Al que manejaba los “títeres”, palabra documentada en el idioma español desde el siglo XVI, se le llamó primero “titerero”, luego “titeretero” y, desde el siglo XVIII hasta hoy, “titiritero”.
Soberano independiente, más libre en sus elecciones que otros creadores dramáticos, el titiritero es también su propio obrero, su propio artesano y su chico para todo. Es, generalmente, el propio creador de sus títeres y, a menudo, de su teatrillo, de sus decorados, de sus accesorios y de una serie de efectos especiales y transformaciones de los que está especialmente orgulloso. E, incluso, cuando no ha realizado él mismo sus títeres, se apropia de ellos sin vergüenza y trata de convertirse en su maestro. Su oficio está compuesto por ideas, emociones, entusiasmo y abstracciones que llevará a escena después de meses de trabajo manual: carpintería, herrería, escultura, pintura, costura. Este oficio tiene doble cara, incluso triple, ya que se le añaden la gestión, la publicidad y la organización de las que el titiritero se encarga, pues en raras ocasiones tiene un agente.
Hoy en día, en prácticamente todo Occidente, la mayoría de los grupos titiriteros “montan” o recrean, de media, un espectáculo al año o cada dos años, ya sea por una profunda necesidad artística o como respuesta a las exigencias de la novedad de los circuitos que cada uno se ha creado. El proceso es siempre el mismo: idea de partida – dramaturgia, construcción de títeres y del dispositivo escénico, elección o elaboración de la música; si procede, grabación de las voces y/o aprendizaje del texto que hay que pronunciar “en directo”, montaje de los distintos elementos, modificaciones inevitables y dedicación de todo el tiempo posible a los ensayos. Tradicionalmente, el arte del títere es en principio un arte personal: el de un hombre o una mujer, una pareja, una familia, a veces una pequeña compañía que adopta a la larga un aspecto familiar. Esta facultad de crear en solitario, en pareja o en un pequeño clan, espectáculos relativamente “grandes”, ha dado continuidad a este oficio, si bien hoy en día podemos constatar la desaparición progresiva de grandes espectáculos de marionetas de hilos en beneficio de los títeres de mesa, de guante o de las nuevas formas de animación, que necesitan menos manipuladores. Los apasionados del hilo se decantan por el espectáculo en solitario. El maestro titiritero, como se llamaba antaño, se las arregla siempre.

Las formas del oficio

Si bien el oficio del titiritero, actualmente en Europa, es a menudo familiar, existen excepciones. Se conoce la existencia de grandes compañías, creadas en el Europa del Este tras la Segunda Guerra Mundial, donde el titiritero, lejos de estar solo y ser soberano, se encontraba rodeado de decenas, a veces incluso de centenas, de servidores del títere: dramaturgos, escenógrafos, pintores, escultores, constructores, administradores, y hasta consejeros políticos. Pero la mayoría de estas compañías desaparecieron tras la caída del Muro de Berlín y los titiriteros más motivados descubren hoy en día las ventajas y los inconvenientes de las pequeñas compañías privadas. En Occidente, subsisten solo algunas grandes o medianas compañías, como la de los Colla, en Milán, cuyas impresionantes producciones con marionetas de hilos y numerosos decorados, movilizan una veintena de animadores. Pero el titiritero del siglo XXI es más un creador independiente, abierto a participar en el cine, la televisión o con las compañías teatrales que incluye títeres en sus producciones.
Aunque, raramente, en estos días también se perpetúan dinastías. En Inglaterra, el famoso creador de Covent Garden, Percy Press, cedió en 1980 su Punch y su Judy a su hijo, que adoptó el nombre de Percy Press II. En Bélgica la dinastía de los Toone es célebre desde hace generaciones, y cuando un Péruchet (nombre del artista y título del Théâtre du Péruchet al mismo tiempo) renuncia a su oficio, transmite su teatro a “jóvenes” más capaces, sean parientes o no. En Italia, muchos de los titiriteros son figli d’arte (hijos del arte) y en un momento dado recogen la antorcha de sus padres. Otros, muchos otros, han elegido independientemente este curioso oficio – para sorpresa de sus padres y educadores – impresionados por un espectáculo de títeres que han visto por casualidad en el Jardín de Luxemburgo, en una plaza de pueblo catalana, sobre los caminos de Katmandú o en la televisión, cuando contaba entre sus estrellas con Nicolas y Pimprelelle, Topo Gigio, Cacciavitissimo, Muffin the Mule o los Muppets. El titiritero contemporáneo procede de diversos horizontes: el teatro, las artes plásticas, el espectáculo de calle, la enseñanza, el movimiento neo-hippie, la universidad. La generación de titiriteros de principios del siglo XX surgió en ocasiones del arte lírico y del cabaré. No es posible generalizar en cuanto a la predisposición a esta vocación. El títere es un arte aparte: cada cual llega y lo interpreta a su manera.

El aprendizaje

Pero el títere también es un instrumento que hay que construir y dominar al mismo tiempo. El oficio del titiritero comienza como todos los demás por aprendizaje o estudio. Existen tres tipos de aproximación al oficio de titiritero: la escuela de títeres, el aprendizaje en el seno de una compañía y la formación autodidacta. El titiritero suele pasar por más de uno de estos tipos, de forma sucesiva o al mismo tiempo. Aprenderá tres cosas: a manipular, a construir un títere y a crear un espectáculo (véase Formación). La manipulación es el aprendizaje indispensable de la gramática de la representación dramática de los títeres. La técnica varía en función del tipo de títere, pero la gramática es inmutable y le permitirá adaptarse a cualquier instrumento: guantes, hilos, marotes, formas nuevas (véase Manipulación). La construcción de los títeres es más específica: las marionetas de hilos exige revelar secretos, antaño celosamente guardados, en cuanto a peso, articulaciones y otros factores anatómicos (véase Secreto, Secreto profesional). Los guiñoles y los marotes – en todos sus diferentes tipos- tienen también sus exigencias particulares. Finalmente, crear un espectáculo requiere una enseñanza más delicada. Una compañía de títeres es una pequeña empresa que produce y vende sus espectáculos. Vender sí, pero, ¿a quién? El “mercado” de los títeres es aleatorio y cambiante. En la actualidad, está principalmente constituido por escuelas, asociaciones de padres de alumnos, festividades locales o comités de empresa para su fiesta de Navidad. Teatros, centros de arte, festivales artísticos o festivales de títeres, programan actuaciones de títeres con regularidad en muchos, si no la mayoría de los países. Los titiriteros, como los actores, siguen obligados a llevar a cabo actividades paralelas para llegar a fin de mes: pueden convertirse en programadores de teatro, organizadores del festival, comisarios de la exposición o – más a menudo – animadores de cursillos, con la esperanza de desarrollar las audiencias del futuro.
Salvo accidente o enfermedad, la carrera del titiritero es larga, a pesar de la dureza física de su trabajo. La práctica y el estatus del titiritero están cambiando lentamente en relación a la forma como lo han venido haciendo a lo largo de los siglos. Pero la esencia de este oficio pasional, entre la alquimia y el bricolaje, permanecerá, sin duda, siendo idéntica.
(Ver Dalang, ISI Denpasar, ISI Surakarta para titiritero indonesio.)

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