Títere de manipulación superior. El títere de vara a la cabeza (de barra, de bastón o a tringle) se manipula gracias a una varilla de suspensión de metal que generalmente atraviesa la cabeza de lado a lado antes de ser enganchada en el interior del torso o, también, directamente en la parte superior del cráneo. Algunos hilos y/o una segunda vara pueden completar sus posibilidades de animación.
Historia
Los títeres antiguos griegos y romanos de la colección Campana, la mayoría de ellos encontrados en los alrededores de la Acrópolis de Atenas y en la región de Campania, probablemente estaban destinados a los niños. Estos juguetes de terracota tenían piernas (y a veces brazos) articuladas. Se manipulaban con la ayuda de una vara insertada en la parte superior de la cabeza. En la Edad Media, una xilografía extraída de un incunable impreso entre 1450 y 1500 representa a un titiritero sentado en un taburete mientras construye un títere en el que se aprecia la vara de manipulación clavada en la cabeza. Sobre la mesa se encuentran dos muñecos que no están terminados. Se han hallado títeres de vara a la cabeza en el norte de Italia a finales del siglo xvii y principios del siglo xviii, como atestigua de forma destacada una descripción de Francesco Saverio Quadrio en Storia e ragione d’ogni poesia en 1744. En Venecia, en el siglo xviii, muchos palacios albergaban un teatro de títeres con todos sus accesorios y un elenco completo de muñecos de vara a la cabeza, vestidos con un gran refinamiento. Medían unos cuarenta centímetros y tenían la particularidad de poseer una pierna ligeramente más larga que la otra, lo que permitía hacerlos caminar y girar con soltura. Los pies estaban lastrados con plomo y los hilos adjuntos a la vara de la cabeza servían para manipular los brazos. El palacio Ca’ Rezzonico de Venecia conserva uno de estos teatros del siglo xviii con su elenco de títeres y el palacio Carminati también poseía otro. Un Polichinela del teatro de la Foire de París del siglo xviii, reproducido en la revista Le Magasin pittoresque, se manipulaba, por su parte, con una vara que atravesaba el bicornio de copa alta y la cabeza del personaje. Ésta sostenía todo el títere. La empuñadura de manipulación en forma de manivela está acabada con un pomo para una mejor sujeción. Cuatro hilos fijados en la parte superior se enganchan a los puños y a la parte inferior de las rodillas con el fin de manipular los brazos y las piernas. En el siglo xix, en Italia, además de los títeres populares callejeros, y en teatros construidos a tal efecto, aparecieron los fantoccini. Estos títeres de vara a la cabeza estaban animados, además, por hilos acoplados a los brazos y a las rodillas.
La tradición de los pupi sicilianos
Los lejanos orígenes de la opera dei pupi son controvertidos. En el siglo xix, esta tradición se basaba en la leyenda de Carlomagno y en la epopeya de los paladinos. Plagados de furiosas peleas entre los pupi-cavalieri y pupi-arabi, estos espectáculos tenían por tema central la ofensiva de los cristianos contra los sarracenos. Los principales teatros de Sicilia están en Palermo y en Catania. Existe una diferencia perceptible entre los títeres de estas dos tradiciones. Los pupi de Palermo son ligeramente más pequeños, 80 centímetros para unos quince kilos como máximo. El tamaño de estos títeres sigue una jerarquía en función de su estatus social: Carlomagno los domina a todos. Tienen piernas articuladas en las rodillas. La vara principal de acero atraviesa la cabeza y se incrusta en el torso de madera vaciado al que se fijan los brazos a cada lado, articulados en los codos. La vara, equipada con una empuñadura de madera, está encorvada en forma de gancho para suspender el títere tras el escenario, listo para actuar. Una segunda vara está unida a la altura de la muñeca para poder manipular el brazo derecho, que sujeta la espada. Esta puede terminar en una anilla, de manera que se pueda colgar, en el extremo de la vara principal encorvada. Un hilo grueso, colocado en la parte superior, en el pomo, pasa a través del puño cerrado que está taladrado para sujetar la empuñadura de la espada. El otro extremo del hilo está unido al arma. Al tirar de este hilo, el titiritero desenvaina y coloca la espada en la mano del títere. El escudo puede estar sujetado directamente al brazo del títere. Los títeres de Catania pueden alcanzar los 1,40 metros y pesar hasta 20 kilos. Otra particularidad es la rigidez de sus piernas. Las varas con las que están equipados son las mismas (cabeza y brazo armado), con la diferencia de que, al ser manipulados los títeres desde un puente situado a 1,40 metros, éstas son mucho más largas y las armas están en general fijadas en la mano derecha del muñeco. Un hilo resistente permite animar el brazo que lleva el escudo. Ya sea en Palermo o en Catania, los títeres, especialmente preparados para la batalla, pueden ser decapitados o partidos en dos con un golpe de espada. En la región de Apulia o en Nápoles existían teatros provenientes de una tradición similar. Los pupi napolitanos miden un metro de altura. En Roma desaparecieron a finales del siglo xix. La fabricación de los pupi requiere del talento de un escultor de madera para tallar la cabeza, las manos y las piernas; de un latero capaz de repujar el metal de las armaduras, de los escudos y de los cascos (de cobre y de latón); de un herrero, para dar forma a las varas y a las armas; de un sastre para ajustar los suntuosos trajes y coser las capas; y de un pintor para dibujar los rostros e ilustrar los cartelli, las pinturas que abrían los espectáculos. Generalmente, una misma familia se encargaba de desarrollar y perpetuar estas maestrías, costumbre que ha llegado hasta nuestros días.
La tradición francesa
Séraphin trajo de Italia el teatro de sombras, pero también llevó a escena títeres de vara a la cabeza en 1797. El Teatro Joly, en Lyon, que se mantuvo en funcionamiento de 1831 a 1903, presentó, por su parte, una pareja de títeres, el padre y la madre Coquard, que aparecían insultándose en un Belén, llamado «tragedia sagrada en dos actos y siete cuadros con un prólogo y canciones». Gracias a Gaston Baty, que les dedicó un libro, sabemos que estos títeres eran «una especie de fantoccini de vara a la cabeza con cinco hilos y medían unos 60 centímetros». En cuanto a Lafleur, héroe picardo del teatro de «cabotins» (comicastros), es decir, de títeres de vara a la cabeza, habría nacido en 1810 en Amiens. Personaje eminentemente popular que propinaba patadas al gendarme (el cadoreux) o al propietario levantando su pierna para ponerla en posición horizontal, representaba el papel del vengador de los débiles y oprimidos. Los títeres de Amiens están hechos de madera tallada y pintada, sus brazos y piernas están articulados, a excepción de Lafleur, que tiene las piernas rígidas (de ahí la famosa patada). Están vestidos con telas. La vara de manipulación de metal está incrustada en la parte superior de la cabeza, que puede girar. Un mango de madera remata la vara y permite una buena sujeción y un travesaño horizontal provisto de pequeñas muescas permite atar a este los hilos de las manos y de las rodillas.
En Roubaix, en Lille, el héroe local del siglo xix era Jacques Valet, que aparecía en las obras de repertorio: La Tour de Nesle (La torre de Nesle), La Nonne sanglante (La monja ensangrentada), Don Juan, Ourson et Valentin… En Roubaix, en el «Théat’ Louis» de Louis Richard, Jacques tenía las piernas animadas por unos hilos metálicos que le atravesaban el cuerpo. A partir de 1979, se crearon nuevos títeres: Florien Richard, nieto de Louis, Andrée Leroux y Alain Guillemin fundaron la Association pour le Renouveau de la Marionnette à tringle (Asociación para la Recuperación del Títere de vara a la cabeza). Estos dos últimos revivieron posteriormente esta tradición en el Teatro Louis Richard.
En Besanzón, el títere de vara a la cabeza más popular es Barbisier, que aparece en Navidad y representa a un viñador con un bastón. Los teatros Borgniet, un extenso linaje de titiriteros que se sucedieron de 1800 a 1935 con «carreras» importantes, el théâtre du Petit Poucet (teatro de Pulgarcito) y el théâtre des Lilliputiens (teatro de los liliputienses) son los teatros más conocidos de todos los que han dado vida a este personaje. En Nantes, desde 1830, Jean-Charles Leroux y su esposa Jeanne-Magdelaine Feron, conocida como «la famosa Désirée», establecieron su teatro llamado también «Lilliputiens». Actuaban en invierno y el resto del año iban de gira por el oeste de Francia con sus títeres de vara a la cabeza, de entre 55 y 65 centímetros de altura, finamente esculpidos, cuidadosamente vestidos y manipulados con tino con ayuda de una vara y de hilos. Tal fue su éxito que lo llamaron familiarmente «El Riquiqui», por el nombre del titiritero que hacía la presentación delante del tablado. En 1872, veinte personas vivían en el Théâtre des Variétés, nuevo nombre del «Riquiqui» que, en realidad, no se limitaba a los títeres y ofrecía todo tipo de espectáculos.
La tradición belga
Bélgica es rica en títeres de vara a la cabeza tradicionales. Los porijinèles (polichinelas) de Tournai, los pouchinels de Bruxelles (los polichinelas de Bruselas), los bolomes (bonachones) de Mons, los títeres de Borinage, región situada al sur de Mons, donde encontramos a Lafleur, en Quaregnon, en el Teatro de Ratachou Molèt que podía acoger doscientos espectadores en su café, así como en Jemmapes, en el Teatro Lecomte (1897/1925), encontramos títeres de vara a la cabeza. Asimismo, encontramos el personaje de Tchantchès, con Nanesse, su mujer, héroe liejense al que rodean numerosos paladines sacados de novelas de caballería o personajes ligados a las leyendas populares y a los temas religiosos (el Nacimiento, la Pasión). En Bruselas, en 1812, Toone (diminutivo del nombre flamenco Antoone, Antonio) ofrece por primera vez representaciones de títeres de vara a la cabeza en un cabaré del barrio de Marolles. Los títeres tienen una cabeza moldeada, pintada, barnizada, con peluca y sombrero; el cuerpo es de relleno; las manos son de madera tallada; las piernas son rígidas y los vestidos tienen muchos adornos. La vara principal pasa a través de la cabeza y bajo el cuello se incrusta en el torso, lo que permite una ligera rotación de la cabeza. Una segunda vara puede animar un brazo, como en el caso del héroe Woltje.
En Amberes, el teatro de los Poesjenellenkelder, que se remonta al siglo xvi, es uno de los más antiguos de Bélgica. Se convirtió en un teatro tradicional hacia el año 1820. Los títeres de madera, muy pesados, presentan una vara adicional, o incluso dos, para animar las manos. Los tipos populares son representados por la Cabeza, el Tartamudo, el Bizco y el más conocido, la Nariz, de Neus. En la misma época se establecieron teatros de títeres en Gante. Los títeres son más pequeños y la estrella es Pierken (Pierrot) el panadero. Así mismo, interviene tanto en obras históricas como en cuentos de hadas. Posee un hilo adicional en la pierna derecha. Otro personaje cómico, Brazo-Largo (Langenarme) está ataviado ridículamente con un brazo ligero y desmesurado para poder batallar fácilmente.
Otras tradiciones europeas
En la Inglaterra del siglo xix, Clun Lewis recorría los pueblos con sus títeres de hilos de los cuales algunos, anteriores a 1870, se manejaban de vara a la cabeza. También se le atribuye al inglés Thomas Holden la sustitución de la vara por los hilos. En Eslovaquia, en Babkove Divadlo, Anton Anderle, que representaba la cuarta generación de esta familia de titiriteros, conserva 600 títeres de vara a la cabeza. En Hungría, en el Teatro nacional, Íván Koos creó en 1976 títeres de manipulación a vista, de vara a la cabeza de bambú para L’Histoire du soldat (La historia del soldado) de Dezso Szilagyi, con la dirección de Kátó Szonyi.
Actualmente, es necesario mencionar el original trabajo de dos ingleses, Liz y Cavin Glover, de la compañía Faulty Optic. En el espectáculo Bubbly beds (Camas efervescentes) asistimos a la representación de un baile entre una especie de sirena y un marino al que ella amó, del cual conserva la piel y al que intenta revivir en vano. Desesperada, acaba por darse cabezazos repetidamente contra la pared de cristal produciendo un estridente ruido. Esta curiosa escena se desarrolla en un acuario de un metro de ancho, lleno de agua, hecho que aporta una fluidez extraña a la manipulación de vara a la cabeza de todos estos pequeños títeres.
Bibliografía
- Delannoy, Léopold. Théâtres de marionnettes du Nord de la France. Paris: G.P. Maisonneuve et Larose, 1983.
- Jeanne, Paul. Le Théâtre de marionnettes d’Anvers. Paris: La Très Illustre Compagnie des petits comédiens de bois, 1934.
- Leroux, Andrée, and Alain Guillemin. Al’comédie! La Voix du Nord, 1997.
- Leroux, Andrée, and Alain Guillemin. Marionnettes traditionnelles en Flandre française de langue picarde. Dunkerque: Éditions du Beffrois, 1984.
- McCormick, John. The Italian Puppet Theater – A History. Jefferson (NC): McFarland & Co., 2010.