Teatro rumano creado en Bucarest en dos momentos: en 1945, creación de la sección “marionetas de hilos” por Elena Pătraşcanu-Veakis y Lucia Calomeri, ayudadas por Alexandru Brătă şanu, Lena Constante, Ileana Popescu (décorateurs), Nicolae Massim (director artístico), Dorina Tănăsescu, Antigona Papazicopol, Lucia Georgescu, Silvia Melinte, Petrina Fotache, Sofia Ungureanu, Maria Roman, Maria Hacichian, Venera Stanciu (titiriteros), Marius Constant (jefe de orquestra).

En un segundo momento (1949), Margareta Niculescu, su directora, creó una sección “títeres simplemente” con Renée Silviu (directora) y Stefi Nefianu, Fifi Bradu, Rita Stoian, Carmen Stamatiade (titiriteros). El Ţăndărică atrajo posteriormente a otros creadores, como Ella Conovici, Ioana Constantinescu, Mioara Buescu (escenógrafos), Ştefan Lenkisch (director), Brânduşa Silvestru-Zaiţa, Justin Grad, Mişu Pruszinski, Costel Popovici, Valeriu Simion (titiriteros), R. Zola (titiritero de hilos), etc.

Los años 1950 y 1960

El espectáculo que dio su fama al Ţăndărică en el extranjero fue Umor pe sfori (Humor con hilos, dirigido por Margareta Niculescu, 1954), reputación confirmada con Mâna cu cinci degete (La Mano con cinco dedos, también de Margareta Niculescu) durante el primer Festival internacional de los teatros de títeres en 1958 en Bucarest. De este modo nació la seña de identidad del Ţăndărică: su inconformismo y distanciamiento metafórico, que casi lo hicieron cerrar por “formalismo”.

El Principito (dirección Radu Penciulescu) se presentó en el segundo festival internacional en Bucarest en 1960, seguido de Cartea cu Apolodor (El libro de Apolodore, dirección Margareta Niculescu, 1963), de Elefanţelul curios (El pequeño elefante curioso, dirección Ştefan Lenkisch, 1963) y de Yo y la materia muerta (1964), en el que el cómico Mircea Crison dialogaba con personajes inéditos (asimismo es la primera aparición en este escenario de los títeres compuestos, resultado de la reunión del cuerpo vivo del titiritero y la “materia muerta”). Las tres mujeres de Don Cristóbal (dirección Margareta Niculescu, 1965), espectáculo representado en muchos países, ganó varios premios en el tercer festival de Bucarest (1965).

Los éxitos internacionales

Nuevas formas de expresión se experimentaron con Cabarettissimo (dirección Margareta Niculescu, 1969), Ninigra y Aligru (ídem, 1971), Pedro y el lobo (dirección Ştefan Lenkisch, 1971), estos dos últimos afirman una reorientación en la búsqueda estética.

Los espectáculos más importantes de los años siguientes fueron (Las estaciones del potro, 1977) que marcan los principios de Irina Niculescu como directora, Don Quijote (dirección Ştefan Lenkisch y Mioara Buescu, 1979), Till Eulenspiegel (dirección Cătălina Buzoianu, 1978), Las Bellas pasiones eléctricas (1980), Petrouchka (1982). En 1978, el premio Erasmus se concedió al Ţăndărică al mismo tiempo que a Yves Joly, a Peter Schumann y a los Fratelli Napoli (Catana, Italia) por su contribución en la renovación del teatro de títeres contemporáneo.

Desde 1986 hasta 1999, bajo la dirección de la profesora Michaela Tonitza-Iordache, dos direcciones de Cristian Pepino, Caperucita roja (1986) y El sueño de una noche de verano (1988), ganaron un premio de la ATM (Asociación profesional del teatro y de la música). Otros espectáculos importantes fueron La Estrella de Arlequín (dirección Mona Chirilă, 1986), Cenicientas (dirección Silviu Purcărete, 1990), Harap Alb (dirección Cristian Pepino, 1992), Urmuz-diálogos (dirección Catalina Buzoianu, 1992), La conferencia de los pájaros, de Farid Uddin Attar (dirección Cristian Pepino, 1993), El Principito (dirección Bogdan Drăgulescu, 1995) y La Bella y la Bestia (dirección Cristian Pepino, 2000).

El Ţăndărică, que dispone de dos salas y de un estudio de grabación audio, crea cuatro espectáculos vistos por 200 000 espectadores al año. Empleaba, en 2005, ciento cinco personas (ejecutivos administrativos, obreros y gente del espectáculo reunidos).

El Ţăndărică y la enseñanza

Después de la fundación, en 1990, de una escuela nacional de marionetas dentro de la Academia de teatro y de cine de Bucarest, el Ţăndărică acogió los espectáculos de los recién diplomados. De esta generación joven, merecen citarse a Ionuţ Brancu, Gabriel Apostol, Liliana Gavrilescu, Decebal Marin, Mariana Palade, Daniel Stanciu, Daria Gănescu y Marcela Sava.