En Georgia, la tradición teatral más desarrollada ha sido el berikaoba, teatro de máscaras improvisado practicado desde la antigüedad hasta principios del siglo XX. Los títeres, en un principio, eran presentados en juegos rituales y en entretenimientos satíricos.

Se pueden observar en el museo del Teatro de Tiflis pequeñas figuras móviles a las que da vida un intérprete de panduri (un instrumento de cuerda tradicional) gracias a unos hilos unidos a la mano derecha que les transmite movimiento al desplazarse sobre las cuerdas que presiona mientras toca y canta al mismo tiempo.

Las marionetas tienen nombres diferentes según la región: kouki, gouga, tchoupri, djoudja-nain, kondara, moshpardali, dzidza-kali, dedophala, todja-todjuna. El titiritero, o koukne, transmitía su oficio a su descendencia, pero era obligatorio respetar ciertas normas. Él mismo debía fabricar sus marionetas e imaginar tanto los números como la interpretación que tendrían. Las marionetas de su predecesor debían ser destruidas, excepto las que representaran a Bentera, e inhumadas mediante un rito particular. Si estas condiciones eran cumplidas, el koukne podía ejercer.

Bentera es el Polichinela georgiano, despierto, locuaz, astuto. A principios del siglo XX, la geopolítica lo acercó al Petrouchka ruso y tomó el nombre de Petrikela.

En el siglo XIX, el teatro de sombras (karagöz) procedente de Persia y de Turquía se expandió por las ciudades donde su carácter cómico o satírico se volvió muy popular en los cafés donde alternaba con los cantantes-cuentacuentos populares.

El Teatro Popular de Títeres, primer local profesional, fue fundado en 1934 por Georgy Mikeladze (continúa activo con el nombre de Teatro Estatal de Títeres de Tiflis Georgy Mikeladze). Mikeladze se rodeaba de actores como  Mijaíl Saraouli, Vera Nikolaíchvili y Ethery Tskhitichvili, de un dramaturgo (Akaky Beliachkhvili), de un director (Georgy Roseba) y de algunos decoradores, entre ellos Irakly Mdivani, que permaneció cuarenta años en la compañía. El director Givi Sarchimelidze, que se unió a la compañía en 1970, invitó a numerosos jóvenes artistas. Algunos, como Shota Tsuskiridze, se conformaron al modelo en vigor, que era el soviético de Serguéi Obraztsov, pero otros intentaron crear un enfoque más georgiano. En 1979, Vakhtang Maglaferidze se convirtió en director general de la compañía, mientras que Sarchimelidze se convirtió en director artístico y Grigol Abakelia en el decorador principal.

Financiada por el Estado y beneficiaria de privilegios acordados por el sistema soviético con las empresas culturales, la compañía producía varios espectáculos por temporada. El rigor ideológico imponía piezas rusas como Ivan el Terrible de Serguei Obraztsov y Serguei Preobrazhensky (1957, puesta en escena de Georgy Mikeladze, decorado de Nika Kazbegui), pero un deshielo relativo permitió piezas poéticas procedentes de países menos alineados, como Rayo de sol, del rumano Alexandru Popescu (1972, puesta en escena da Givi Sarchimelidze, decorado de Robert Kondaksadze). Sin embargo, el Teatro popular de títeres, que se esforzaba en promover un teatro georgiano, consiguió el éxito, especialmente con Les Vagabonds (Los Vagabundos) de Mzija Khetagouri (1979, puesta en escena de Givi Sarchimelidze, decorado de Robert Kondaksadze).

La compañía realizó numerosas giras, tanto en Georgia como en la Unión Soviética, y representó a su país de origen en los festivales internacionales. La separación del bloque soviético le permitió concentrarse en la cultura nacional.

El Teatro Georgy Mikeladze está relacionado con el departamento de Títeres del Instituto teatral Shota-Rostaveli donde, en 1981, Givi Sarchimelidze creó cursos de puesta en escena de títeres.

En 2005, coexistían teatros privados y públicos: el Teatro ruso de títeres en Tiflis, fundado por Nikolai Marshak en 1936, el Teatro Yakov Goguebashvili en Kutaisi, fundado en 1938 por Mikeladze, el Teatro de títeres de Rezo Gabriadze y el Teatro de sombras entre otros.