar algunas danzas o recitar algunas leyendas. Los potlatch, que generalmente duraban varios días e incluían espectáculos, fiestas y repartos de regalos, fueron prohibidos por el gobierno canadiense por recomendación de los funcionarios y misioneros, preocupados por el gran consumo de riquezas. Lo mismo ocurrió con los kwakiutl. La prohibición se quitó finalmente en 1951 y el Congreso de EE.UU. aprobó la Ley de Libertad Religiosa Indígena en 1978. Hoy en día, por ejemplo, los potlatch kwakiutl se celebran en la familia Lelooska, en Ariel, en el estado de Washington. Algunos títeres de los indios del Noroeste estaban montados en las máscaras de los bailarines que los animaban mediante hilos ocultos. Representaban el pulpo, el cazón, la garza, la lechuza, así como figuras humanas articuladas. Las figuras articuladas, algunas de las cuales representaban cadáveres, se llevaban sobre una cofia. Tenemos el ejemplo de un títere de cadáver  que iba sobre la nuca de la bailarina, y cuya cabeza, montada sobre un resorte, parecía agitarse mediante movimientos involuntarios. También se emplearon ballenas articuladas en las máscaras, pero eran muy grandes, y se mantenían mediante un arnés en la parte posterior de la bailarina.

Otros títeres eran independientes de las máscaras, sobre todo aves que volaban, animadas mediante hilos que pasaban sobre una viga, y otros que bajaban por el agujero de los humos. Tenemos el ejemplo de una ceremonia en la que un títere pájaro robaba la cabeza de un títere humano y después la devolvía. Mediante el uso de hilos se tiraban ranas y patos que rodaban en el suelo. Los cangrejos tenían pinzas y patas articuladas. Se podían ver los títeres de salmones saltando fuera del agua y ballenas remolcadas por una canoa. Gracias a hilos escondidos bajo tierra, los títeres humanos surgían a voluntad de las cajas en las que estaban tumbados. Algunos de los principales personajes humanos, con articulaciones capaces de movimientos complejos y  de una belleza sorprendente, podían atravesar el lugar de representación. Uno de ellos estaba equipado con componentes que, al abrirse, revelaban una imagen oculta en el pecho.

El fuego que temblaba en el centro de la gran sala ceremonial dejaba zonas con sombra que hacían invisibles a los manipuladores y que disimulaban los hilos a la vista de los espectadores. Los pasadizos inferiores permitían las milagrosas apariciones y desapariciones. Los chamanes guardaban celosamente los secretos de la animación mediante la cual títeres y máscaras les ayudaban a reforzar sus poderes. Antaño, se podía dar muerte a quien los hubiera revelado.

La zona ártica

Los inuit viven en la zona ártica de América del Norte. Se han encontrado personajes mecánicos en la mayor parte de ellos, y los grupos de lengua yupik de la Alaska occidental todavía los poseen. En 1842, un teniente de una nave rusa asistió a una ceremonia pueblerina cerca de Saint Michael, en la que mostraban lechuzas batiendo las alas, gaviotas buceando para pescar y perdices dando picotazos. Otros testimonios mencionan figuras humanas que se mueven, hablan e incluso se mueven a la luz de velas y lámparas de aceite.

Las casas comunitarias fueron el escenario de las ceremonias destinadas a conmemorar las ocasiones especiales o a asegurar una caza fructífera. Un modelo de marfil tallado describe una ceremonia en la que una ballena subía y bajaba gracias a un hilo que pasaba sobre una viga. Esto es lo que podría llamarse un títere, aunque la literatura de museo lo describe como “objetos de danza”. Entre ellos, hay un búho con alas móviles, un pájaro con piernas humanas, un hombre volando y otro en su kayak. Una fotografía de una ceremonia contemporánea muestra un maniquí humano vestido a tamaño natural, animado mediante hilos. También hemos visto a una bailarina manejar una vejiga de animal con el dibujo de un rostro humano, como si fuera un títere de guante.

También se le podría llamar “títere” a un objeto yupik, el “modelo” o la “maqueta del universo”, que consiste en unos anillos conectados entre sí mediante varillas. Adornado con plumas y un plumón llamado “copos de nieve”, se sacudía mediante cuerdas que colgaban del techo al ritmo de tambores y cantos, y se usaban figuras de madera para decorar los anillos, a veces animadas en sus apariciones.

Grandes máscaras que se usaban de forma vertical incluían toda una escultura de ballena entera. Otras grandes máscaras, incluido el salmón, colgaban de las vigas del techo, mientras, detrás de ellos, los bailarines evolucionaban. Se ha podido describir una “máscara” colgante ártica de 1,5 x 1,5 metros de ancho, suspendida, y en el centro de la cual había una bailarina. Estas máscaras se pueden considerar títeres habitados. Del mismo modo, podemos llamar títeres de dedos a las pequeñas máscaras que los bailarines pasaban a sus dedos para enfatizar sus movimientos.

Llanuras y bosques

En las otras áreas culturales de América del Norte, sólo algunos objetos pueden ser clasificados como títeres. Los sioux, amerindios de las praderas, llevaban caballos de bastón que representaban sus monturas de guerra en sus danzas. Los ojibwa de Canadá y los menominees tenían, respectivamente, muñecos “malabaristas” y un tipo de personajes atados a palos mediante hilos.

Cabe la posibilidad de que existieran otras artes del títere tradicionales en las numerosas culturas amerindias e inuit, más allá de los pocos ejemplos que se dan aquí. Las fuentes gráficas (escritas por los maya) son poco habituales o difíciles de interpretar, y los objetos hechos de materiales perecederos no se han conservado. Sin embargo, las fuentes gráficas de las sociedades tradicionales que han conservado y llevado a un alto nivel artístico su arte del títere, plantean el apasionante problema de saber qué técnicas de fabricación o qué funciones sociales, entre otros criterios, permiten decir si un objeto dado es un títere o no.

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