Dibujante, ilustrador, pintor, escultor, escenógrafo y titiritero español. Fue un personaje polifacético y genial en cuantas actividades emprendió, destacando como gran innovador de la literatura y la ilustración infantil, y por ser el artista titiritero más importante del segundo cuarto del siglo XX. Se formó artísticamente en París, donde permaneció durante seis años.
En la década de 1920 trabajó para la editorial Calleja, gran divulgadora de la literatura para niños en España. En 1929 fundó un teatro de títeres llamado Teatro Pinocho, que se inauguró en el Teatro de la Comedia de Madrid, y para el que tuvo que construir un moderno telón de boca y varios decorados de gran tamaño. De hecho, Bartolozzi también sobresalió como escenógrafo de los teatros del empresario Cipriano Rivas Cherif, realizando diversas decoraciones para obras de García Lorca, Valle Inclán o Manuel de Falla. Los primeros muñecos que confeccionó fueron los protagonistas de sus populares cuentos infantiles: Pipo y Pipa, y Pinocho y Chapete. Pero la nómina de personajes que creó Bartolozzi es cercana al centenar: la bruja Piruli, el gato Trespelos, el lobo Tragabolas, Pulgarcito, Caperucita, Barba Azul, la hermana de Cenicienta y otros muchos heredados de la tradición de la literatura infantil. Bartolozzi era el artífice de todo el proceso de producción de sus muñecos: los diseñaba, los construía, los pintaba y los vestía.
Lógicamente, al final también dio el paso de manipular él mismo los títeres. Sus muñecos eran de líneas rectas, colores puros y telas alegres. Todo ello les daba una imagen muy moderna y cercana a la estética de las vanguardias artísticas. Para su teatro de guiñol escribió muchos textos, cuya principal característica eran los diálogos rápidos y cortos. En este menester contó con la imprescindible colaboración de Magda Donato, con quien también escribió varios cuentos infantiles. De su extensísima producción cabe destacar las comedias protagonizadas por Pipo y Pipa, que fueron sus dos grandes creaciones. En diversas ocasiones representó su producción guiñolesca con actores de carne y hueso, a los que daba aspecto de títeres, o incluso combinando actores con muñecos. Ello era posible porque el guiñol de Bartolozzi se caracterizaba por ser un teatro sencillo, ingenuo y gracioso. Salvador Bartolozzi fue uno de los centenares de miles de españoles que tuvieron que exiliarse con la victoria franquista en la Guerra Civil española, fijando su residencia a partir de 1941 en México.