A diferencia de las formas tradicionales del teatro de títeres, en las que el titiritero está escondido, el ventrílocuo combina las funciones de titiritero y de actor, y de esta manera interpreta él mismo un papel en el espectáculo que representa. Por tanto, el titiritero o la titiritera debe aprender a manipular el personaje sobre sus rodillas, sus brazos (o sobre un pedestal) mientras cautiva al público lo suficientemente como para crearles la ilusión de que el títere vive y habla de verdad. Para ello el titiritero debe mirar en otra dirección, hablar con gestos y animar un diálogo (escrito o improvisado) en calidad de actor al mismo tiempo que se concentra en mantener la ilusión creada en su función de titiritero.

La voz

Un buen ventrílocuo debe crear una voz que parezca menos humana y más apropiada para sus personajes, por lo general de tamaño reducido. Esta «voz difusa» se obtiene comprimiendo las cuerdas vocales a partir del diafragma, lo que requiere un excelente control de la respiración. La palabra ventrílocuo se forjó a partir de las palabras latinas ventri (vientre) y loquor (hablar), lo que explica por qué durante mucho tiempo se creyó erróneamente que el sonido emanaba del estómago. Un ventrílocuo utiliza su aparato respiratorio y vocal normal combinándolo con sonidos de sustitución que minimizan el movimiento de los labios y disimulan el hecho de que él es quien habla y no el títere. La ventriloquia es de esta manera una ilusión y el títere, manipulado en sincronía con el diálogo, es la sede ideal de una voz aparentemente anónima.

El títere del ventrílocuo

El títere de ventrílocuo más común es el llamado a menudo dummy o vent figure (figura con abertura) en inglés. Antiguamente la figura tradicional se esculpía en madera. Más recientemente se utilizan materiales como el Celastic, el látex, la madera plastificada o la fibra de vidrio para copiar la apariencia y la textura de la madera. Los fabricantes de títeres en Gran Bretaña utilizan cada vez más el papel maché como material principal, una elección estilística que todavía encontramos en India, en Australia y en las Antillas Británicas. Mientras la figura de imitación de madera americana presenta una mandíbula móvil (slot-jaw), su equivalente británico «se expresa» por un movimiento menos pronunciado del labio inferior que a veces está asociado al del labio superior. Generalmente, el personaje más extendido en el mundo es un «joven descarado», o un «sabelotodo», que desafía la autoridad del adulto ventrílocuo con humor, imprudencia y sarcasmo. El titiritero presta esta voz de garganta a un títere sentado sobre sus rodillas que manipula normalmente mediante una mano situada en el interior de la cabeza (títere de mano habitualmente con teclado para los ojos o las orejas) o a la altura del cuello (títere pistola). Estos mecanismos de control son camuflados en el interior del cuerpo hueco del títere, por lo que no puede ser visto por el público. Pueden instalarse otros mecanismos que permitan al títere girar o guiñar sus ojos, parpadear, levantar las cejas, mover las orejas, sacar la lengua e incluso fumar o escupir.

Los ventrílocuos

El ventrílocuo más conocido es quizás Edgar Bergen (1903-1978). A lo largo de su prolongada e ilustre carrera, que abarcó el vodevil, la radio, la televisión y el cine, fue el creador de célebres personajes como Charlie McCarthy, Mortimer Snerd y Effie Klinker, figuras con los ojos fijos y que únicamente movían la mandíbula inferior. No obstante, un ventrílocuo americano de la misma época, Bob Neller, se jactaba en sus anuncios de las mil expresiones faciales que podía exhibir su títere, fabricado por los hermanos McElroy, combinando diferentes mecanismos con diversas inclinaciones de la cabeza y posiciones corporales. Recientemente, los ventrílocuos han utilizado todo tipo de títeres de boca en sus espectáculos, desde el títere de guante más simple (por ejemplo, hecho con un calcetín) hasta los títeres fabricados en gomaespuma y vestidos con trajes de vistoso colorido. A finales del siglo XX, la ventrílocua Shari Lewis (1933-1998) aportó sus pequeñas criaturas tricotadas, Lamb Chop, Charlie Horse y Hush Puppy, a numerosos mercados internacionales de la televisión a través de la emisión Lamb Chop’s Play Along (1992-1997), dirigida a un público preescolar. Esta artista inició su carrera en la década de 1950 en la televisión neoyorquina con títeres clásicos de ventrílocuo antes de escoger muñecos mucho más pequeños y adaptados a su propia talla y estilo femenino. Wenceslao Moreno (1896-1999) (conocido como Señor Wences, su nombre artístico), de origen español, obtuvo un enorme éxito con su títere Johnny, que consistía esencialmente en su propio puño apretado sobre el que se habían colocado unos ojos y una peluca. A la edad de cien años seguía ejerciendo ante públicos de todo el mundo con un espectáculo único en su género. Sea cual sea el tipo de títere utilizado, para crear la mayor ilusión posible, el ventrílocuo experimentado se apoya en una sincronización muy precisa entre el movimiento de la boca de su títere y cada sílaba pronunciada. Esta técnica difiere fundamentalmente de las utilizadas en otras formas de espectáculos de títeres en las que el movimiento de la boca es mucho menos articulado o no lo es en absoluto. Tradicionalmente empleados en la comedia durante la gran época del vodevil y del music hall en Estados Unidos y en Gran Bretaña, los ventrílocuos siguen ejerciendo hoy en día su profesión y en todas las partes del mundo. En Francia, Jacques Courtois, ventrílocuo de talento, acompañado por su perro Hercule o su pato Omer, tuvo su hora de gloria en la televisión de los años 1950-60 gracias a la televisión. El Parlanchín, un juguete español de los años 1950, muy bien fabricado, representaba a un pequeño hombrecillo caricaturesco de unos 50 centímetros de altura, que tenía en su cabeza una empuñadura para su manipulación sobre la que se habían fijado dos palancas mecánicas que permitían mover su boca y mentón, así como abrir y cerrar sus ojos.

Un arte sospechoso durante mucho tiempo

Históricamente, la ventriloquia siempre ha tenido mala reputación. Datos arqueológicos procedentes de Egipto muestran que se remonta a 2000 a. C. El ventrílocuo podía valerse de las supersticiones populares haciendo creer que poseía el don de invocar a los espíritus. Esta «segunda voz», de hecho, se utilizaba para crear lo que a menudo se asociaba a los «espíritus del hogar». En la antigua Grecia, los sacerdotes permanecían inmóviles y emitían sonidos extraños provenientes «de su estómago», una técnica llamada «gastromancia». En su quinto libro sobre las epidemias, Hipócrates cita el caso de un paciente al que examinó: «El sonido parecía venir del pecho, como en los que llamamos ventrílocuos». Los antiguos judíos prohibían consultar a tales «espíritus» e incluso creer en «Obh», considerado el espíritu de los muertos, al que algunos decían ser capaces de invocar. Tomando como referencia un pasaje de la Biblia (Isaías, 29:4 «Entonces serás humillada, desde el suelo hablarás, y desde el polvo dónde estás postrada saldrá tu habla. Tu voz será también como la de un espíritu de la tierra, y desde el polvo susurrará tu habla»), los «místicos», los hechiceros o los adivinos, generalmente motivados por el afán de lucro, podían fingir que su voz era la de los muertos, durante sesiones de espiritismo o consultas privadas. Es probable que muchos ventrílocuos con talento murieran en la hoguera a causa de lo que se consideraban dones diabólicos.
Hoy en día, los números de los ventrílocuos se consideran inofensivos y divertidos. Además este don puede utilizarse en el ámbito educativo y tomar incluso una nueva dimensión religiosa (como en Japón, con el reverendo Ichiro Noda). El ventrílocuo debe ahora, sobre todo, adaptarse a los cambios de la industria del espectáculo con el fin de sobrevivir en la era de las innovaciones electrónicas, de los muñecos animados y las imágenes generadas por ordenador. El futuro dirá si este artista podrá sobrevivir y si un público podrá apreciar de nuevo la intimidad misteriosa que se instaura entre el ventrílocuo y su curiosa criatura.
(Ver Voz)

Bibliografía

  • Bergen, Edgar, How to Become a Ventriloquist [Cómo hacerse ventrilocuo], Nueva York, Grossett and Dunlap, 1938.
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  • Schindler, George, Ventriloquism: Magic With Your Voice [Ventriloquía. Magia con tu voz], David McKay, 1979.
  • Stockman, Todd, Who Said That? The Art of The Contemporary Ventriloquist [¿Quién dice esto? El arte de la ventriloquía contemporánea], Atlanta, Center for Puppetry Arts, 1998.
  • Vox, Valentine, I Can See Your Lips Moving [Puedo ver tus labios moverses], Kingswood, Surrey, Kaye and Ward, Ltd., 1981; reimpreso en North Hollywood (CA): Plato Publishing/Players Press, Inc. 1993.
  • Winchell, Paul y Ottenheimer, I. y M., Ventriloquism for Fun and Profit [Ventriloquía por diversión y dinero], Owings Mills, MD, 1954.