Títere manipulado desde arriba. El títere de hilo o marioneta, que está suspendido por dos hilos unidos en la parte superior a un control o «plataforma técnica» desde la que se manipula (salvo en Rajastán), tiene la particularidad de estar articulado segmento a segmento. Su anatomía le otorga una gran flexibilidad. Pero, por esto mismo, le es difícil huir del naturalismo. «No obstante, el cómico de madera me miraba con un aire familiar y me sentí atraído por él, como si se tratara de un amigo. —El buen mozo va de la mano de un escultor veneciano, dice el titiritero en un tono incitante. —Y me apuesto que hace su trabajo mucho mejor que otros: simplemente fíjense, camina y se sujeta sobre sus piernas como si estuviera vivo, también se pone la mano sobre el corazón, bebe y come cuando tiro de estos hilos y sabe reir y llorar como un hombre normal ¡tan solo con una simple presión mecánica!». Así describió Bonaventura a Hanswurst en Les Veilles (Las Vísperas, 1804). Es tentadora la idea de hacer una representación fiel de la realidad, zoomorfa o antropomorfa, usando un títere de hilos. Pero hubo que esperar a Geza Blattner (Benjo úr és a pelikánja, El señor Banjo y su pelícano, 1932), a Robert Bruce Inverarity (Z-739), quien también ensambló utensilios variados en los años 30, a William Addison Dwiggins (Millennium 1, 1945) y a otros autores para ver por primera vez una formulación estética más moderna de las marionetas de hilos.

Un enredo complejo

La cabeza está suspendida del fil d’archal. Pero los hilos que sujetan los hombros pueden soportar todo el títere y el hilo de la cintura o los de la pelvis sujetan la espalda cuando el títere se inclina hacia delante o bascula lateralmente. Los hilos de las rodillas son indispensables para caminar. Los movimientos de la cabeza se hacen mediante hilos atados a la frente, a la sien o a la nuca. Las dos manos suelen controlarse con la misma barra que manipula las muñecas y los codos. Los hilos de los pies se enganchan por delante para tensar la pierna en combinación con los hilos de las rodillas. A veces también se añaden algunos hilos a los talones para poder arrodillarse o abrirse de piernas. Hay quien afirma que los títeres de Salzburgo (Salzburger Marionettentheater) tienen hasta ochenta hilos, lo que parece excesivo, ya que la mayoría tienen unos diez hilos. Los títeres miden entre 60 y 90 centímetros de alto en función de en cuál de los tres planos de profundidad actúan, con el fin de respetar la perspectiva. Una segunda embocadura focaliza la mirada del espectador. La luz se regula de forma impecable, los personajes son hiperrealistas, tanto en el aspecto físico como en el gestual. En las obras de Salzburgo, el repertorio es el de la ópera, preferiblemente de Mozart. Esta ópera en miniatura muestra un gran virtuosismo y los acabados del espectáculo se trabajan al detalle. Aunque se pueda añadir una cantidad infinita de hilos, el titiritero tan solo tiene dos manos, una para sujetar el control desde una buena altura y la otra para tirar de los hilos y, aunque haya un segundo o, incluso, un tercer titiritero (el número máximo, a mi parecer) nunca se puede mover todo. Por lo tanto, es indispensable que un títere de hilos sea concebido y construido para una acción y gestos muy precisos. Los grandes títeres de hilos de la Región de Fujian, en China, miden entre 1 metro y 1,20 metros; se les viste con ricos trajes bordados y el número de hilos puede variar. Como recuerda Jacques Pimpaneau en su obra Des poupées à l’ombre (Muñecas en la sombra, 1977), «cuanto más elaborados sean los gestos, mayor será la cantidad de hilos que se necesiten. El mínimo son cinco: uno para cada hombro, uno para cada mano y uno que salga de la parte superior de la cabeza. Si tuviéramos ocho hilos, tendríamos uno para cada mano, uno para cada hombro y uno para cada sien. En el caso de que tuviéramos catorce hilos, tendríamos un hilo para la espalda, uno para cada hombro, uno para cada sien, uno para cada codo, uno para cada muñeca, uno para cada grupo de cuatro dedos móviles, uno para cada pantorrilla y un último hilo que se sujeta en la parte delantera y que pasa por los dedos de la mano derecha hacia los de la mano izquierda y que sirve para juntar las dos manos cuando se tira del hilo. Un títere que tenga entre dieciséis y veintidós hilos es capaz de hacer casi todos los movimientos de un actor de carne y hueso, pero, para montar a caballo, le harán falta veintiocho hilos». Técnicamente, el títere de hilos puede reducirse a un problema de física aplicada basado en la búsqueda del centro de la gravedad. De hecho, la marioneta juega con el peso y el desbaratamiento. La eficacia de los movimientos está en relación con la masa de los elementos que se manipulan y con las fuerzas desplazadas por las palancas, más o menos largas, con sus puntos de apoyo, con su dirección.

Hitos históricos

Una leyenda de la India cuenta que los títeres de hilos nacieron de la diversión de Shiva y su mujer Párvati. Al pasar por delante del escaparate lleno de muñecos articulados de un escultor, confirieron alma a dichos muñecos, que se pusieron a evolucionar y a bailar. Poco después, salieron de la tienda y los muñecos volvieron a quedarse inertes. El escultor les pidió que siguieran con ese prodigio y Párvati le respondió: «Ya que eres tú el creador de estos pequeños seres, darles vida depende de ti». Entonces fue cuando el artesano tuvo la idea de equiparlos con hilos y animarlos. Muchos textos mencionan la existencia de neurospasta en la antigua Grecia y también son muchos los textos de la Edad Antigua que evocan a los títeres en forma de parábola y de metáfora para fustigar los defectos humanos. En el siglo II d.C., Apuleyo escribió en De mundo: «Esos, dice él, que dirigen los movimientos y los gestos de pequeñas figuras de hombres hechas de madera, no tienen más que tirar del hilo destinado a mover este o aquel miembro y, cuando lo hacen, vemos su cuello flexionarse, su cabeza inclinarse, sus ojos toman la vivacidad de la mirada y sus manos se preparan para ejercer los oficios que se les pida; en definitiva, toda su persona se muestra simpática y llena de vida». No obstante, ni los egipcios, ni los griegos, ni los romanos nos han dejado estatuaria animada como prueba de su existencia, si no es en la forma reducida de un juguete, a veces hecho de terracota, de madera o de marfil. Tampoco tenemos representaciones pintadas o grabadas de sus títeres.
A partir de 1443, los ángeles que «revoloteaban» en las Mitouries de Dieppe Mitouries, del francés, palabra formada con mi (mediados) y août (agosto) probablemente fueran títeres de hilos (véase Francia). A partir de 1772 y a lo largo de casi un siglo, el Teatro de Séraphin representó teatro de sombras, pero también de títeres de hilos; mientras que un interesante grabado de 1773 muestra juntos, sobre el escenario del Haymarket Theatre de Londres, a actores y títeres-siluetas manipulados por hilos, de tamaño natural, recortados en cartón y pintados. Después de haber estado de moda en el siglo XVIII, las marionetas de hilos desaparecieron en la época de la Revolución, sin duda por la competencia de los títeres de mano de Anatole. Pero resurgieron en 1875, fecha en la que el inglés Thomas Holden fue a París. A éste último se le atribuyen el fil d’archal, la tela de rayas verticales del fondo del escenario que sirve para que los hilos de los títeres se vean menos, y el esqueleto desarticulado. Holden era descendiente de feriantes y fue regidor del teatro Bullock (1870), donde trabajaban diez titiriteros encaramados sobre una pasarela por encima de un escenario de 4,20 metros de apertura y 2,40 metros de altura y de profundidad desde donde se manipulaban trescientos títeres. A final de siglo, los hermanos Alfred y Charles de Saint-Genois se hicieron famosos también en el teatro de títeres. El primero tomó la denominación de Dicksonn como su nombre artístico y actuó en el teatro de Robert-Houdin. Más adelante inventaría un dispositivo particularmente ingenioso llamado «aparato de Dicksonn»: todos los hilos que sostenían y animaban el títere se unían en una sola barra horizontal. El control estaba suspendido con la ayuda de un gancho de hierro de un pescante, fijado sólidamente a la espalda del titiritero por un dosseret de tirantes. Este pescante vertical que partía de la espalda, se curvaba por encima de la cabeza del titiritero y pasaba por delante unos cuarenta centímetros. Como el control se suspendía de este pescante, a una altura considerable por delante de él, el titiritero no tenía que sujetarlo, así que tenía sus dos manos libres para poder dirigir el títere. Una astucia técnica permitía manipular la cabeza del muñeco de manera autónoma: la cabeza estaba sujeta a la altura de las orejas con dos hilos atados en los extremos de una pequeña barra intermediaria suspendida con la ayuda de unas gomas por debajo de la barra principal. La elasticidad de la fijación daba pie a la inclinación, la rotación, la bajada y la subida de la cabeza, la cual retomaba su posición inicial por sí sola. Maindrar describía así las marionetas de Dicksonn: “Están construidas con piezas y trozos. La cabeza, cuya mandíbula está animada, se sujeta al torso con una clavija doble; el torso y la pelvis, hechas con una simple tablilla, se unen entre ellos con una cinta de cuero gruesa; las piernas se unen a la pelvis con dos lengüetas de cuero y para las rodillas y los pies se utiliza una bisagra de madera; finalmente, los brazos acodados con clavijas entrelazadas se unen del mismo modo a los omoplatos.” (J. M. Petite, Guignols et Marionnettes (Guiñoles y Títeres), 1911). En cuanto al segundo de los hermanos Sant-Genois, Charles, tomó como pseudónimo John Helwelt y alcanzó la fama con la representación de las celebridades de su época: los cantantes Fragson, Polin e Yvette Guilbert y las bailarinas Fatma o la Bella Otero. Utilizó estos personajes en un teatro a la escala de sus títeres: una orquesta de autómatas dirigida por un maestro de orquesta que los acompañaba y, a cada lado del escenario, los espectadores tomaban vida en sus asientos. Entre las grandes familias de titiriteros de feria del siglo XIX, hay que mencionar también a los Pajot-Waltons, fundados en 1800 por Béranger, a las dinastías de los Borgniet, Howard, Levergeois, Roussel, Garat y Dulaar-Roussel, quienes representaron con sus títeres en el teatro Petit Poucet (Pulgarcito) o en el de los Liliputiens (Liliputienses) entre 1800 y 1935.

La fabricación

Si tenemos en cuenta la «anatomía» de un títere de hilos, podemos ver que está constituida por segmentos articulados los unos con los otros. La cabeza, que puede estar unida al cuello o separada de este, se une al torso. Éste puede tener los hombros, el pecho y la pelvis de una sola pieza. Sin embargo, podemos diseñar un personaje que necesite inclinarse hacia delante o que pueda girarse o mover las caderas. Los brazos están articulados con los hombros, los antebrazos con los brazos y las manos con los antebrazos. Puede que los dedos necesiten autonomía propia para poder moverse. No siempre es necesario articular las muñecas. Los muslos se unen a la pelvis, las piernas a las rodillas y los pies a las piernas. La articulación de los tobillos tampoco es indispensable. Las articulaciones pueden ser una cinta de un material flexible, una correa de cuero o una cinta de tela o de plástico. Hay que tener cuidado para que las articulaciones no puedan moverse hacia cualquier lado y hay que limitar también el desplazamiento de algunas articulaciones, por ejemplo de la rodilla y del codo. También es posible integrar algunos mecanismos en la cabeza para poder mover la mandíbula inferior –hay que lastrar la palanca para compensar el peso y así la boca permanece cerrada– o incluso en los ojos y en los párpados; en ese caso, hay que equilibrar la fuerza usando muelles o gomas y sujetar los ojos con plomos para mantenerlos en posición. Muchas veces, decimos que los títeres de hilos tienen una forma de andar muy particular, con el trasero cargado hacia atrás y las rodillas dobladas. Este inconveniente puede remediarse poniendo un sistema de corredera en la parte donde la cadera y el muslo se unen; con este sistema, la articulación se mueve mientras el títere camina y así compensa esa posición medio-sentada que tiene. El movimiento de los dedos –tanto si los cinco dedos están separados como si cuatro están juntos y el pulgar se utiliza para el movimiento de prensión– se puede hacer gracias a las articulaciones de espiga o de muesca. El artista debe vestir al títere con ropa amplia y ligera para no entorpecer sus movimientos. Existen unas pequeñas «quincallas» muy útiles que se pueden comprar en tiendas de accesorios para la pesca, como esmerejones, plomos para lastrar, hilos de plástico (nylon, polipropileno) u otros hilos que tengan más ligereza y menos brillo. Para poder regular la longitud de los hilos con facilidad, se pueden montar sobre mosquetones que se enganchen a cáncamos o grapas, tanto a la marioneta como al control.
La posición más cómoda para dirigir un títere de hilos consiste en sujetar el control con el antebrazo en posición horizontal. Si se quiere fabricar este tipo de títere, hay que prever el espacio escenográfico en el que va a actuar, lo cual determinará su dimensión y la longitud de sus hilos. El texto y el papel que va a interpretar definirán su aspecto, sus articulaciones, sus gestos, su modo de actuar y su vestimenta. Antes de pasar a la fabricación propiamente dicha, se elabora un croquis que pasará a ser una maqueta, asistida o no por ordenador. De esta forma, el títere se elabora gráficamente antes de su fabricación. Pero los pasos de la creación pueden variar de un titiritero a otro. Henk Boerwinkel del Figurentheater Triangel, por ejemplo, siempre parte de un diseño y nunca de una historia: «la imagen es la que sugiere el acto teatral». También se puede concebir un títere partiendo de un cúmulo de materiales directamente ensamblados: la historia surgirá entonces a través de improvisaciones, de mimodramas y de manipulaciones rítmicas utilizando música y voz.
La fabricación propiamente dicha se hace sobre una superficie plana, sobre una mesa o un banco de trabajo. Los diferentes segmentos se articulan entre sí antes de aplicar los secretos del oficio. La utilización de un pescante o de un perchero resulta muy útil para esta operación. Se comienza enganchando los hilos de suspensión de los hombros al control. El siguiente paso de la fabricación consiste en tradición, invención y paciencia. Si se fabrica un animal, es preferible utilizar un control horizontal; hay un truco que consiste en cruzar los hilos de las patas de manera que sus movimientos se inviertan y la marcha resulte más realista. A semejanza de lo que hacían los «conductores de secretos», quienes, en la Edad Media, se encargaban de los efectos especiales, la maquinaria y los trucos (en 1459, los constructores de teatros, en una reunión en Ratisbone, impusieron «la ley del secreto»), los titiriteros utilizan el término ‘secreto profesional’ (ensecrètement) para referirse a la acción de unir el títere al control: ‘secreto profesional’, aunque muchas veces se trate de un secreto… de Polichinela. Todavía quedan la pintura, la peluca, la vestimenta y los perfeccionamientos (el lastrado de los elementos, el emplazamiento y la envergadura de las barras de manipulación, etc.). Finalmente, se prueba que la marioneta funcione bien. Para evitar que los hilos se enreden durante su colocación, podemos utilizar un chesnais (pequeño aparato inventado por Jacques Chesnais). Si no, cada 20 o 40 centímetros, se pone un lazo que sujete todos los hilos y se desliza el títere dentro de una funda larga y estrecha ceñida en la parte superior y dejando el control fuera. Podemos utilizar baúles especiales con compartimentos en los que cada títere quede suspendido.

Una gran riqueza cultural

Si se quiere clasificar los títeres de hilos en función de su control, se distinguen varios grupos: los títeres sin control del norte de India (Rajastán, Punjab); los títeres con un control que se limita a una o dos barras horizontales (Sri Lanka) o los que tienen controles en forma de H o de T que permiten dejar el títere suspendido y sobre los cuales se colocan simplemente los hilos de manipulación en bucle (Birmania); los títeres con control horizontal y los títeres con control vertical. Cabe mencionar los títeres “de truco” llamados trick puppets en inglés, con controles muy complicados, ya que los títeres ejecutan tareas complejas (números de music-hall) o transformaciones. También existe el caso aparte de la manipulación mixta. En el Figurentheater Triangle, algunos personajes son manipulados desde abajo con guante por Ans Boerwinkel y vueltos a tomar desde arriba, manipulados con hilos, por Henk. Un gran número de títeres a tringle son, en realidad, a tringle para la suspensión del personaje y de hilos para la animación de los brazos y de las piernas. Un ejemplo de esto es el títere llamado Lafleur, personaje principal de la tradición de Amiens, que necesita levantar la pierna horizontalmente para que pueda dar sus famosas patadas…
Una tradición poco común de los títeres de hilos es la del sur de India: el salaki gombeyata en el Karnataka, o el bommalatam en la región de Thanjavur (Tamil Nadu). Su manipulación es mixta, con hilos y varillas: los hilos se unen a un control en forma de corona tórica hecha de tela que rodea la cabeza del titiritero. El movimiento de oscilación transmite impulsos a los hombros y a la cabeza del muñeco. El titiritero, con las manos libres, puede animar los brazos del títere utilizando las varillas. En el noroeste de India, el títere nishka tiene sobre el pecho una especie de retablo con dos puertas que se abren y revelan un dibujo, una imagen de su alma. India es rica en este ámbito, tanto en Karnataka (yakshagana gombeyata), en Rajastán (kathputli ka khel), en Pendjab, en Orissa (gopalila kundhei) y en Kerala (nool pavakathakali).
Los amerindios de la costa noroeste de Norteamérica utilizaban en sus fiestas chamánicas máscaras-títeres articuladas y Robert Bruce Inverarity, titiritero, pero también antropólogo, describía así el sisiutl: “El arte de los títeres dirigidos por hilos era muy común. Algunas veces, los cordeles pasaban por encima las anchas vigas de la casa (residencia del clan) y titiriteros escondidos manipulaban los títeres al ritmo de cantos. Se evocaba a sisiutl, serpiente mítica. El bailarín la escondía en la mano y la dejaba libre durante el baile; la serpiente se movía aquí y allá, mientras el bailarín la perseguía” (Bil Baird, L’Art des marionnettes (El arte de los títeres)).

Algunas creaciones contemporáneas

Cuando se trata de grandes títeres de hilos, podemos mencionar entre los espectáculos contemporáneos el de Marionnettes Flippers, con sus figuras suspendidas desde pescantes móviles montados sobre ruedas por Philippe Debuischer y la Compagnie de l’Isle (1972) o la compañía Royal de Luxe y sus títeres de hilos gigantes, creados por François Delarozière para Le Géant tombé du ciel (El gigante caído del cielo) (1993), de 9 metros de alto, suspendido de un andamio móvil. Lo manipulaban muchos servidores de librea roja que tiraban de unos cordajes. En la escala opuesta, William Addison Dwiggins (1880-1956) se hizo famoso con su Experimental Theatre in Miniature (Teatro experimental en miniatura), en el que los títeres tan solo median alrededor de 25 centímetros. Con un gran talento creaba tanto una encantadora y realista bailarina, Lilith, para Prelude to Eden (Preludio al Edén), como sorprendentes títeres mecánicos abstractos para Millenium 1 (1er Milenio). A esta larga lista de creadores pueden añadirse otros nombres: Paul Brann en Múnich, de 1907 a 1934; los Piccoli de Vittorio Podrecca (quinientos títeres, veintitrés titiriteros); los títeres de papel enrollado y a los que después se les daba forma, de Margaret Hoyland (Little paper people (Personitas de papel), 1938), Jacques Chesnais y sus actores de madera (L’Escarpolette (El Columpio) y L’Acrobatie main-à-main (La acrobacia mano a mano), 1941); Albrecht Roser con su payaso Gustav al piano; Bil Baird, con personajes de hilos de proporciones admirables (Shango, dios del trueno vuduista); Geza Blattner (Le Mariage de la flûte (La boda de la flauta), con títeres con forma de instrumentos de música humanizados); Tony Sarg; Harro Siegel (Faust et Méphisto (Fausto y Mefistófeles); Joseph Skupa (Spejbl y Hurvínek); Ţăndărică (el director de orquesta con cabeza de huevo de Getlu Naum); el refinamiento de los muñecos de Takeda Sennosuke (adaptación para títeres de hilos de nô Hashi Benkei); Danaye Kanlanféï, de Togo, que nos cautiva con sus títeres de calabaza en La Légende de la tortue (La leyenda de la tortuga), donde uno de los personajes, la serpiente, está hecha con chapas de cerveza enhebradas con una longitud de, al menos, 2 metros…