Los títeres tradicionales en la mayoría de culturas tienen dos funciones principales. La primera es la de contar historias, tanto de manera dramática como a través de la ilustración narrativa y la segunda consiste en amenizar y entretener con números especiales. En el caso del kathputli de Rajastán, el elemento narrativo prácticamente ha desaparecido y nos quedan los números especiales de bailarines que se pueden levantar la falda, hombres-caballo que giran alrededor del cuerpo del caballo, magos que hacen malabares con sus cabezas y figurar reversibles que pueden convertirse drásticamente de una figura masculina a una femenina. Los títeres de guante chinos pueden hacer malabares con platos sobre palillos, fumar y realizar otros trucos. Los títeres de agua vietnamitas están diseñados en su totalidad para números especiales, desde dragones que escupen fuego hasta pescadores y agricultores que realizan sus actividades diarias.

Los términos “truco” y “transformación” se utilizan de manera bastante amplia, pero por lo general se refieren a un títere cuya función primordial no es la dramática y que, por tanto, tiene algún elemento especializado en su construcción o en sus hilos (si se trata de un títere de hilos) que le permite realizar un truco determinado (malabares, tocar el violín, etc.) o cambiar de forma de alguna manera.

Uno de los casos documentados más antiguos de títere de truco en Inglaterra es el del esqueleto que se desintegra, que data de al menos los años 1750. Varios artistas del siglo XVIII en Italia desarrollaron representaciones de trucos. Cuando los títeres italianos (o “fantoccini”, como se les conocía en la época) visitaron Londres en los años 1770, las representaciones incluían a Arlecchino (Arlequín), quien se comía un plato de macarrones, un enano-gigante (o un títere extensible), un bailarín de cuerda y un par de pastores que tocaban la mandolina y el violín. Otra compañía de la época tenía una pastora que podía transformarse en un florero y después en una fuente y otra figura cuyos brazos, piernas, cabeza y cuerpo se convertían en seis figuras y bailaban un cotillón. Este último tipo de títere, en Inglaterra, se convirtió en una de las representaciones más celebradas, el Gran Turco. La colección de títeres de la familia Borromeo, del norte de Italia, en la primera mitad del siglo XIX incluía cosas como un palanquín que se abría y se convertía en una dama con un elegante vestido, mientras que una figura de Pulcinella extraía una horda de figurillas de los bolsillos, del sombrero y del cuerpo. Este último tipo de títere se conoce como títere “productor” y el ejemplo clásico es la Mère Gigogne, que produce una colección de retoños que saca de sus faldas.

El término más común para los títeres de transformación era el de “Metamorfosis”, pero este se extendió rápidamente para cubrir todos los espectáculos de variedades que generalmente forman una sección independiente del programa y que entorno a 1800 se conocían como el “ballet”. “Mechanikus” Schűtz de Potsdam en sus programas, en los años 1820, hacía publicidad de una producción de Doctor Fausto con “apariciones”. El espectáculo terminaba con un “gran ballet”. El término “ballet” deriva del uso del verbo “ballare” en italiano, que literalmente significa bailar, pero que se expandió para significar “actuar” con títeres. En esta sección del programa no había diálogo y las figuras se movían o actuaban de acuerdo con la música. El “ballet” comenzaba con una colección de personajes que ejecutaban bailes con el traje nacional típico y seguía con un acróbata que actuaba sobre la cuerda y después una gallina que ponía un huevo del que emergía una gran serpiente “con movimientos muy naturales”. Además, había una serie de “nuevas máquinas voladoras” y transformaciones.

Distintos tipos de truco y transformación encontraban su camino en la acción dramática cuando era necesario. Los Bonecos de Santo Aleixo en Portugal tenían un títere de Juan Bautista que podía decapitarse; esta misma idea continúa vigente en Sicilia en la actualidad donde algunos de los soldados sarracenos tienen un mecanismo que permite cortarles la cabeza. En Sicilia, en los teatros de pupi la hechicera Alcina tenía tres cabezas, una hermosa mujer, una vieja bruja y la muerte. Esta cabeza triple se encontraba dentro de una capucha y se mostraba la cara correspondiente al girar la varilla de control. En las escenas de batallas feroces con los pupi, los campeones gigantes con frecuencia tienen la cabeza abierta y separada, mientras que el guerrero sarraceno puede literalmente partirse de arriba a abajo (y las dos mitades incluso bailan alrededor del escenario de manera independiente). Había un mecanismo similar muy popular en las pantomimas de títeres ingleses de finales del siglo XIX, cuando el policía solía ser la víctima a la que partían por la mitad el Clown y Pantalón.

En Europa, las figuras de transformación a menudo eran cortes platos de metal o cartón pintados. La transformación se conseguía al soltar una lengüeta que revelaba una figura diferente por debajo y también cubría la mitad inferior de la figura original. Una especialmente popular, que también aparecía como un títere tridimensional, era Madame Blanchard, la aeronauta que sufrió una muerte espectacular en 1819. Como títere, Mme Blanchard aparecía como ella misma; después se le caían los dos brazos, que se convertían en pequeñas figuras, su falda se elevaba sobre su cabeza para convertirse en el globo y aparecía la cesta de lo que había sido su cintura. Las dos pequeñas figuras saltaban a la cesta y se marchaban volando. Como figura plana, solía bastar con que la lengüeta de la falda se levantara para convertirse en globo. Se puede encontrar una variante de metamorfosis con figura plana en el espectáculo turco karagöz, donde la magia es un componente importante y un humano puede fácilmente transformarse en un animal rotando la cabeza, de manera que una nueva cabeza que se escondía entre los hombros ocupe el lugar de la cabeza humana.

En Gran Bretaña, artistas británicos se apropiaron de las representaciones de trucos de “fantoccini” italianos y a menudo actuaban en las calles en pequeños teatrillos similares a los utilizados para Punch y Judy. Estos artistas desarrollaron una virtuosidad considerable con estos números de variedades que posteriormente acogieron compañías más grandes y para los que, a mediados de siglo, se había abandonado el control con vara a la cabeza en favor de los hilos, lo que posibilitó futuros desarrollos técnicos.

Algunos espectáculos especialmente populares en Gran Bretaña, que posteriormente se imitaron ampliamente después de las giras de Holden en los años 1880, incluían un par de acróbatas sobre la cuerda floja, los Blondins (por el artista que cruzó las Cataratas del Niágara sobre una cuerda), varias actuaciones de circo, entre las que se incluía la tranka “española” que hacía malabares con un tronco con sus pies, un payaso borracho que andaba sobre zancos e incluso una colección de trapecistas. Dos de las actuaciones más populares siguieron siendo el esqueleto que se desintegraba, o “magnético”, y el Gran Turco.

Las ferias siempre han sido un lugar en el que los artistas del títere se han establecido y en el contexto de la feria lo importante era que pasara el mayor número posible de espectadores por el teatro a lo largo del día. El resultado solían ser espectáculos breves que en su totalidad constaban de números de variedades. Después de 1860, la expansión del music hall supuso una importante fuente de trabajo para los titiriteros, muchos de los cuales en ese momento, en lugar de instalar sus teatros y realizar un espectáculo completo, podían aceptar contratos para una parte del programa y, en tales casos, se representaban números de variedades; y así, las obras dramáticas más largas comenzaron a caer en el desuso.

Las grandes giras por el extranjero de Holden, Barnard, Webb y otros hicieron que los espectáculos se prepararan para un público que no hablaba inglés y, por tanto, se ponía aún más énfasis en la presentación de lo asombroso y espectacular desde un punto de vista visual. A pesar de que algunos artistas tenían una gran inventiva y mostraban gran virtuosismo, muchos de los espectáculos de truco y transformación se convirtieron en clichés y existía una similitud notable en el repertorio de las distintas compañías. A medida que los títeres cedían su público adulto popular al nuevo cinematógrafo, las actuaciones de variedades resultaban insuficientes para mantener la vigencia de los espectáculos.

En los últimos años, varios artistas del títere con originalidad y talento han sido capaces de revivir las actuaciones de truco y transformación en un nuevo contexto. Albrecht Roser virtualmente reinventó el número de variedades; y artistas contemporáneos como Stephen Mottram, Karin Schäfer, Frank Söhnle, Phillip Huber y Viktor Antonov han aportado un virtuosismo técnico y una habilidad extrema en sus actuaciones.

Bibliografía

  • McCormick, John. The Victorian Marionette Theatre. Iowa City (IA): Univ. of Iowa Press, Studies in Theatre History and Culture, 2004.
  • Speaight, George. The History of the English Puppet Theatre. Londres: George G. Harrap & Co., 1955; New York: John de Graff, 1956; 2ª ed. Londres: Robert Hale & Co., 1990; Carbondale, Illinois: Southern Illinois Univ. Press, 1990 (2ª edición).