Escultor estadounidense. Mientras Alexander Calder es famoso principalmente por sus «móviles» y sus «stabiles», su contribución al arte del títere es menos conocida. Calder, que en 1925 ya había diseñado escenas del circo Ringling Brothers y Barnum & Bailey en Nueva York para la National Police Gazette, llegó a París en julio de 1926. Fue ahí donde empezó a fabricar juguetes articulados con alambre de hierro adornado con trozos de madera y corchos, para después exhibirlos en el Salón de los humoristas. Desde mayo de 1927, los animó y los puso en escena con el fin de venderlos. En su taller, en el 22 rue Daguerre en el barrio de Montparnasse, presentó un verdadero espectáculo con un espíritu totalmente innovador: Le Cirque (El circo). Un gran número de titiriteros contemporáneos que manipulan a la vista objetos en un micro-teatro deberían dar las gracias al genio creativo Alexander Calder.

“Asisto a una representación de circo, puesto que la mayoría de estos juguetes son una especie de títeres de artistas  humanos y animales de la pista … He aquí un volatinero ecuestre. El caballo da vueltas por la pista, un  círculo de cartón. Con la mano derecha el inventor muele la manivela. El volatinero coge impulso desde lejos, desde un trampolín, y la mano izquierda activa el resorte-catapulta. He aquí la bailarina, con un tutú de papel estampado, que baja la cuerda oblicua a la japonesa, indecisa …. He aquí … un aparato sorprendente y complicado de trapecio volador de tres trapecios que permite, mediante un cable que se maneja con el dedo, … hacer ejecutar a dos trapecistas de tronco de tapón de corcho enmangado de brazos y piernas con alambre, los pasos de nuestros propios trapecistas voladores de carne y hueso” (Legrand-Chabrier, 1927). En 1929, alrededor de 200 esculturas componían el grupo de Calder, que ejecutaba una veintena de números. No faltaba nada, ni la música del gramófono, ni los redobles de tambores, ni los platillos, ni los rugidos del león. Sus títeres se empuñaban directamente, sin ninguna artimaña técnica, o se manipulaban con hilos y varas, a veces con varillas horizontales. Monsieur Loyal se manipulaba a ras del suelo gracias a una varilla horizontal sujeta a la pierna izquierda. Un hilo atado a la mano derecha (que sostenía un megáfono) pasaba a través de un anillo de metal a la altura de la boca, de modo que al tirar del hilo, se metía el instrumento en la boca. Al tirar de un segundo hilo que pasaba a través de un anillo colocado en la parte superior del pecho, unido a la otra mano, se llevaba un silbato a la boca. Estos dos hilos atravesaban un anillo del pie izquierdo y se unían a la varilla de manipulación. “Había un jefe de pista, por supuesto, que llevaba sombrero de copa alta,  hecho de  un corcho y un pedazo de cartón, y un frac. Tenía un silbato para detener la música y hacer anuncios, y una armónica como clarín cuando había alguien importante” (Calder, 1952). Los espectadores, entre ellos amigos artistas como Fernand Léger, Piet Mondrian, Joan Miró, Jean Arp, Marcel Duchamp, Foujita, los fotógrafos Man Ray, André Kertész, los poetas Jean Cocteau, Robert Desnos, el arquitecto Le Corbusier, y el músico Edgard Varèse, estaban sorprendidos por los ágiles dedos de este coloso que daba vida a sus hijos de hierro retorcido, vestidos con trozos de tela (técnicamente, conformación). Su humor y su habilidad de manipulación lo hicieron famoso. En 1929 regaló un perro pachón a los payasos Fratellini, reproducción ampliada de uno de sus juguetes, que estaba hecha de un solo tubo de caucho doblado, montado sobre tres graciosas patas. Este perro-títere los acompañó en muchos sketches hasta 1953.

Por otro lado, el teatro de objetos hubo de tomar en cuenta los móviles de Calder, los “objetos-ballets”, como él los llamaba: fueron, efectivamente, coreografiados por Martha Graham en 1935 en Panorama y Horizons. En 1968, en la Ópera de Roma, Calder puso en escena los móviles con música electrónica para evocar su “vida en diecinueve minutos”.

Bibliografía