El teatro de títeres ha existido bajo tres formas principales en Túnez: en primer lugar, el teatro de sombras, con una variante nacional del *karagöz turco llamado karakouz; el teatro de títeres de guante de tipo *guignol de los franceses; y los *pupi sicilianos introducidos por los italianos.

Karakouz

El karakouz es el género más antiguo: probablemente fue introducido en el país durante la época otomana (a partir de 1570) y, según el testimonio de varios viajeros, las obras de sombras eran comunes en Túnez a principios del siglo XIX. Hacia 1820, la mayoría se presentaban en turco, pero a medida que la presencia francesa se hizo más fuerte, suplantando la influencia otomana, las obras se presentaron en el dialecto árabe de Túnez. Sin embargo, las condiciones no eran muy favorables debido a que las obras solo se podían representar durante el Ramadán. Varios testimonios, entre ellos el de Myriam Harry (1875-1958) en la década de 1910, muestran que el karakouz tunecino se presentaba bajo la forma más libertina e incluso obscena; con su carácter fálico pronunciado para diversión del público, incluidos niños: “Sus enormes ojos están fijos en el lienzo. Se ilumina y aparece la sombra china o turca del extravagante Karagouz. Muestra todos los lados, saluda, golpea contra el panel superior y alza el triunfo masculino y la temible amenaza de su bastón de polichinela antiguo-sistema”. (Túnez blanco, Fayard, 1910). “Su virilidad triunfó sobre todo y todos, el guardián del baño moro, el cocinero, el comerciante de cuscús… La naturaleza misma sufrió sus ataques y derribaba árboles y rocas con su miembro viril”, añade Majid al-Housi en Para una historia del teatro tunecino. Nadie escapaba a sus insultos y sarcasmos, ni la corte de Bey ni los funcionarios franceses. Sus chivos expiatorios favoritos eran los judíos, a menudo caricaturizados, y los “malteses”, identificados en Túnez como cristianos, mientras que entre los personajes más populares del repertorio, además de Karakouz y Haziwas (Hacivat en Turquía) aparecían Madama la “dama europea”; el fumador de hachís de café moro; el vendedor de pasteles Qandil, “cuya única preocupación es ser llamado hajj” (peregrino de La Meca); “el marroquí”, el paleto. Este teatro popular tuvo su centro en Túnez, en el barrio Bab Souika Alfaouine en una tienda o cafetería decorada para la ocasión; pero como en Argelia las autoridades francesas lo prohibían a menudo incluso durante el Ramadán, el cierre de los lugares de entretenimiento creaba entonces espectáculos clandestinos (ver *Argelia).

Guignol

Ocurrió de forma diferente para el guignol introducido incluso antes de la puesta en marcha del protectorado (1881) y considerado por los franceses como un instrumento útil de propaganda. Según otro testimonio de la época, los feriantes “que acumulaban el trabajo de sacar los dientes y de titiritero” venían a Túnez a presentar un guiñol muy simple, cuyo aspecto podría resumirse en una “bola más o menos en forma de huevo, con dos agujeros, uno en la base para el índice que lo mantiene en pie y otro para apoyar una nariz intercambiable; los ojos y la boca de clavos o tachuelas de colores, y el peinado, una peluca de lana o crin, permitían multiplicar a voluntad los personajes principales: Guignol, Madelon y Gnafron, el alguacil, el gendarme…” (Raoul Darmon, Casi un siglo del teatro en Túnez, 1951, citado por Moncef Charfeddine). El primer teatrillo de títeres de Túnez fue instalado en 1891 por un tal Capus, original de Lyon, del café de la Marina, en la esquina de la calle de Grecia; después fue trasladado al Gran Glaciar de la Avenida de France. Se presentaban parodias de óperas (La Africana, Faust, Romeo y Julieta), así como obras del repertorio como Le Déménagement, Le Pot de confiture, Le Marchand de veaux y Le Marchand d’aiguilles, estos últimos imitaciones de La Farce de maître Pathelin y Bourgeois gentilhomme, respectivamente.

Los pupi tunecinos

Por último, Túnez también tuvo su opera dei pupi, que al principio estaba dirigida a la comunidad italiana de Túnez, pero con un éxito cada vez mayor entre los franceses y árabes. Había tres teatros pupi en Túnez, incluyendo el del barrio de La Pequeña Sicilia. Un tal Don Roccia poseía uno, mientras que el pupazzaro Don Nicolao era una figura popular en Túnez. Los títeres sicilianos, que “hablaban” tanto en árabe como en siciliano, a menudo se alquilaban a los expositores tunecinos durante el Ramadán, y luego volvían al público italiano. El repertorio era el que se presentaba en su país de origen, sobre todo la gesta de Carlomagno, pero también había una versión árabe, y las obras celebraban las hazañas de los combatientes moros contra los cruzados, lo que a veces tomaba un giro cómico. Durante mucho tiempo, el teatro pupi presentó escenas cortas en árabe: los “hijos de Túnez”, así como “Nina la hermosa judía”, “Valiente señora”, el Nékoula maltés (Nicolas), su caballero, y en especial Ahmed Pasha, “el valiente guerrero cuyo yatagán hacía rodar las cabezas coronadas y que mostraba con orgullo la imagen de los cadáveres de los reyes de Baviera o España”. La opera dei pupi, “versión tunecina”, finalmente cayó en desuso a mediados de la década de 1930.

Después de la independencia

Varias iniciativas marcaron el tímido renacimiento del teatro de títeres tunecino. En 1968 se creó la OTEMA (Organización del teatro infantil y de títeres), bajo el impulso de Moncef Besbess, ex director de televisión, y Béchir Attia, en ese momento director de colegio. Esta primera institución jugó un papel importante en la formación de los titiriteros y en la difusión de los espectáculos infantiles. En 1976, surgió una segunda etapa con motivo del Día Internacional de la Infancia, con la creación por parte del Ministerio de Asuntos Culturales de una compañía de títeres situada sucesivamente bajo la responsabilidad de Rached Manaï, Moncef Bel Haj Yaya y Mohiédine ben Abdallah, tres titiriteros confirmados. Los seis artistas de la compañía produjeron varios espectáculos antes de separarse. Entre ellos, Habiba Jandoubi creó la compañía de títeres Domia, mientras que Ayed Maakel comenzó una gran gira por Europa y el Medio Oriente, en busca de nuevas técnicas; y en 1985 creó su propia compañía en Túnez, la compañía del Teatro moderno de títeres. Presentó en las escuelas primarias una serie de espectáculos con títeres de hilo, varillas y sombras, entre ellos: Sabeur y la sirena, El gallo regulador de tiempo, La boda de la mariquita y El niño de corazón valiente. Este artista itinerante también recorrió Francia en 1985-1986, participó en el festival de Rabat (1994) y en el de Grenoble (1999), y estuvo al principio del primer carnaval de títeres gigantes de Túnez. Los primeros encuentros internacionales de títeres de Sfax se organizaron en 2003 en colaboración con el Instituto Francés de Cooperación. Con la ayuda del Ministerio de Cultura y la preservación del patrimonio y de las embajadas de Alemania, Gran Bretaña, España, Holanda, Italia y Francia, estos encuentros han ganado  importancia. Entre el arte escénico y la creación artística, el festival propone espectáculos de títeres (de hilo, varillas, guante) de sombras, así como espectáculos del teatro de objetos a través de creaciones contemporáneas tunecinas y europeas. Se celebran otros dos festivales de títeres en Djerba y Nabeul. También hay que mencionar la existencia de un Centro Nacional de títeres de Túnez (antes Teatro de Títeres de Túnez) y la labor del Centro Nacional de Artes de Títeres de Kef, que en el año 2004 presentó, junto con el Theater Junge Generation de Dresde, una notable adaptación de las Metamorfosis de Ovidio, titulado Aliha wa Bachar (Dioses y Hombres), en una puesta en escena muy visual de Heiki Ikkola, cuyo texto estaba en alemán y árabe, y también en latín.

Bibliografía

  • Aziza, Mohamed, Les Formes traditionnelles du spectacle, Tunis, Société Tunisienne de Diffusion, 1975.
  • Harry, Myriam, Tunis la blanche, Paris, Fayard, 1910.
  • Houssi, Majid el-, Pour une histoire du théâtre tunisien, éd. Francisci, 1982.
  • Moncef, Charfeddine, Deux siècles de théâtre en Tunisie, Tunis, éd Ibn Charaf, 2003.