Está comprobado que el títere existía en Argelia desde antes del siglo XVI, pero en los testimonios se le confunde con otro tipo de representaciones. Bajo el Imperio otomano (1533), el teatro de sombras aparece claramente identificado. Dos personajes se impondrán poco a poco: el Rey Urtila, símbolo de la dominación otomana, y Karakoz, inspirado por el célebre Karagöz turco. En Argelia, la expresión de «teatro Karakoz» remite casi siempre al teatro de títeres en general.

La colonización francesa (1830–1962) popularizó la técnica del guante. Guiñol penetró en Argelia y el país conoció una «guiñolización» del arte del títere para oponerse a la influencia de las sombras de Karagöz, por una parte, y a la de Ghendja, por otra parte. Ghendja era un títere de guante considerado como fetiche para hacer llegar la lluvia y asegurar la fertilidad de las mujeres y un personaje estrella para los argelinos. El héroe francés que las autoridades querían oponerle fue rápidamente parodiado y se pudieron presenciar pequeños espectáculos de Guiñol militando de manera indirecta contra la presencia francesa. En Constantina (1862), en Biskra (1880), en la Cabilia, en Orán, aparecieron las primeras compañías de titiriteros, modestas pero bien estructuradas.

Este período no fue muy favorable para el teatro de sombras, ya que las autoridades francesas prohibieron sus representaciones en 1843 después de darse cuenta del papel que jugaban en la oposición a la colonización y de su impacto sobre la opinión pública. Especialmente porque aparecía un diablo vestido de manera ridícula con prendas francesas, escena tan frecuente que acabó formando parte de la tradición. Un espectáculo de Karakoz lo mostraba vestido de revolucionario, utilizando su enorme falo como un garrote con el que molía a palos a los soldados franceses. Sin embargo, a pesar de las prohibiciones, el teatro de sombras parece haber sobrevivido, pues algunos orientalistas relatan haber asistido a representaciones secretas en lugares privados.

Los cambios que Argelia conoció con la independencia en 1962 afectaron mucho al arte del títere. Éste fue puesto al servicio de cierta pedagogía poscolonial. La educación se convirtió en su tarea principal. Problemas de prioridad, de mentalidad, de política, de espiritualidad han provocado que este arte no comience a salir de su rutina hasta principios de los años 2000. Cierta sacudida se debe a las compañías dirigidas al público joven. Casi todas ellas son de aficionados, como el Teatro regional de Orán, la compañía M. J. C. de Beni Saf, la compañía de Bordj Bou Arréridj, la compañía de Chlef y la compañía Le Coq. Solo la compañía Aladdin, de Sidi Bel Abbès –ciudad que alberga, por otra parte, el Pequeño Museo del títere y la sede de Unima-Argelia – es profesional. Noureddine Douila (nacido en 1958) es el director más destacado. Anima los talleres de formación, produce espectáculos y participa en festivales. En territorio argelino existen cuatro: el Festival nacional del teatro para niños y del títere de Sidi Bel Abbes, el Festival nacional del títere de Chlef, el Festival para niños y jóvenes de Arzew y el Festival para niños y jóvenes de Constantina. Ellos son el principio de confrontaciones y emulaciones.

Bibliografía

  • Atassi, Samar. Masrah el Araïs [Teatro de títeres]. Aïn M’lila (Algérie): Dar El-Houda, 1997.
  • Khetib, Abdelkrim. Les Marionnettes. Alger Aïn Témouchent: Éditions Le Fennec, 1993.