Las primeras adaptaciones para el teatro de títeres de la figura de Don Juan datan del siglo XIX y se inspiran, la mayor parte, en la obra de Tirso de Molina El Burlador de Sevilla y Convidado de piedra de 1626, texto que ya había conocido, desde el siglo XVII, diversas adaptaciones teatrales, italianas y francesas, antes de la de Molière en 1665. En lo que respecta a la interpretación de Da Ponte proporcionada en su libreto para la ópera de Mozart (Don Giovanni, 1787) y que en 1813 retomó Hoffmann en una de sus adaptaciones (Don Juan. Aventure fabuleuse arrivée à un voyageur enthousiaste, Don Juan. Aventura fabulosa ocurrida a un viajero entusiasta), en la que se presentaba a un Don Juan seductor, ciertamente, pero también filósofo y libre-pensador, ésta pasó durante mucho tiempo desapercibida entre los titiriteros.
La obra de Tirso de Molina
La obra española se divide en tres actos, en los cuales Don Juan seduce y engaña sucesivamente a Doña Isabela, en Nápoles, la joven pescadora Tisbea en la costa española, Doña Ana, que tuvo, no obstante, un idilio secreto con su amigo La Mota en Sevilla, y una joven casada, Aminta, en el campo. Pero, sobre todo, en Sevilla, Don Juan mató al padre de Doña Ana, el Comendador Don Gonzalo de Ulloa. A modo de burla, Don Juan invita al muerto (bajo la forma de una estatua) a cenar. Pero éste rechaza la invitación e invita a Don Juan a dar un paseo al día siguiente. En el transcurso de este macabro “festín”, la estatua del Comendador le tiende la mano. Rechazando un arrepentimiento que llega demasiado tarde, la estatua se lleva a Don Juan al infierno.
Las adaptaciones para títeres
Las versiones representadas por los titiriteros siguieron los pasos que ya habían sido dados en las obras para actores. Pero la obra fue profundamente transformada por razones de género: en su mayoría, las escenas de seducción, difíciles de hacer con muñecos de madera, fueron eliminadas o atenuadas; mientras que los elementos cómicos, sacados de la commedia dell’arte, fueron ampliados. Los roles de los criados de Don Juan fueron acentuados e interpretados por personajes cómicos de diversas tradiciones locales; el sirviente Catalinón fue remplazado por Hanswurst en Alemania y Kasperle en Austria. En Italia, en la versión de la compañía Fiando y Colla en el siglo XIX, se presentaba un Don Giovanni il Dissoluto (Don Juan el disoluto) que terminaba con la escena de Don Juan en el infierno, acompañado por Famiola y Brighella, personajes tradicionales de la commedia dell’arte y del teatro de títeres. Desde el punto de vista dramático, el conflicto entre amo y criado se convirtió en el verdadero centro de interés: si Don Juan no podía escapar de su castigo, los criados, conforme a uno de los principios del teatro de títeres, triunfaban frente a la muerte y el diablo. En los escritos provenientes de regiones alemanas y checas, en las que la historia de Don Juan tuvo una gran difusión, aparecían otros temas como el de Fausto (con la presencia del Diablo tentando a Hanswurst con una enorme salchicha) o el de la parábola del hijo pródigo. Esta parábola era una pieza fundamental del repertorio teatral de inspiración religiosa en los países protestantes, pero, a lo largo del siglo XIX, fue perdiendo sus elementos bíblicos progresivamente para convertirse en un cuento moral que concluía con la victoria final del Bien sobre el Mal, con un gran refuerzo de invenciones escenográficas. En algunas versiones publicadas en los almanaques alemanes, como Das Kloster, utilizadas por los titiriteros, Don Juan ya no era un seductor y un libertino, sino que se convertía en un asesino sin escrúpulos, retomando así los estereotipos del repertorio de los bandidos, popular en la Bohemia del siglo XIX. Sus sirvientes (Hanswurst, Kasperle, Kasparek), convertidos en sus alter ego, aparecían en escenas muchas veces reajustadas para la obra y esperadas con más impaciencia por el público: en la versión del checo Tomás Dubsky, que retomaba los elementos típicos de la tradición alemana, lejos de la imagen del seductor, Don Juan, quería sobre todo casarse con Doña Ana para sacar partido de la dote, mientras seguía siendo un asesino. Incluso termina matando a su propio padre además de al de su dulcinea porque los dos se oponían a apoyar sus planes de matrimonio interesado. La intriga se centraba esencialmente en la avidez del personaje. Sus planes de matrimonio son abortados y Don Juan propone entonces a su criado Kasparek (que acepta tras varias dudas) robar a las valientes gentes del bosque y no dudar a la hora de asesinarlas. Otras escenas muy apreciadas eran la de la aparición del comendador, la mayoría de las veces representada por un espectro, y la escena espectacular que se daba justo en el centro de llamas cuando los diablos se apropian de su presa. En el siglo XX, Don Juan tuvo muchas adaptaciones para títeres entre las que se distinguen la interpretación con títeres de varilla del teatro Obraztsov en 1996, la de los títeres de Salzburgo, el Don Giovanni all’Opera dei Pupi (2005), realizado con los pupi de la Compagnia Figli d’Arte Cuticchio, y la versión regularmente presentada por el Teatro nacional de títeres de Praga.