Teatro de sombras de Andhra Pradesh, en el centro-oriental de la India. Se trata de una expresión muy antigua de éste estado de Andhra Pradesh, ya que los manipuladores pueden desgranar los nombres de sus ancestros hasta la undécima generación. Las figuras de cuero (ése es el significado de tolu bommala), miden a veces más de un metro de altura y se les llama “los gigantes de Andhra Pradesh”, conocieron su época dorada bajo las dinastías Satvahana y Chalukya entre los siglos IV y VI. En esta época, se esparcieron por Java y después se extendieron por toda Indonesia, Birmania, Siam, Malasia, Japón y China, donde adoptaron las formas y repertorios locales.

Las representaciones de tolu bommalatta se desarrollaban al aire libre, al principio cerca de los templos para las fiestas de Mahashivarati (festividades de Shiva que duraban nueve días consecutivos, del amanecer hasta el alba) y luego en un terreno puesto a disposición de los titiriteros por los aldeanos. Los titiriteros, nómadas, pertenecientes a las castas más bajas de la sociedad, se desplazan de pueblo en pueblo durante la estación seca. Durante el periodo del monzón, se dedican a fabricar o restaurar las figuras y sus instrumentos musicales: mukhaveena (de la familia del oboe), mridangam (tambor de dos pieles), jalor (juncos alisados) y kartal (pequeños címbalos de cobre).

Las figuras, recortadas en cuero de búfalo, pero a veces también de gamo para los personajes divinos y reales, presentan siempre una cara de perfil a excepción de Râvana con sus diez cabezas (una de frente y nueve de perfil). El cuello, los hombros, los codos, los puños, la cintura, la cadera, las rodillas y los pies tienen articulaciones unidas por remaches de piel. Dos varillas de bambú desmontables atraviesan perpendicularmente el cuerpo de la figurilla. Barras más finas que se insertan momentáneamente en las manos o las rodillas, permiten los movimientos de danza, sutiles y variados. La piel, relativamente gruesa, conserva la transparencia del pergamino, teñida con colores vegetales, también perforados con motivos con joyería, decoraciones indumentarias o emblemas.

A veces, en determinados conjuntos de figuras, Râma y Lakshmana llevan bigote y vestimentas de estilo mogol, como los pantalones bombachos. En general, los peronajes del Râmâyana y del Mahâbhârata, tales que Râma, Krishna o a veces el mismo Shiva, durante sus raras apariciones, son coloreados de azul,  Hanuman de negro y rojo, Râvana de rojo y los demás demonios de negro. Dos payasos Killekyatha y Bangaraku, multicolores, llevan una larga falda sobre la que se articulan sus pies. Otros personajes cómicos, provistos de un falo articulado o fijo alrededor del que se fijan pelos de búfalo al cuero, han desaparecido desde 1970.

Para manipular las figuras, tan grandes y complejas, y tenerlas pegadas a la pantalla, hacen falta no menos de tres manipuladores para cada una de las más altas (ver también Manipulación). La pantalla está formada por una pieza de algodón blanco hecha con dos dhoti (taparrabos masculino de 5 metros a 90 centímetros aproximadamente) tendidos uno debajo del otro entre dos postes y tensados juntos por espinas de palmera. Se da a la pantalla una ligera inclinación. La fuente de luz, antaño lámparas de aceite de coco, hoy en día tubos de neón, se pone sobre la cabeza de los titiriteros. Proyecta la sombra coloreada a través de la pantalla. Las mujeres y los niños se sientan en el suelo de cara a la pantalla, los hombres prefieren estar del lado de los titiriteros o dar vueltas alrededor de la pantalla. Siguen con atención los movimientos de baile de los titiriteros que, con campanillas en los tobillos, acompañan la evolución de sus figuras, con el estilo coreográfico de kuchipudi, golpeando el talón con una tabla de madera situada en sus pies.

La duración de un espectáculo puede variar entre seis a ocho horas y un día completo, usándose una treintena de figuras. Un grupo de titiriteros cuenta con un mínimo de seis personas entre las que hay dos mujeres (por la altura de sus voces en el canto, en lengua telugu), a menudo una amplia familia.

Actualmente, esta magnífica forma artística, en regresión desde 1970, no se da más que en manifestaciones aisladas (festivales o giras en el extranjero). La situación de los titiriteros, que se ha reducido a la extrema indigencia, la pérdida de sus figuras (inundaciones, devoradas por las ratas) y el débil interés de las autoridades culturales indias y la población local que prefiere la televisión, arrastra inexorablemente a “los gigantes de Andhra Pradesh” a su fin.