El teatro de sombras turco recibe su nombre de su héroe principal, Karagöz (“Ojo Negro”, en turco) y algunos han sugerido que tiene un origen persa (ver Irán). Sus tribulaciones recuerdan a Punch en Inglaterra, Hanswurst em Alemania, Kasperl en Austris y Polichinelle y Guignol en Francia. Este espectáculo burlesco, aparentemente inofensivo, desafiando las limitaciones con su espíritu satírico, ha fascinado al público, especialmente la clase media otomana, durante cientos de años.

Un teatro de sombras

“En una sala grande de la taberna, con sus puertas abiertas sobre la pequeña plataforma de la entrada, abarrotada, para las actuaciones de la noche, con todos los jóvenes de barrio, apelotonados para ver el guiñol ingenuo, pero auténtico, el antiguo Karaguez karagöz, iluminado por lámparas detrás de la pantalla de tela blanca en la que flotaban las sombras coloreadas del popular espectáculo de títeres. Era una curiosidad poco común ver el desfile de hombres en las calles de este hormiguero, a través de estas ligeras representaciones de un repertorio de mil años” (André Antoine).

Como espectáculo de las ciudades otomanas, el karagöz se presentaba en los cafés populares, especialmente en el mes del Ramadán, a veces al aire libre, o en residencias privadas con motivo de una circuncisión o en una noche de invierno. En el palacio y en las residencias de los dignatarios, este arte produjo intérpretes que sobresalían con su ímpetu por la sátira, conocimiento literario persa y árabe, así como su entendimiento de filosofía y música. Tales intérpretes fueron Hasanzade Mehmet Çelebi, muy apreciado por el Sultán Murat IV (1623-1640); Rıza Efendi, el intérprete del Sultán Abdülaziz (1861-1876); o Hayali Mehmed, quien actuaba para el Sultán Abdülhamid II (1876-1909).

Las figuras planas, tradicionalmente, las hace el propio animador con piel de camello, de búfalo acuático, de vaca o de becerro, que  se vuelven traslúcidas al lavarla, rasparla y pulirla. Los contornos y los detalles del diseño se cortan y se graban en una tabla de madera de tilo con una docena de tipos de afiladas cuchillas de acero (nevrekân). Gracias a la tinta china se dibujan las líneas y los detalles del traje y después se pintan con tintes vegetales en colores vivos y traslúcidos, que cada fabricante mantiene en secreto. Las piezas se unen unas con otras mediante una cuerda de tripa y las figuras están articuladas, según su papel, en el cuello, la cintura o las piernas, y algunas, en los brazos, como en el caso de las bailarinas y Karagöz. Su tamaño varía entre los 24 y 40 centímetros, dependiendo de su uso, su importancia y su fuerza. Los elementos decorativos y los animales varían de 7 a 45 centímetros. A veces, según el tamaño de la sala de actuación, se usaban hasta tres tamaños de figuras.

La pantalla es de una tela fina que mide 1 o 1,10 metros por 60 o hasta 80 centímetros. Se ilumina desde atrás por una bombilla eléctrica (antiguamente mediante una vela o llama), que proyecta las sombras mientras las siluetas coloreadas se deslizan.

El manipulador y la compañía

El maestro manipulador (nevrekân) opera las figuras con la ayuda de varillas de 50 de 60 centímetros de largo, sujetos a los puntos de fijación, generalmente en el hombro de la figura, pero en ocasiones en los brazos. La manipulación es horizontal. Su virtuosismo se aprecia en el número de figuras que pueda mover al mismo tiempo ya que es el único del que depende el espectáculo. El manipulador ha de ser muy inteligente, un buen actor, tener una buena memoria, una buena voz y poseer un nivel de cultura, y habilidad musical. El aprendiz  (çırak) añade los efectos de sonido, toca la flauta, tambor (düdük) y tamboril (def) para marcar la entrada de cada personaje, el cual entrega al intérprete y luego recoge cuando la figura abandona la escena. Tras debutar y una vez adquirida la experiencia suficiente, si se lo merece, el intérprete recibe el título de Maestro (Hayali, “el que anima el teatro de sombras”, “creador de imágenes”). Normalmente el manipulador está muy involucrado en el teatro de títeres. Fabrica y manipula, y domina todo el repertorio tradicional.

Antiguamente una compañía estaba formada por los siguientes seis integrantes: el maestro titiritero (karagözcü, hayali, usta), su aprendiz (çırak), un aprendiz secundario (sandıkkâr, lit. “el que se ocupa del baúl”), el transportador o cargador (hamal), el cantante (yardak), el intérprete de pandereta (dayrezen) que se ocupa del efecto de sonido de los golpes. Una orquesta (çalgı) toca antes de la representación y durante los interludios, y acompaña las canciones y danzas con un gran tambor (davul), un instrumento de caña tipo oboe (zurna), una flauta de pastor (kaval), una cítara (kanun), un laúd grande y pequeño de arco (keman y kemançe), un tambor de copa  (darbuka), tambor de baqueta (nakkare), címbalos (zil), un instrumento que se agita con campanitas en los extremos  (zillimaşa), gaita (tulum), laúd de cuello largo  (saz o baylama), laúd de cuello corto (ud), y violín de calabaza (kabak). Actualmente los instrumentos han sido reemplazados por un sistema de sonido, reproductor de discos y CD. Repica una campana, la decoración proyectada en la panta se desvanece, el sonido se intensifica y zumba, la flauta de caña (nareke) suena… comienza la función.

Desarrollo del espectáculo y personajes

Las partes individuales de una obra karagöz pueden ser clasificadas de la siguiente manera:

El prólogo (mukkademe, giriş)

Hacivat entra interpretando una melodía popular (semai) con ritmos musicales precisos, y después recita un poema filosófico místico (perde gazeli), enfatizando el profundo significado del juego de sombras. Entonces, llama a grandes gritos a su compadre Karagöz que realiza una parodia del “himno a la cortina”.

El diálogo (muhavere)

Los dos protagonistas se embarcan en un cara a cara cómico, una especia de duelo enérgico lleno de proverbios, fórmulas rítmicas, y cadencia (tekerleme). El titiritero acude a cuentos populares para enriquecer el repertorio de estos “diálogos introductorios” requeridos por la tradición. Aunque el titiritero no puede salirse de esta estructura y marco de la obra, sí improvisa dentro del diálogo estándar, de acuerdo con su fantasía e imaginación y la realidad del momento, en sintonía con las reacciones del público. No obstante, si ciertos diálogos y estructuras escénicas nunca varían,  el contenido puede ser adornado mediante varias improvisaciones inesperadas o, por el contrario, desarrollarlos de forma breve. En ocasiones la escena del dúo continúan con otro diálogo (ara muhaveresi) satirizando o permitiendo la entrada de otro personaje con el cual Hacivat charla, mientras que Karagöz continuamente interrumpe o hace un aparte.

La obra (fasıl, oyun)

La obra da su nombre a la representación. El argumento, habitualmente corto, se presenta, y todos los personajes interpretan su papel. La obra finaliza con una moraleja para los espectadores y una o dos danzas más.

El epílogo (bitiş)

Los dos héroes charlan y se zarandean, antes de anunciar, en caso de que la haya, la siguiente representación.

Los personajes

Representan diferentes tipos que recuerdan a los personajes de los barrios de Estambul de antes del 1900. La capital era un verdadero microcosmos de la vida social del Imperio Otomano, regulando la vida individual en esta estructura con su organización y  su conciencia de colectivo. Además de los turcos, abundaban diferentes etnias y minorías extranjeras de los barrios, reflejando la población heterogénea del imperio. Cada personaje sintetiza un tipo y mediante ello, la identidad de su lugar. Cada personaje ostenta un comportamiento, identidad y lugar de origen: nacionalidad, acento, dialecto música y canciones, oficio, rasgos de un carácter específico, los defectos físicos y morales se acentúan con manías y tics. Eran tan conocidos entre la gente que se volvieron casi legendarios.

Los dos personajes inseparables y no paran con sus peleas y reconciliaciones. La comedia surge del contraste de sus personajes, en cultura y lengua. Uno es el florido y educado otomano. Las sabias palabras, metáforas, proverbios, y la educación formal de Hacivat representa al oportunista, al pequeño burgués o el hombre con estudios del pueblo. Es falsamente erudito, educado y calculador. En oposición, Karagöz es acusado de todo tipo de faltas. Es hipócrita, grosero, inmoral, vago e ignorante, pero está lleno de astucia y del sentido común del hombre común. El diálogo (con Hacivat) es una serie de malentendidos y de confundir una cosa con otra:   lleno de ásperas metáforas, neologismos, exageraciones, juegos de palabras, volteretas lingüísticas, bromas vulgares y dobles sentidos. Su discurso en un sin parar de impertinencias, insultos, burlas y propuestas escandalosas.

En torno a Karagöz y Hacivat gira un desfile de cómicos estereotipos extremos.

Çelebi, un joven del pueblo, elegante, hijo de papá, esposo inconstante, donjuán, marido infiel, o antiguo prometido. Se pasea con un matamoscas y un bastón, insignias de su holgazanería; lleva un tulipán en la mano, y se defiende son sus refinados modales y afectada dicción.
Tiryaki, un consumidor de opio que lleva su pipa y un abanico. Pasa el tiempo dando caladas de opio en el bar.
Bebe Ruhi, el enano jorobado con su sombrero de copa, altı kulaç (“seis brazas”). Puede realizar proezas de fuerza a pesar de su baja estatura y estupidez.
Tuzsuz deli Bekir (o Matiz), un borracho, abusón y luchador bufón. Representa la autoridad con una daga en una mano y una jarra de vino en la otra.
Zenne, una mujer de moralidad cuestionable, que se enfrenta a todos los vecinos sin sonrojarse.
Külhanbeyi, el “pirómano”, el típico granuja que anda dando tumbos, castigado por la policía, enviado a limpiar las cenizas del hammam (baño de vapor) que quemó.

Entre los tipos étnicos de las provincias de Anatolia están representados por Efe o Zeybek de Aydın (cerca de Izmir); por Baba Himmet el leñador de Kastamonu, conocido por su tamaño imponente (es la figura más grande) a quien llaman “Torre Galata” y es un ejemplo típico de alguien que va a trabajar a la capital y regresa rico a su casa del pueblo con su prometida que le aguarda; otros tipos étnicos de las provincias son el barquero del Mar Negro, el cocinero de Bolu, el panadero de Safranbolu, el mercader de Kayseri, el transportista de Harput, etc.

El desfile de todos los prototipos “étnicos” del Imperio Otomano incluye: el Roumeliote (Rumeli) y el inmigrante de los Balcanes (Muhacir), luchador o cochero: de Albania (Arnavut), mercader itinerante o vendedor callejero, jardinero, policía rural o traficante de caballos: el Tartar (Tatar), con sus botas, su chaleco bordeado de cuero, y sombrero chapk; el árabe con el título de Hacı por habre peregrinado a la Mecca; el Negro (Arap), caricatura de eunuco, un sirviente fiel; el persa (Acem), en realidad un turco de Azerbaiyán, apodado “Rosa de Irán”; el armenio (Ermeni), conocido por su bonita voz y talento como músico; el judío (Yahudi), traficante de chatarra, orfebre y prestamista, retratado como terco y regateador; el griego (Rum), habitualmente un médico, tabernero o mercader que introduce palabras griegas en su discurso; el europeo (Frenk), llamado “Francés Aguasdulces” porque realiza excursiones por las Aguas Dulces Francesas de Asia (de hecho, es una mezcla de personaje griego y oriental).

Todos estos personajes, social y psicológicamente bien definidos, son anunciado por una canción o melodía de su región, y aparecen rodeados, según las necesidades de la obra, por otros personajes de menos relevancia:  imán, rabí, vigilante nocturno, trovador, cuentacuentos, bailarín, acróbata, payaso, tartamudo, sordo, lisiado, loco, vecinos, vendedores ambulantes, músicos, buenos y malos genii, seres fantásticos, criaturas mitológicas… y mujeres: muchachas, madrastras y suegras, bailarinas, gitanas, cortesanas, elegantes damas burguesas, chismosas, arpías, brujas, celestinas y sirvientas.

Los escenarios son muy delicados y algunos, como la montaña (formado por catorce piezas) son complejos, por ejemplo, el jardín del serrallo, el barco de tres cubiertas, las estanterías del tendero o las tiendas de los vendedores de café, la habitación de vapor en los baños turcos, o la farmacia del boticario. Todos muestran un gran sentido del diseño. Los pequeños accesorios de la vida cotidiana estan muy bien representados, por ejemplo el ajuar de la novia en Büyük Evlenme (La Gran Boda).

Este mundo de sombras expresa la gloria del Imperio Otomano y aquellos que lo preservan hasta la actualidad recuerdan a los turcos el mundo al que pertenecían y les muestran cómo la sensatez y el humor pueden volver a iluminar el mundo contemporáneo a través de estos fantasmas de la pantalla de sombras.

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