Fue una compañía de títeres mexicana activa entre 1835 y 1942, y, con una nueva empresa, hasta 1962. Esta compañía es emblemática en la historia de los títeres de México. En 1830, el italiano Margarito Aquino se instaló en el pueblo de Huamantla. “Don Margaje” daba la bienvenida a los niños del pueblo en una especie de parque de atracciones que había creado en su casa. Allí, los hermanos Julián y Hermenegildo Aranda aprendieron a fabricar títeres cuyas cabezas se hacían al principio de barro y cuyos trajes eran confeccionados por sus dos hermanas, Ventura y María de la Luz. Así, comenzaron a crear sus primeros números y “pastorelas” (dramatizaciones navideñas o bíblicas). Si su técnica, que combinaba hilos y vara a la cabeza, era muy elemental, pero Don Margaje tenía talento; conocía la tradición italiana de títeres y ésta le sirvió de modelo para perfeccionar sus títeres. Los hermanos y hermanas Aranda trabajaron en México en los corrales tradicionales (antiguos teatros al aire libre), en los albergues para viajeros o en hoteles de segunda categoría. Sus títeres obtuvieron un gran éxito en el albergue Doña Andrea, un lugar tradicional donde se presentaban espectáculos populares y que era frecuentado por un tal Antonio Rosete. Éste terminó por asociarse con la familia y se casó con una de las dos hermanas. Alrededor de 1850, se creó la compañía Rosete-Aranda que se convertiría en famosa hasta el punto de ser invitada, en 1871, por el presidente Benito Juárez a representar sus espectáculos en el palacio del gobierno. Esta compañía dio lugar a la mayor dinastía de titiriteros de México.

Cuando los dos hermanos fallecieron, las hermanas María de la Luz y Ventura Aranda se hicieron cargo de la dirección de la troupe, y en 1880, la ahora denominada Compañía Nacional de Autómatas Hermanos Rosete Aranda era dirigida por los dos hermanos Leandro y Tomás Rosete Aranda. La compañía realizó muchas giras por Estados Unidos en 1888, y el 15 de octubre de 1891, actuó en el teatro Arbeu de Ciudad de México. Siguieron varias giras por el país, e incluso por Chiapas, Guatemala y América central, donde obtuvo una gran éxito.

Entre 1900 y 1920, la compañía actuó en el Teatro Variedades de Ciudad de México, y cuando Leandro murió, su viuda se hizo con la dirección de la compañía. Las giras prosiguieron por el norte del país: Monterrey, Parral, Jiménez, Camargo, Chihuahua, Ciudad Juárez, Aguascalientes, León, Guanajuato, Celaya y Querétaro, entre otras ciudades. De esta forma, la compañía reunió una extensa colección de títeres (alrededor de tres mil) fabricados con gran cuidado. Medían unos 60 centímetros, sus cabezas estaban talladas en madera de ayacahulte, el cuerpo era de una madera blanda y ligera llamada colorín, zompantle o patol, y las manos estaban hechas con una pasta a base de blanco de España (albayalde), cola y serrín. Los títeres, que podían mover su boca, se manipulaban con hilos fijados a la cabeza, los pies, las manos, las rodillas y los antebrazos. El repertorio de la compañía era variado e innovador, e incluía obras como La aparición de la Virgen de Guadalupe, Guillermo Tell, Aniversario de la Independencia, La pelea de gallos, El pastelero y los chicos traviesos, Don Juan panadero, El vale coyote y Don Folías del pescuezo largo. Los últimos  tres personajes son muy populares y se incluyeron, más adelante, en el repertorio clásico mexicano.

En 1925, Francisco Rosete, último heredero de la familia, se hizo con el cargo de lo que quedaba de la compañía y creó el teatro de títeres bajo una carpa en la Barranca de San Lucas. Apodado “Panchito”, trabajó hasta 1941. La compañía y la colección pasaron a manos de Carlos V. Espinal bajo el mismo nombre de  Rosete Aranda, para terminar como Empresa Carlos V. Espinal: Compañía Rosete Aranda. Su repertorio fue adaptado a los gustos de la época y del público –influidos por la reciente televisión mexicana. En 1962 se realizó la última representación de la Compañía Rosete Aranda.

El preciado patrimonio de esta compañía más que centenaria, compuesto por más de 5000 títeres, está presente en colecciones particulares y diversos museos de títeres, especialmente en el Museo Nacional de Títeres de Huamantla.

Bibliografía

  • Neve, Estelle, “ Une muséographie sensible et d’avant-garde” [Una museografía sensible y de vanguardia]. En Mû, l’autre continent du théâtre no 10, Paris, THEMAA, 1998.