Hasta el paso del siglo XIX al XX no se produjo el nacimiento pleno del arte del títere suizo. Con anterioridad, compañías itinerantes procedentes de países fronterizos, especialmente de Alemania y Francia, presentaban sus producciones en las grandes ferias de Bâle, Berna, Zurich, Ginebra, Solothurn o de Baden. En cualquier caso, ninguna de estas primeras compañías profesionales era suiza. Durante largo tiempo, las obras de títeres y de sombras fueron tan apreciadas como el teatro de actores y entre 1670 y 1700, y después entre 1720 y 1750, incluso eran tan habituales como las segundas en los espectáculos de feria. No obstante, con la ocupación francesa en 1798 y los cambios sociales y políticos que suscitó, los titiriteros itinerantes disminuyeron y el público comenzó a preferir la ópera y el arte dramático. En las ferias urbanas las demostraciones mecánicas u ópticas, más espectaculares, eclipsaron a los títeres, que aún se podían ver en las zonas rurales. Sólo se mantuvieron algunos titiriteros de guante en sus pequeños teatros a la italiana, la tradición de la commedia dell’arte en espectáculos para niños. Gracias a los esfuerzos de artistas y de amateurs entusiastas, el teatro de títeres y de sombras fue reintroducido en el país a finales del siglo XIX.

Los inicios

En 1895, un grupo de jóvenes pintores, músicos y escritores de Ginebra tuvo la idea de crear el equivalente suizo del Chat Noir (Gato negro). Sus figuras principales eran el caricaturista Godefroy (Auguste Viollier) y el pintor-grabador Henri van Muyden, ambos admiradores entusiastas del célebre cabaret de Montmartre. Retomaron la técnica, pero también crearon en este teatro, bautizado Le Sapajou, programas originales en los que manipulaban cientos de figurillas expertamente recortadas. El compositor Émile Jaques-Dalcroze al piano y H. Bertillot en el papel de presentador contribuyeron a su inmenso éxito, recuperado gracias a los espectáculos de sombras que se mostraron durante seis meses con motivo de la Exposición Nacional Suiza organizada en Ginebra en 1896. Pero probablemente fue la iniciativa de Hermann Scherrer (1853-1948) la que tuvo una mayor influencia sobre el arte del títere suizo, pues esta aventura duró más de treinta años. Este comerciante de telas de Saint-Gall comenzó con un pequeño teatro de títeres familiar en 1903 copiando el estilo, la técnica y el repertorio del célebre Münchner Marionettentheater (Teatro de Títeres de Munich) de Josef Leonhard (Papa) Schmid, que tuvo la ocasión de frecuentar durante sus viajes de negocios. Esta iniciativa, puramente privada en un principio, dio lugar a una verdadera institución local donde los espectáculos para niños adquirieron una gran fama. La compañía presentaba, sobre todo en dialecto bávaro, obras de Franz Graf von Pocci, con el célebre personaje de Kasperl. Hasta más adelante no se introdujeron personajes más típicamente suizos como Heidi, que cerró la última temporada del teatro en 1937. Convencido del valor educativo de este género artístico, Scherrer inauguró sobre todo la tradición pedagógica del arte helvético del títere.
Los objetivos y las pretensiones del teatro de títeres fundado en 1918 en Zurich por Alfred Altherr (1875-1945) eran muy distintos. Este arquitecto estaba convencido de que la reforma del arte del teatro, una cuestión entonces de plena actualidad, debía tomar como modelo ideal el teatro de títeres. La referencia en la materia era entonces la teoría desarrollada por Edward Gordon Craig, que proponía un espacio escénico antinaturalista, altamente estilizado, que hiciera referencia a elementos arquitectónicos y a nuevos procedimientos de iluminación. Con sus alumnos-maestros del departamento de “arte y artesanía” de su escuela de comercio creada seis años antes, Altherr puso a punto espectáculos que incluían también a artistas plásticos, actores, escritores y músicos y que fueron presentados en 1918 en la exposición organizada por la Unión Suiza de Artesanos, Artistas y Arquitectos (Schweizerischer Werkbund, SWB). Se presentaron nueve producciones en el Schweizerische Marionettentheater erigido para la ocasión, entre las que se encontraba El violín mágico de Pocci, así como tres obras especialmente escritas por René Morax y Daniel Baud-Bovy, dos escritores suizos francófonos. Únicamente dos de estos espectáculos expresaban plenamente la ambición de renovación artística: la adaptación del Rey Ciervo de Carlo Gozzi con de títeres de madera de Sophie Taeuber-Arp y La Boîte à joujoux (La caja de juguetes) de Claude Debussy (1913) para la que el pintor Otto Morach diseñó más de cuarenta títeres reflejando las tendencias expresionistas de la época. El acabado técnico de los dos conjuntos de títeres estuvo asegurado por Carlo Fisher, que impartía clases de trabajo de madera en la escuela de Alfred Altherr. Picado por la curiosidad por estas puestas en escena ejemplares y muy mediatizadas en Europa por la prensa del Werkbund, otros artistas, actores, autores de teatro y músicos siguieron esta vía de la abstracción en sus puestas en escena y en sus escenografías, una opción que se vio reforzada por las experiencias de Picasso y de Picabia en París, así como de la Bauhaus en Weimar. Alfred Altherr dirigió su compañía hasta su cierre forzado en 1935. Durante nueve temporadas su compañía presentó una treintena de espectáculos, de los que los más exitosos y aplaudidos fueron Doctor Fausto y El Retablo del Maestro Pedro. En cualquier caso, una tendencia más clásica, próxima al drama, la ópera y el circo, se hizo hueco en este repertorio, así como en el de los Títeres de Zurich, compañía creada en 1942. Este estilo estaba encarnado por varias compañías itinerantes, como las célebres Piccoli de Vittorio Podrecca, el Teatro Artístico de Títeres de Munich de Paul Brann o la Riesenbühnenschau de Weiffenbach, que llenaban las salas durante sus representaciones en Suiza.
Hasta mediados del siglo XX, se creó más de una docena de compañías, especialmente en Lausana (1918), Zug (1928), Interlaken (Jakob Streit), Meiringen (Arnold Brügger), Bischofszell (Armin Rüeger), Saint-Gall (Clara Fehrlin, Paul Theo Müller), Romanshorn (Fritz Popp), Altdorf (Heinrich Danioth) y Bâle (H. O. Proskauer). Algunas compañías consiguieron mantenerse durante largo tiempo y lograron un nivel profesional. Tal fue el caso del teatro de títeres de Ascona (1937/1961) de Jakob Flach, el teatro de títeres Festi-Ligerz (1927/1947) de Elsi y Fernand Giauque, los Títeres de Berna (1947/1967) de Else Hausin o el teatro de títeres de Kloten de Werner Flück. Finalmente, dos compañías, que siguen existiendo en la actualidad, consiguieron establecerse como teatros fijos: los Títeres de Ginebra, fundados por Marcelle Moynier en 1929, y el Basler Marionettentheater (Teatro de Títeres de Bâle) de Richard Koelner, creado en 1943. Otra contribución al arte del títere fue la realizada por Erich Weiss, profesor de literatura y filosofía en Winterthur, entre 1932 y 1963. Con sus estudiantes, presentó con grandes marionetas de hilos finamente esculpidas seis obras de las que también era el autor, algunas políticas, como Judas Iscariote (1936) y Das kleine Europatheater (El pequeño teatro de Europa, 1960) y otras más poéticas, como Die Gänsemagd (La guardiana de ocas, 1957).

La renovación después de la Segunda Guerra Mundial

A pesar de todas estas iniciativas locales, no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial y en la segunda mitad del siglo XX cuando el teatro de marionetas de hilos adquirió realmente su máximo esplendor, especialmente gracias a Peter W. Lossli y a su mujer Trudi, quienes fundaron la primera compañía itinerante profesional a tiempo completo. Con su repertorio, en particular El Principito o La historia de un soldado de Ramuz y Stravinski, los “títeres Lossli” se convirtieron en la referencia del género. En lo que se refiere al títere de guante, conoció una renovación similar. Nuevas obras destinadas sobre todo al público infantil reemplazaron a la comedia tradicional a la italiana centrada entorno a personajes tradicionales como Pulcinella, Kasperl o Guignol, si bien estos no llegaron nunca a desaparecer, especialmente en las ferias y en las regiones no germanófonas de la confederación, como da fe la figura de Gioppino o Giuppin, muy popular en Tessin. El impulso decisivo vino de Alemania, donde los espectáculos de títeres de guante habían ganado en calidad artística y se presentaban además en escuelas, jardines de infancia y en teatros para niños. En 1947, con el objeto de promover el títere de guante, Heinrich Maria Denneborg, titiritero alemán (y autor de libros infantiles) y su esposa de nacionalidad suiza, Silvia Gut, fundaron un “círculo de trabajo” que, con sus talleres y sus conferencias, funcionó hasta 1959, año de la fundación de la asociación de titiriteros suizos que pudo entonces heredar esta red. Las dos personalidades que marcaron esta época fueron Adalbert Klingler (1896-1974) y Therese Keller (1923-1972), que presentaron por separado a través de la Confederación espectáculos para niños donde los principales personajes eran Kasperli o Hansjoggel, un chico suizo que, salvo por su vitalidad, no tenía nada en común con la figura original tradicional. Con sus espectáculos presentados en dialecto zuriqués, patrocinados por la gran cadena de tiendas Migros, Klinger fue durante algún tiempo el único titiritero solista profesional. Fundado en 1947, el Cabaret “Fred Schneckenburgers Puppen” de Zurich tuvo también una gran impronta con sus espectáculos de títeres de guante para adultos, algunos de los cuales se inspiraban en títeres de los años 20 y que podían recordar a los que Paul Klee diseñó para su hijo Félix.

El desarrollo de los años 60 y 70

En 1961, la Asociación Suiza de Teatros de Títeres editó la revista Marionnettes et Marionnettistes (Títeres y Titiriteros). Esta publicación se convirtió en el escaparate de la docena de compañías que vieron la luz entre finales de los 60 y principios de los 70. Titiriteros particulares como Käthy Wüthrich, Maya Gärtner y Margrit Gysin trabajaron con títeres de guante más o menos como continuación de la obra de Therese Keller, mientras que otros como Trudy y Peter Bienz en Winterthur se dedicaban a la manipulación con hilos. No obstante, la mayoría de estos nuevos artistas no daba prioridad a ningún género, su trabajo experimental incluía títeres de varillas, escenas proyectadas, muñecas de gran naturaleza, máscaras, figurines planos, teatro de sombras o teatro negro. Estos jóvenes titiriteros (que con frecuencia trabajaban en pareja) podían adaptar el repertorio clásico existente, pero normalmente firmaban sus propias obras originales y realizaban representaciones también para un público adulto. También se impuso una serie de compañías itinerantes a lo largo del país: la compañía La Rose des Vents, (Lausana, 1965), el Puppentheater Rolf Meyer/Martin Friedli (Berna), el Puppen und Schattenbühne Monika Demenga (Berna, 1969), Eric Mérinat y sus títeres (Lausana, 1969), el Teatro Antonin Artaud de los Poletti (Lugano, 1969), el Puppentheater Bleisch (Winterthur, 1970), el Teatro del Poudrière (Neuchâtel, 1970), los Pannalal’s Puppets (Ginebra, 1973), y el Figurentheater Hansueli Trüb (Abtwil, 1973). La mayoría de estos profesionales se habían formado a sí mismos tras sus estudios de arte o teatro o en compañías. En Lausana, un taller dirigido por Français Yves Vedrenne iniciaba a los participantes en la manipulación a vista, mientras que Michel y Tina Perret-Gentil, de los Títeres Pannalal, despegaban con espectáculos de danza india, la cual habían estudiado en Udaipur, en Rajastán. En 1978, tres titiriteros y sus esposas hicieron su debut: Christian y Maya Schuppli bautizaron a su compañía con el nombre de Vagabu después de haber trabajado durante varios años en el Basler Marionettentheater (teatro de Títeres de Bâle); Christoph y Silvia Bosshard habían trabajado como decoradores hasta que crearon el Tokkel-Bühni (Teatro de Títeres sobre la Tienda), mientras que la compañía de Kurt Fröhlich, Fährbetrieb, se basaba en la experiencia adquirida en danza moderna y en mimo. En 1979, Nicole Chevallier, una estudiante del Instituto Jacques-Dalcroze de Ginebra, asumió la dirección de los Títeres de Ginebra, donde introdujo especialmente el títere de varillas, técnica adquirida en el teatro Ţăndărică de Bucarest. Algunos de estos titiriteros, como Monika Demenga, Kurt Fröhlich, Peter Bienz, y, más recientemente, Michael Huber y Hanspeter Bleisch, crearon también espectáculos de sombras, un género explorado de manera original por Rudolf Stössel, titiritero amateur y físico, en el Teatro de Títeres de Saint-Gall y cuyos descubrimientos formaron una parte importante del trabajo altamente inventivo actual de Hansueli Trüb. Por otro lado, en 1971, un grupo de inmigrantes procedentes de Checoslovaquia dirigido por Jiri Prochazka, fundó el Schwarze Theater Zürich (Teatro Negro de Zurich) quien, además de espectáculos de sombras y obras para niños como Pedro y el Lobo, Pinocho, Blancanieves o Rumpelstilzkin, creó películas de títeres para televisión. El mismo año, los jóvenes mimos Andres Bossard y Bernie Schürch fundaron su compañía de payasos Verlor und Vorher (Adelante y Perdido), a quienes se unió al año siguiente Floriana Frassetto: después del éxito obtenido en el festival de Aviñón, comenzó la aventura de Mummenschanz. Con producciones en todo el mundo, la compañía (formada en la actualidad por Bernie Schürch, Floriana Frassetto, Raffaella Matioli y Jakob Bentsen), que conviene clasificar más bien dentro del “teatro de figuras” o “visual”, no ha sido nunca invitada hasta la fecha a ningún festival de teatro de títeres.

La escena contemporánea a partir de los años 80

A medida que aumentaba el número de compañías y se ampliaban sus dominios creativos, la profesión se fue conociendo cada vez mejor y los titiriteros pudieron dedicarse de manera profesional al oficio a tiempo completo. En 1983, después de la muerte de Marcelle Moynier, los Títeres de Ginebra se convirtieron en un teatro municipal subvencionado, un ejemplo seguido por otras ciudades y cantones como Berna, Zurich, Ascona, Lucerne, Biel/Bienne, Lausana y Neuchâtel, donde se crearon teatros permanentes. En la actualidad, Suiza es sin duda el país de Europa que proporcionalmente alberga el mayor número de teatros municipales. El ejemplo del teatro del Podrière en Neuchâtel, que comenzó como compañía amateur para evolucionar en los años 80 y 90 hacia el estatus de teatro profesional, fijo y subvencionado, es emblemático. Si bien estos teatros locales acogen con frecuencia a compañías extranjeras o suizas, así como a coproducciones con compañías itinerantes, las fronteras lingüísticas permanecen, no obstante, presentes y la necesidad de evitar el aislamiento se siente especialmente en la parte italófona de la Confederación. Su público es demasiado restringido y las compañías de Tessin deben presentarse muy a menudo en el extranjero. El Teatro Antonin Artaud, fundado en 1969 en Lugano por Michel y Michèle Poletti, se presenta con frecuencia en Italia y en la mayoría de festivales internacionales, pero mucho menos en la Suiza alemanófona y francófona. Como contrapartida, el Theatro dei Fauni (Teatro de los faunos), creado en 1986 en Locarno bajo la dirección de Santuzza Oberholzer, presenta con frecuencia sus espectáculos en la Suiza alemanófona y normalmente prepara sus diálogos en cuatro lenguas.
Todos estos desarrollos hacen que los titiriteros busquen mejorar la calidad de sus puestas en escena y a aumentar el número de obras y muchos teatros comienzan a encargar la escritura, la dirección, la decoración o la música a profesionales. En cualquier caso, los espectáculos siguen dedicándose en su mayoría a un público infantil y familiar y las instalaciones existentes y las limitaciones económicas rigen el tamaño de la producción y el tipo de público al que se dirige. Los teatros de títeres pueden acoger por lo general a unos ciento veinte espectadores de media y tienen pequeños escenarios, como en el caso del Tokkel-Bühni de los Bosshard, pero el teatro Double Jeu de Lausana, creado en 1987 por la Rose des Vents y el teatro Globule, presentan sus espectáculos ante unas trescientas personas en el aula del colegio de los Bergières. Para superar las restricciones de tamaño, tuvieron lugar varias experiencias interesantes, como la inspirada por Yves Vedrenne, los Brunners, que fueron los primeros en Suiza en crear espectáculos sobre una gran pantalla como títeres de varillas y de mesa de un metro de altura manipulados por un equipo de entre tres y cinco titiriteros más o menos visibles para el público. En los años 70, Peter W. Loosli ya había abandonado el marco reducido para manipular a vista sus títeres del Principito, poniéndose máscaras ridículas que representaban a los habitantes de las estrellas. La representación con grandes títeres, máscaras y una escena móvil se popularizó sobre todo por el trabajo de Hanspeter Bleisch. En el curso de los años, algunos titiriteros de esta generación dejaron su actividad o la redujeron, pero las siete compañías fijas más importantes del país (en Ginebra, Neuchâtel, Berna, Bâle, Zurich, Winterthur y Saint-Gall) continúan produciendo espectáculos de manera regular. A esta tradición bien establecida se añaden las compañías itinerantes formadas en su mayor parte por un único titiritero. En cualquier caso, a pesar del interés creciente por el arte del títere, el proyecto de crear una formación especializada de cuatro años sobre el títere en la Academia de Teatro de Zurich tuvo que abandonarse por falta de un número suficiente de estudiantes. Los jóvenes titiriteros formados en Alemania (Stuttgart y Berlín) y en Francia (Charleville-Mézières) son, por el contrario, bastante numerosos y algunos han fundado empresas colectivas con un éxito sorprendente. A este respecto, cabe mencionar el caso especial del teatro Felicia, creado en el Centro Mundial de Antroposofía (escuelas Rudolf Steiner) y el Goetheanum, en Dornach, cerca de Bâle, y cuya existencia se remonta a 1934. Dedicado en su origen a la representación de cuentos de hadas a través de un recitador y un músico, este teatro se convirtió en un lugar fructífero de intercambio entre estudiantes de escuelas Steiner, así como de titiriteros suizos. Además de los títeres clásicos o los figurines planos traslúcidos empleados en sus grandes espectáculos, el Felicia emplea otros títeres (sobre mesa, especialmente) y contribuye al aumento sensible de espectáculos basados en cuentos. Otros titiriteros jóvenes se orientan más hacia un arte visual total que incluye danza, teatro de objetos, proyecciones y vídeo-arte, de manera que contribuyen al desarrollo de una escena contemporánea muy viva. El arte del títere suizo se afirmó también a través de los festivales: en los años 80, algunos festivales internacionales se organizaron en Ginebra y Zurich, pero la iniciativa de Michel y Michèle Poletti en 1979 dio lugar a un evento permanente, el Festival Internacional de Lugano. En 1986 este se transfirió a Ascona, donde, después de doce años de existencia, tuvo que cesar su actividad. Si el festival de los Poletti se dirigía sobre todo a un público de vacaciones en el sur de Suiza, la iniciativa de 1985 de Yves Baudin y de Corinne Grandjean del teatro del Poudrière con el fin de crear un evento bianual del títere en Neuchâtel tuvo más eco en el mundo del teatro y la “Semana Internacional del Títere en el País Neuchâtelois” pudo afirmarse como un importante festival europeo que en 2005 celebró su décima edición. Este éxito animó a los titiriteros suizos a crear su equivalente en la parte alemanófona, en Baden. Esta ciudad acoge desde 1994 un evento bianual, el Figura Theaterfestival (Festival de teatro de figuras). Se invita a compañías extranjeras y suizas que proponen nuevos enfoques del títere y las compañías jóvenes pueden concursar por el “premio Greenhorn”. Además, se crearon dos nuevos festivales anuales en Tessin, uno en 1994 en Stabio (Maribur) y el otro en 1999 en Locarno (Il Castello Incantato, El castillo encantado). Por último, se organizó dos veces, en 2003 y en 2005, un festival internacional y parece estar en vías de institucionalizarse. Se exponen en diversos museos, como el Museo Bellerive de Zurich, la Schweizerische Theatersammlung en Berna y el Schlossmuseum en Münsingen, títeres de compañías antiguas y activas, pero el único museo especializado en el títere es, por el momento, el Museo Suizo del Títere de Friburgo. En la actualidad, los titiriteros suizos se reúnen en el seno de Unima-Suiza/Vereinigung Figuren und Puppentheater. Su revista trimestral, rebautizada Figura en 1992, trata de la actualidad del mundo del títere y aborda cuestiones teóricas. La organización representa entorno a una centena de compañías, entre las que se incluyen profesionales, amateurs y terapeutas, y alrededor de trescientas personas interesadas en la utilización del títere como forma de arte o como medio de educación.

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